Las enfermedades inflamatorias
del intestino
Las enfermedades inflamatorias
del intestino (síndrome de Crohn,
colitis ulcerosa, colon irritable) son un grave problema de salud que está en
aumento. Son típicas de países avanzados aunque se han incrementado con rapidez
en aquellos de Sudamérica, Europa del Este Asia y África en los que se ha
producido una reciente industrialización (Alatab et al. 2019).
El impacto de estas enfermedades
predomina en los países desarrollados, un hecho que se conoce desde hace
tiempo. Así, por ejemplo, en la pasada década se describió que el síndrome de
Crohn y la colitis ulcerosa eran diagnosticados principalmente en Norte América
y el norte de Europa (Xavier & Podolsky 2007).
Alatab et al. (2019) hacen un análisis a escala mundial de la prevalencia
de las enfermedades inflamatorias del intestino y su mortalidad en el período
1990-2017, una publicación en una revista que cuenta con un alto factor de
impacto científico (aproximadamente un 12). Representan la prevalencia por cada
100.000 habitantes por país durante el año 2017 en el mapa que veréis a
continuación.
Proporción por
cada 100.000 habitantes de ciudadanos diagnosticados de enfermedades
inflamatorias del intestino en el año 2017 por país. Fuente: Alatab et al. 2019.
Para España dan
una proporción de entre 60-80 habitantes por cada 100.000 habitantes (el
0,06-0,08%), dato que me
cuesta de creer, observando la cantidad de gente de mí circulo que conozco y
están dentro del saco. Ya pensando únicamente en el municipio donde he residido
prácticamente toda mi vida junto a unos 25.000 habitantes más, esta estima me
cuesta creerla atendiendo que en unos 25 metros alrededor de mí casa conozco un
mínimo 4 enfermos.
Los datos disponibles de cada
país dependen de los registros oficiales que existan. Es decir, de la diagnosis
correcta de todos los enfermos por parte de la sanidad pública y también de que
se codifiquen CORRECTAMENTE todos y cada uno de los enfermos diagnosticados en
el registro oficial CENTRAL de la sanidad pública. Efectivamente, para eso sirve
disponer de un buen sistema sanitario con una forma de funcionar metódica desde
que entra el paciente por la puerta hasta que sale, con unos buenos medios, con
tiempo suficientemente para atender y cumplimentar administrativamente como
toca el registro de datos, el historial.
Esos son los datos que se pueden
emplear para hacer estudios epidemiológicos, hallar las causas de los problemas
y corregirlos.
En cualquier caso, salvando el
caso particular de España y algún que otro país europeo (también me cuesta de
creer la prevalencia en otros) en ese mapa cantan de todas formas los colores
inflamados de los países más industrializados.
En Alatab et al. (2019) presentan los resultados del período 1990-2017
agrupados por diferentes áreas geográficas mundiales, una forma de distinguir
de forma más clara la relación entre la prevalencia de la enfermedad
inflamatoria intestinal y el nivel de vida de cada área geográfica ya que esta
división se hizo teniendo en cuenta el Índice Sociodemográfico de los diferentes
países. El gráfico lo tenéis seguidamente.
Proporción de
la prevalencia estandarizada por edad de las enfermedades intestinales
inflamatorias en todo el mundo, y para 21 regiones determinadas según el Índice
Sociodemográfico, durante el período 1990-2017. De cada tipo de símbolo hay una
repetición por año, referente a una estima anual que va desde el año 1990 (el
símbolo situado más a la izquierda) hasta el 2017 (el símbolo más a la derecha). La barra inferior del gráfico (SDI) es el índice Sociodemográfico,
contra más a la derecha mayor nivel de vida y de progreso tiene la región. Fuente: Alatab et al. 2019.
