La Agencia de Protección del Medio Ambiente de Estados Unidos define
los disruptores hormonales como un agente exógeno (externo) que interfiere con
la síntesis, secreción, transporte, metabolismo, la unión, o la eliminación de
las hormonas naturales presentes en el cuerpo que son responsables de la
homeostasis, la reproducción y el proceso de desarrollo (Diamanti-Kandarakis et al. 2009).
Las botellas hechas
a base del plástico PET (tereftalato de polietileno) pueden contener aditivos (centenares
diferentes: bisfenoles, ftalatos, filtros UV, etc.) con capacidad para actuar
como disruptores hormonales (pág. 377 en Olea 2019). En el caso de los
recipientes de policarbonato el disruptor invitado es el bisfenol A (pág. 377
en Olea 2019). Una estrategia
general para evitar los disruptores hormonales es apostar por materiales
seguros, los tradicionales previos a la irrupción masiva de los derivados del
petróleo en nuestra vida: el cristal (como
la garrafa de la imagen), la madera (con tratamientos seguros), etc.
La homeostasis es la capacidad de
autoregulación de los seres vivos para mantener una estabilidad interna frente
a cambios del exterior y esto incluye la materia y la energía. Iré haciendo
referencias a la homeostasis porqué es sumamente vital para comprender muchas
de las patologías metabólicas que están de moda en este mundo moderno, y la
asociación descrita por la ciencia de estos problemas con los disruptores.
Para que sea más comprensible,
los disruptores hormonales son sustancias que interfieren en ese gran mecanismo
de comunicación existente entre las células y las hormonas naturales, lo
hackean, bloquean la función de las hormonas y alteran su disponibilidad. Es decir, rompen el orden natural, inducen
el caos y la disfunción, y se asocían a problemas graves de salud (entre ellos,
el cáncer). Esto ocurre porqué su estructura molecular guarda afinidad con la de
las hormonas naturales y es compatible con los receptores de las hormonas.
Dentro de esta gran familia
numerosa de los contaminantes que desempeñan el papel de disruptores
hormonales, una familia que crece y crece, abrazándonos hasta ahogarnos…hay
disolventes industriales, plásticos, plastificantes, fungicidas, plaguicidas,
metales pesados y productos farmacéuticos (Diamanti-Kandarakis et al. 2009; Zoeller et al. 2012), además de infinidad de
ingredientes utilizados comúnmente en productos de la higiene personal,
cosmética, limpieza del hogar, etc.
Unos 20 años atrás había unos
140.000 compuestos químicos creados por la civilización humana, más unos 1000
nuevos que se añadían por año, según el inventario de la Agencia Estadounidense
del Medio Ambiente (pág. 355 en Olea 2019). Ya bien entrados en el siglo XXI, a
las sustancias químicas ya declaradas se suman cada año unas 5000 nuevas más en
la Unión Europea (Silvestre 2017).
Estas sustancias químicas
sintéticas han sido producidas por la especie humana sobretodo en el último
siglo. No existían en la Tierra antes de que nuestra especie empezara con eso
del progreso. Por lo tanto, nuestro organismo no ha co-evolucionado con ellas,
no está adaptado para lidiar con estos nuevos actores por separado y menos con
multitud de ellos participando en una gran fiesta.
Alrededor de
unas 1000 de estas sustancias químicas sintéticas se consideran disruptores
hormonales (Bergman et al. 2013). No obstante ¡Esto es únicamente
lo que se conoce! El número probablemente se piensa que es mucho mayor debido a
que la mayoría de las sustancias
químicas utilizadas no han sido testadas para comprobar si pueden comportarse
como disruptores hormonales (pág. 18 Pete Myers en Olea 2019).
Las sustancias químicas reconocidas
como disruptores hormonales tienen implicación en un diverso expectro de
problemas de salud; patologías endocrinas, reproductoras, neurológicas y
metabólicas (pág. 367 en Olea 2019):
- Infertilidad, endometriosis, pubertad precoz, cáncer hormono-dependiente (de mama y próstata por ejemplo), problemas con tiroides, déficit de atención e hiperactividad en niños, obesidad, diabetes, asma y afecciones del sistema inmune…y esto es lo que se conoce por el momento.
Aún queda campo por correr, mucho
más que no se ha investigado.
Enfermedades de moda y
disruptores hormonales
A lo largo de este apartado voy a mencionar diversas sustancias químicas que puede que no conozcáis para que se utilizan o en que productos se incluyen. Os recomiendo que los busquéis en internet para que os hagáis una idea de donde os los podéis encontrar y sobre la dimensión del impacto de exposición que sufrimos en el día a día.