El resultado apunta a Norte
América (Canadá, Groenlandia y USA) como la región con más afectados y el Caribe,
la América Andina y cuatro regiones subsaharianas como los lugares con menos
impacto registrado de este grupo de enfermedades. España se encuentra en la
región Europa Occidental (West Europe)
representada con el simbolito de la cruz, y desde luego esta región “avanzada”
ha experimentado un importante incremento en la evolución temporal del número
de enfermos, además de competir con Europa del Este y Asia del Este por la
tercera posición a escala global.
En lo malo, avanzamos bien.
Un dato espectacularmente
revelador es que USA obtuvo el honor de tener casi un cuarto (el 25%) de los
enfermos globales del 2017 en su territorio...todos conocemos el tipo de dieta
y tantas otras coses que ingieren (echad un ojo a la cantidad de anuncios de fast food que dan en los canales
norteamericanos de televisión, alimentos procesados).
La culpa no sólo es de las grasas
y la carne, los disruptores hormonales juegan duro y por todo lo alto.
Confrontando el Índice
Sociodemográfico de cada país con la prevalencia de la enfermedad, lo que
resulta es que la prevalencia es mayor en los países con alto índice de
desarrollo (Alatab et al. 2019). El mismo
trabajo cita otros estudios que sugieren la misma correlación (Binder 2004;
Economou & Pappas 2008; Kaplan 2015). Alatab et al. (2019) dicen que estas correlaciones “podrían” indicar que
hay presiones ambientales que actúan como importantes factores de riesgo…pero
se excusan aclarando que no evaluaron el potencial de los factores de riesgo en
la prevalencia de las enfermedades intestinales inflamatorias para este
estudio.
A pesar de la excusación anterior,
el trabajo de Alatab et al. (2019)
acaba mencionando, apoyándose en otros trabajos, que los factores de riesgo podrían incluir la urbanización, ambientes más
higiénicos y dietas bajas en fibra y altas en carne (Bernstein et al. 2001; Kaplan 2015), y un “sugerido” nexo entre un alto estatus
socioeconómico con respecto al retraso o el bajo nivel de exposición a
infecciones comunes durante la infancia…y relacionan esto con una respuesta
inmune alterada en individuos genéticamente susceptibles (Alexander et al. 2014; Kostic et al. 2014).
Osea, para que lo entendamos
todos, que esto de que en los países más desarrollados (donde hay más
contaminación de todos los tipos y comemos más contaminantes) haya una
claramente mayor proporción de ciudadanos que padecen una enfermedad intestinal
inflamatoria es porqué de niños no nos expusimos a las infecciones comunes o lo
hicimos tarde, y entonces el sistema inmune es algo así como “defectuoso”,
tiene una respuesta rara, sobretodo en aquellos individuos que genéticamente que
son ya de por si “delicados” de serie.
Es que, al final, al final, la
culpa siempre es del ciudadano y nunca, nunca, nunca, de las industrias.
Otro factor de riesgo que
enumeran en el artículo (la urbanización) me parece una forma eufemística de
señalar el megagrupo conflictivo (para los de siempre) de factores que
realmente está causando esas enfermedades. El alquitrán y el cemento por si sólo es absurdo
que guarden relación con las enfermedades del intestino, este problema no tiene nada
que ver física y directamente con ellos. Lógicamente, todo aquello que viene asociado a la urbanización: la contaminación masiva en todos los
niveles cuando se trata de grandes núcleos de población (industria química,
tránsito de vehículos, utilización de productos perjudiciales a saco,
dieta-basura con contaminantes químicos, plaguicidas, etc.) es un gran saco
altamente problemático para la salud, en cualquier sentido y dirección.
En definitiva, Alatab et al. (2019) ya explicaban en la
introducción como preludio que el papel
de los factores ambientales como causas o desencadenantes de la respuesta
inmune incontrolada continuaba siendo debatida (Sairenji et al. 2017)…mencionaban este aspecto escuetamente y casi diríase que “sembrando
duda”.
Lo que llevaron a cabo Alatab et al. (2019) es un trabajo enorme que
cuenta con decenas de científicos como autores, afiliados a centros de 25
paises diferentes, con una más que
importante participación de los centros pertenecientes a importantísimos países
petroleros (Arabia Saudita, Irán, Iraq, Qatar, Nigeria, USA) en la que
destaca en mayúsculas una clara predominancia de Irán…¡Hasta 17 universidades
diferentes de Irán participaron en el trabajo!
El trabajo muy potente, mucho
esfuerzo, mucha gente interviniendo y tal, los resultados muy bien presentados…pero
la verdad, si no hubieran dado ninguna explicación sobre la posible etiología
de las enfermedades inflamatorias del intestino, puesto que ya aclaraban que no
habían entrado a evaluar los potenciales factores de riesgo, hubiera quedado exquisito.
Mencionar unos factores, una
posible etiología, de una forma hasta poco clara (urbanización) obviando otros muy importantemente señalados en una
larga lista de publicaciones científicas, relacionados con la contaminación y
las implicaciones con las industrias petroquímicas, pues como que estropea el
resultado científico global y no acabo de entender bien como desde la revisión
del artículo no han estado al tanto del tema.
Por cierto, aparte de la gran
participación de la ciencia por parte de países situados entre los mayores
productores de petróleo a escala mundial, cabe señalar que el estudio de Alatab
et al. (2019) estuvo financiado por Bill & Melinda Gates Foundation (la fundación de
Bill Gates y su mujer).
Como moraleja, mola saber quién paga el
bautizo.
Salvando los tupidos velos
potencialmente “previsibles” o no, hay muchos datos interesantes resultantes.
Por ejemplo, Alatab et al. (2019) describen un incremento en el período 1990-2017 a
escala global del número de ciudadanos con enfermedades intestinales
inflamatorias..¡¡de un 85,1%!!
Es algo bestial.
Ahora, después de este preludio
para poneros en situación, viene la parte de la historia que uno pueda
contemplar que algunos quisieran pretender…menoscabar.
Las
enfermedades inflamatorias del intestino y los disruptores hormonales
La exposición a tóxicos, entre
ellos los xenoestrógenos (disruptores hormonales), es contemplada como un
posible factor de riesgo para el desarrollo y la recaída de las enfermedades
inflamatorias del intestino. El Bisfenol
A por ejemplo es capaz de tener
actividad estrogénica en el colon y alterar la función intestinal. En
ratones se ha demostrado que la exposición al bisfenol A aumenta la mortalidad
y empeora estas enfermedades, identificando además un mecanismo potencial de
afectación negativa sobre la fisiología intestinal que agrava la inflamación
(DeLuca et al. 2018).
Empezamos con un bingo, pues.
El microbioma intestinal tiene un
papel destacado en la regulación del almacenamiento de grasa (Backhed et al. 2004), la regulación de la
capacidad de extraer energía de los alimentos (Teixeira et al. 2012), modular los niveles de hormonas que intervienen en la
regulación del apetito (Cani et al.
2009) y alterar las rutas inflamatorias (Cani et al. 2008; Kelly & Mulder 2012; Membrez et al. 2008). Los disruptores hormonales tienen un efecto sobre los
microorganismos que viven en nuestro intestino, llamados en conjunto “microbiota
intestinal” (Jin et al. 2017;
Snedeker & Hay 2012; Velmurugan et al.
2017) y pueden influenciar el microbioma intestinal (Bansal et al. 2018). En este sentido se han
encontrado también asociaciones entre las alteraciones del microbioma
intestinal y la obesidad (Teixeira et al.
2012; Turbaugh et al. 2009) y la
diabetes (Larsen et al. 2010)…¿Recordáis el capítulo anterior?
Las bacterias presentes en el
tracto gastrointestinal y los disruptores hormonales guardan una relación entre
sí, y ambas partes pueden jugar un papel en las enfermedades metabólicas. Las
bacterias pueden aumentar o disminuir la toxicidad de los disruptores y estos
pueden alterar las funciones de las bacterias (Claus et al. 2016).
¿Quién tiró la primera piedra?