A lo largo de este apartado voy a mencionar diversas sustancias químicas que puede que no conozcáis para que se utilizan o en que productos se incluyen. Os recomiendo que los busquéis en internet para que os hagáis una idea de donde os los podéis encontrar y sobre la dimensión del impacto de exposición que sufrimos en el día a día.
En casa y fuera de ella, estamos
expuestos masiva y continuamente a ellos.
No hay escape posible, todo y que
se puede disminuir la exposición…un aspecto que tocaré a lo largo de esta serie
de contenidos, muy superficialmente, no obstante.
La
investigación y las decisiones políticas
A pesar de los esfuerzos de muchos por taparlo, los productos químicos que actúan como disruptores hormonales son el factor ambiental que más atención ha recibido por parte de los científicos con relación al deterioro de nuestra salud, de nuestro metabolismo (Gore et al. 2015)…por algo será.
A pesar de los esfuerzos de muchos por taparlo, los productos químicos que actúan como disruptores hormonales son el factor ambiental que más atención ha recibido por parte de los científicos con relación al deterioro de nuestra salud, de nuestro metabolismo (Gore et al. 2015)…por algo será.
La mayoría de los disruptores
“conocidos” son sustancias químicas derivadas del uso de combustibles fósiles
y, sobretodo, de la industria petroquímica (pág. 367 en Olea 2019).
Existen un montón de evidencias
científicas, infinidad de estudios de investigadores de alto nivel que trabajan
multidisciplinarmente desde muchas latitudes diferentes y que señalan al mismo
asesino en serie, actuando a través de diferentes mecanismos pero siempre asociado
con el crimen.
Los disruptores son sospechosos
habituales de primer orden multiseñalados en las ruedas de reconocimiento.
Imaginaos que un cuerpo policial tiene las huellas, la motivación del crimen, el
presunto asesino no tiene coartada, y además existen vídeos de algunos
asesinatos donde se le puede identificar matando a la víctima, o bien se cuenta
con testigos que declaran haberlo visto en la escena de otros crímenes. Al
final, contra todo pronóstico y para sorpresa de todos, el juez lo acaba
absolviendo por defectos de forma en la presentación de las pruebas. O lo
condenan y no acaba de ingresar en prisión porqué el tema se va alargando
mediante pretextos legales o administrativos vergonzosos.
Es la historia de los disruptores
hormonales.
Ellos siguen matando, siguen
causando dolor y sufrimiento de forma impune, sin que los que ostentan el poder para detenerlos lo hagan.
No se dispone de un método
científico implacable y perfecto que aplicado en un estudio con humanos pueda
dar un resultado incontestable, la ciencia no funciona así. Entre otras
razones, porqué aunque se pueda exponer en laboratorio a los animales sometidos
a un experimento bajo los efectos de los disruptores para llevar a cabo un
estudio, esto no se puede llegar a hacer con humanos. Lógicamente, después de
Josef Mengele, estas cosas se dejaron de hacer.
No obstante, el uso de algunos
disruptores hormonales prohibidos hoy en día se prolongó a lo largo de mucho
tiempo de forma legal, que no ética, así que se expuso de forma masiva a la
población. Además, se han estudiado y demostrado los efectos en la salud de
algunos de esos disruptores. Es decir, en cierto modo merecerían figurar como
experimentos a gran escala al más puro estilo Josef Mengele y encima
financiados por los ciudadanos sin querer, puesto que compraron esos productos
“no seguros” sin tener la información pertinente.
Y la historia, se repite…más que
nunca.
Seguimos el estilo Josef Mengele,
de una forma inimaginable en el pasado.
Como decía, es sumamente difícil
(más bien, imposible) disponer de un estudio que contemple todos los aspectos
de forma perfecta, con un resultado final al estilo verdad absoluta, sin absolutamente
ningún resquicio de incertidumbre. La bioquímica del cuerpo humano o animal es
tan y tan enormemente compleja que siempre va a existir campo por estudiar.
Un problema mecánico (un hueso
que se rompe) es fácil de detectar, la evidencia obtenida a través de pruebas
diagnósticas es irrefutable. Ahora bien, cuando la ciencia se enfrenta a
problemas megacomplejos del universo molecular, eso es otro cantar.