De entrada, como especie hemos
coevolucionado con las bacterias, así que no me explico como ahora pueden haber
creado toda esta epidemia de problemas intestinales, curiosamente en
coincidencia con todo el incremento temporal de contaminantes de los últimos
tiempos, historia que se vuelve más clara cuando se observa un aumento de estas
enfermedades en paralelo a la reciente industrialización y desarrollo de los
países menos avanzados.
Me inclino a pensar que sean los
disruptores los que comenzaron primero a liarla y alterar a las bacterias…o
eso, o no sé cómo diantres hemos sobrevivido como especie durante tantos miles
de años sin medicamentos, neveras, hospitales y mil medidas higiénicas.
La microbiota intestinal tiene
una importante variación entre individuos y esto podría redundar en diferencias
en la metabolización de los disruptores hormonales y ocasionar diferentes
repercusiones en la salud (Arumugam et al.
2011)…no solamente las intestinales.
Esto juega favor de los malos porqué lo complica todo
aún más a nivel científico de cara a establecer relaciones entre causa-efecto,
lamina los afectados por un mismo problema en una disparidad de enfermedades...aún
más difícil de estudiar y demostrar el efecto de los contaminantes de forma
estadística.
Diferentes manifestaciones para
un mismo grupo de detonadores.
A cada cuál le explota el
problema en un lugar diferente o de formas diferentes, como se prefiera
concebir.
Una de las peculiaridades de
estas enfermedades del intestino es que la prevalencia es más alta en mujeres
que en hombres. Alatab et al. (2019)
describían un sesgo significativo del impacto en mujeres respecto a los
hombres. En mujeres, el desarrollo de las enfermedades inflamatorias
intestinales se ha asociado con los anticonceptivos orales (Godet et al. 1995; Khalili et al. 2012). Del mismo modo, la
desaparición de la clínica y de los síntomas de las enfermedades inflamatorias
intestinales se han asociado con el hecho de dejar de tomar la píldora
anticonceptiva (Cornish et al. 2008;
Villafruela Cives 2009).
Y es que hombres y mujeres son
diferentes hormonalmente.
Otra vez las hormonas, otra pista
apuntando al mismo grupo de asesinos en serie: los disruptores.
El papel que juegan las hormonas
sexuales en las enfermedades autoinmunes es complejo pero lo que se conoce sin
lugar a dudas es que las mujeres son más propensas a sufrir muchas de las
enfermedades autoinmunes (Whitacre 2001; Beagley & Gockel 2003). Es más, para
algunas de estas enfermedades los cambios en los niveles de estrógenos (hormona
sexual básicamente femenina) se relacionan con un cambio en la gravedad de la
enfermedad (Beagley & Gockel 2003; Jansson & Holmdahl 1998).
Otro aspecto conocido es que el
sistema inmune de la mucosa del estómago y el intestino podría ser altamente
influenciable por la actividad de señalización del estrógeno, hecho que ayuda a
entender el por qué las mujeres tienen una mayor tendencia a presentar el síndrome de Crohn (Brant &
Nguyen 2008). Las diferencias metabólicas marcadas por el sexo y la
intervención de las hormonas gonadales (sexuales) en la regulación del
metabolismo son aspectos descritos de forma amplía (Mauvais-Jarvis 2015).
En definitiva, la actitud de
intentar pasar todo el conjunto de evidencias científicas (las mostradas aquí
son solamente algunas de las existentes) por alto desde algún sector de la
investigación o desde la medicina misma me parece vergonzoso. Lo peor es que quizás
los periodistas se dediquen básicamente a dar un paso más para acabar de
enredar a la gente y provocar una diarrea mental que hiede de verdad a fétido.
Quedaros con este último párrafo
porqué al final de esta serie de contenidos dedicados a los disruptores
hormonales, voy a ir de lleno a analizar como se está enfocando este grave
problema de las enfermedades inflamatorias intestinales desde el mundo
periodístico utilizando para ello una noticia que brotó masivamente en
diversidad de medios de información este año.
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