Imaginemos nuestra realidad
cotidiana, un cóctel de contaminantes que pueden actuar interaccionando entre
si…el embalaje de derivados del
petróleo con el que nos venden los productos cárnicos, el embutido, el queso de
untar, la mantequilla, la fruta, la verdura, las hortalizas…las legumbres, el
arroz, los envases y el contenido de los cosméticos y productos de higiene
corporal, la ropa técnica (o no) que ahora algunas marcas llaman ECO (sintética y
con disruptores), los retardantes de llama en el coche, los disruptores
hormonales en muebles, colchones, moquetas, pinturas, etc. La lista es interminable
y continua desde que nos levantamos hasta que nos acostamos.
¿Cómo medir esta exposición?
¿Cómo tener además una población
sin exposición (de control) para confrontar sus datos con los de una expuesta?
La ciencia no es omnipotente,
tiene sus límites y siempre los va a tener. Pero existe una larga lista de
investigaciones epidemiológicas que asocian unos contaminantes (los criminales
en serie) con unas enfermedades (las víctimas) y además también una colección
de otros estudios que muestran los mecanismos (el cómo) actúan esos asesinos en
serie. Ese cúmulo enorme de EVIDENCIAS
CIENTÍFICAS que claman al cielo, si existiera el sentido común y la
responsabilidad en ciertas esferas, servirían para encerrar en la cárcel a los criminales en serie…
Hablo de prohibir esas mierdas y
minimizar la exposición.
Me parece muy acertado y preciso
como se define la situación Olea (2019) en la página 345 en relación a un
informe del año 2002:
“La innovación
científica parecía haber sobrepasado la capacidad de la propia ciencia para
predecir las consecuencias de sus aplicaciones”.
Contínua Olea (2019) exponiendo
la reflexión sobre considerar el grado de conocimiento y el de ignorancia,
desde la postura humilde de Sócrates que tenía en cuenta la ignorancia como una
fuente de sabiduría (“sólo se que no se nada”).
Lamentablemente, hoy en día los
que nos dirigen y sus secuaces son realmente sabios buscando el apoyo
estúpidamente en la ignorancia, en aquel resquicio de duda, obviando el riesgo
explícito conocido mediante la soberbia.
La capacidad contaminante ya
globalizada de la especie humana es algo de lo que hoy en día no se puede
escapar, hecho que os iré mostrando a través de resultados científicos en esta serie de contenidos dedicada a los disruptores hormonales.
Los que padecen Sensibilidad
Química Múltiple saben de lo que hablo perfectamente, lo experimentan a diario.
Por cierto ¿Qué tal va la
exposición a todos esos productos químicos con los que muchos riegan
masivamente pueblos y ciudades para dicen “controlar” el Coronavirus?
¿Es realmente efectivo y
eficiente para algo?
¿No será peor el remedio que la
enfermedad?
¿No hará más resistentes a los
virus y bacterias ese derroche químico?
No pasa nada, si es así todavía
podrían lanzar una bomba atómica que eso si que lo mata todo.
¿Y los problemas de contaminación
y de salud que van a causar esa aplicación desmesurada de químicos?
¿También esos productos
contienen disruptores hormonales?
¿Quién nos asegura que esas cubas de tractores que están siendo utilizadas para rociar las calles no contienen restos de plaguicidas tóxicos (y con disruptores)?
¿Alguien nos está informando del nombre y la composición de los productos que están utilizando para regar los espacios públicos?
Gracias periodistas por apoyar
esta locura difundiendo esas imágenes de aplicación masiva de químicos en la
tele, con aprobación y alborozo.
Hacéis un gran favor a la humanidad…en vuestra tónica crónica.
Los disruptores
hormonales están en todos los saraos
El cuerpo cuenta con un sinfín de reacciones químicas completamente necesarias para su funcionamiento en el que intervienen células y órganos. El fallo reincidente de alguno de estos procesos causa un problema de salud (incluido el cáncer).
El cuerpo cuenta con un sinfín de reacciones químicas completamente necesarias para su funcionamiento en el que intervienen células y órganos. El fallo reincidente de alguno de estos procesos causa un problema de salud (incluido el cáncer).
Es bien conocido que los
disruptores hormonales actúan a través de una diversidad de mecanismos de
señalización química (Diamanti-Kandarakis et
al., 2009):
- Receptores nucleares de hormonas esteroideas
- Receptores huérfanos
- Modificaciones epigenéticas (y por tanto, alteración en la expresión de los genes). Seguro que habéis oído infinidad de ocasiones algo sobre la influencia del código genético en las enfermedades (p. ej. El cáncer)…por el contrario, descuidan reiteradamente mencionarnos como los contaminantes juegan un papel primordial en los mecanismos genéticos, en la expresión de los genes.
- Actividad enzimática, lo cual tiene que ver con la homeostasis endocrina.
El efecto de los disruptores no
tiene por qué ser directamente evidente y la putada sobre la salud puede ser
notoria bastantes años después de la exposición (Diamanti-Kandarakis et al. 2009) lo que hace que los
ciudadanos estemos aún más indefensos porqué cuesta más encontrar y demostrar
la relación causa-efecto.
La exposición a
los químicos está asociada a un incremento en el riesgo de sufrir desórdenes
relacionados con el sistema endocrino (hormonal), tal como reflejan estudios
centrados en animales o en humanos (Gore et
al. 2015). Bansal et al. (2018)
nos dicen que las evidencias científicas dejan claro que los disruptores
hormonales químicos, como el bisfenol A
y los ftalatos, actúan a través de
múltiples vías (alimentos, bebida y en contacto con la piel). Los mismos
autores en el mismo trabajo de síntesis y revisión de 128 artículos diferentes
que tratan sobre el efecto en la salud de estas maravillas de la química y el
progreso humano, nos alertan:
“Los disruptores no solo afectan negativamente la función hormonal,
también lo hacen sobre la función del sistema inmune”.
De hecho, la exposición a los
disruptores hormonales ha sido asociada con la supresión de la inmunidad y la
consecuente facilidad de padecer infecciones, o de tener respuestas inmunes que
producen inflamación, alergias o enfermedades autoinmunes (Ahmed 2000;
Chalubinski & Kowalski 2006; Kuo et
al. 2012; Robinson & Miller 2015).
Respecto a como
lo logran, los mecanismos a través de los que actúan en este sentido, existen
ya muchas evidencias publicadas que los identifican. El bisfenol A y los
ftalatos alteran los
niveles de citoquinas (sistema inmune) y esto podría darse a través de los
receptores de estrógenos (Coleau et al.
2015). Aparte de este, se han descrito diferentes mecanismos mediante los que
los disruptores podrían tener un efecto en la regulación inmune y desencadenar
un daño en la salud metabólica (Bansal et
al. 2018) ya que el sistema inmune y el hormonal están relacionados entre
sí.
Tanto bisfenol A como los
ftalatos van a ir apareciendo muchas veces en los contenidos que os he
preparado, porqué están en infinidad de productos (exposición masiva) y se han
estudiado muchísimo. Continúo…
El ritmo
circadiano tampoco está a salvo. El ritmo
circadiano, para simplificar, es algo así como un horario de funcionamiento que rige muchos de los procesos de nuestro cuerpo: cuando te tiene que entrar sueño y cuando estar despierto, el apetito, etc. Está bastante regido por el día y la noche.
Tenemos lo que se conocen como relojes biológicos distribuidos por nuestro cuerpo y ellos son los que regulan el ritmo circadiano.
La alteración de este ritmo puede
tener graves consecuencias en la salud, por ejemplo incidiendo en la
homeostasis metabólica (Bass & Takahashi 2010). También la alteración del
ritmo circadiano puede potenciar la inflamación (Bansal et al. 2018). De hecho, se conoce que cuando se rompe el ritmo
circadiano (cambios de horario de trabajo, jet lag, etc.) esto puede traer
consecuencias sobre el sistema inmune, como la secreción de citoquinas
inflamatorias (Vgontzas et al. 2004)
y un aumento del riesgo de padecer infecciones (Everson 1993; Mohren et al. 2002).
¿Cómo puede darse?
Las evidencias
científicas disponibles sugieren que los disruptores hormonales pueden
intervenir también en el ritmo circadiano en personas (ver el efecto del bisfenol
A en Beydoun et al. 2016). Hormonas como los
glucocorticoides y la melatonina son sensibles a la alteración del ritmo
circadiano y pueden ejercer un efecto sobre el sistema inmune (Dimitrov et al. 2004; Srinivasan et al. 2005).
Podría continuar mencionando más
formas de agresión, de intervención de los disruptores y de efectos potenciales
de tipo dominó sobre el organismo…aunque como muestra, no está nada mal para
daros una impresión general del daño: ritmo circadiano, sistema inmune,
metabolismo, sistema hormonal.
Aquí se acaba este capítulo. Para
el próximo he agrupado diversos desórdenes metabólicos y problemas de salud
concretos junto con algunos de los disruptores hormonales para los que se ha
demostrado una relación de influencia y/o asociación.
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