Un papamoscas cerrojillo (Ficedula hypoleuca), un ave insectívora pequeña pero espartana, descansa
en unas viñas de Gallecs antes de continuar con su maratoniana migración.
Fotografía de Sergi Canet.
Recientemente, la revista Journal of Applied Ecology ha publicado un articulo que profundiza en el efecto de la gestión ecológica de los viñedos y de la riqueza del paisaje sobre las aves:
Barbaro L, Assandri G, Brambilla M, Castagneirol B,
Froidevaux J, Giffard B, Pithon J, Puig-Montserrat X, Torre I, Calatayud F,
Gaüzere P, Guenser J, Macià-Valverde F. X., Mary S, Raison L, Sirami C, Rusch A (2021) Organic management and landscape heterogeneity
combine to sustain multifunctional bird communities in European vineyards. J
Appl Ecol.
https://besjournals.onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/1365-2664.13885
El estudio, coordinado
por el INRAE francés (Instituto Nacional para la Investigación de la
Agricultura, la Alimentación y el Medio Ambiente) ha contado con la
participación de investigadores de Francia, Italia y Catalunya, tres de ellos
adscritos al Museo de Ciencias Naturales de Granollers. Podéis acceder a
la nota de prensa original del Museo siguiendo este enlace:
Las
aves de los paisajes agroganaderos de Europa desaparecen
Las aves asociadas a
los paisajes agroganaderos son las que más declive, y con diferencia, han
sufrido en Europa a lo largo de las últimas décadas, debido a la
intensificación de la producción (simplificación del paisaje agroganadero y
utilización de los productos químicos artificiales).
Paradójicamente, las
aves forman parte de lo que se denomina fauna auxiliar ya que contribuyen a
reducir las poblaciones de invertebrados perjudiciales para los cultivos, entre
otros muchos servicios ecosistémicos beneficiosos para la especie humana, como lo
son también todos aquellos relacionados con el disfrute de la naturaleza (p.
ej. sus cantos). Es más, el paisaje que observamos es modelado en buena
parte por las aves, atendiendo a que son las principales dispersoras de
semillas de plantas, arbustos y árboles, convirtiéndose así en jardineras
indispensables del planeta. Piensa en ello cuando recojas una mora u otro
fruto silvestre o, simplemente, cuando contemples cualquier tipo de paisaje.
Debido a todo ello, en
Europa ha ido creciendo una imprescindible, aunque minoritaria, corriente de
gestión ecológica de los cultivos (sin uso de plaguicidas o fertilizantes
sintéticos) que también abarca a los viñedos y que incluso promueve la
conservación de la riqueza del paisaje (lindes arbustivas, arbolados, etc.) y
el respeto durante la nidificación de las aves (no eliminar vegetación, no
cortar, etc.) con el fin de no provocar fracasos reproductores (mortalidad
de pollos y destrucción de huevos).
Los resultados
de la investigación
El artículo del Journal
of Applied Ecology se basó en censar aves a lo largo de 334 viñas (el
30% ecológicas) repartidas por Francia, Italia y Catalunya. Se identificaron
11.500 contactos de aves de 131 especies durante los censos. Una parte
importante correspondían a especies con tendencias recesivas, con problemas
fuertes de conservación, estando algunas de ellas muy amenazadas (p. ej. El
sisón Tetrax tetrax y la tórtola europea Streptopelia turtur).
Una vez analizados los
resultados del estudio, los investigadores vieron que la gestión ecológica de
las viñas favorecía a la diversidad de aves insectívoras y a la de la comunidad
de aves al completo. Otros factores que sumaban en este sentido fueron el
recubrimiento herbáceo dentro de las propias viñas y la complejidad del paisaje
alrededor de ellas. Además, las aves insectívoras y las que emiten un
canto especialmente atractivo para nosotros (p. ej. la oropéndola Oriolus
oriolus y el ruiseñor común Luscinia megarhynchos, etc.) quedó claro
que se beneficiaban de la presencia del hábitat forestal.
Es decir, la clave está
en procurar que el paisaje sea rico y diverso (con abundante disponibilidad de
arbustos, márgenes arbolados, vegetación herbácea, bosques con un buen nivel de
sotobosque, etc.) y gestionar las viñas de forma ecológica. Pero ojo, que
llevar a cabo una gestión ecológica de los cultivos (sin plaguicidas ni
fertilizantes químicos) no comportaría un gran avance en el caso de que se
eliminen todos aquellos elementos naturales que conforman la riqueza del paisaje,
su heterogeneidad. Con frecuencia, en nuestro país, debido a una pobre cultura
de la tierra, los agricultores que se pasan a la gestión ecológica siguen con la costumbre de erradicar márgenes arbustivos, márgenes herbáceos,
árboles y todo aquello que no sea estrictamente su cultivo, y encima lo hacen
en período reproductor de las aves. La práctica agraria en este caso se debiera llamar agricultura orgánica
pero NUNCA ecológica, y esa fórmula de gestión es un CRASO ERROR.
La peor opción, por
supuesto, y por desgracia la más utilizada sería esquilmar el paisaje a base de
eliminar la mayoría de los elementos naturales alrededor de las viñas y encima
aplicar fertilizantes y plaguicidas químicos. Esta suma de despropósitos
produciría un empobrecimiento drástico de la comunidad de aves con todo lo que
significa (pérdida del patrimonio natural, pérdida de servicios ecosistémicos,
etc.). Deberíamos reflexionar profundamente teniendo en cuenta que las aves
son bioindicadoras y si a ellas les afecta un tipo de gestión radicalmente
equivocada, a nosotros también. No somos dioses.
La aplicación
del conocimiento
Lo importante de este
tipo de estudios es que buscan una aplicación práctica en el mundo de la
gestión; pretenden cambiar las cosas, mejorarlas. Son un argumento de primera al
que cabe acogerse con la finalidad de forzar un CAMBIO (con palabras
mayúsculas) en las políticas agrarias que se fomentan desde la
administración pública, directa o indirectamente. No nos olvidemos que el sector
primario se nutre de forma importante con el dinero de nuestros impuestos mediante
las subvenciones. Solamente en el sector agrícola se ha estimado que se
destinará el 40% del presupuesto total de la Unión Europea para el período
2021-2027. La agricultura y la ganadería es una realidad que existen
gracias al dinero público, ni más ni menos.
Consecuentemente, por
interés público, por el interés común, se tendría que apoyar por encima de todo
la gestión ecológica y sostenible de los cultivos. No obstante, todos
sabemos que el apoyo mayoritario de la Unión Europea acaba de forma desmesurada
en los bolsillos de los productores de la agricultura y la ganadería
industrial, y en última instancia, como no, en los de las multinacionales
dedicadas a producir y suministrarles plaguicidas y fertilizantes sintéticos, sin tener apenas en
cuenta las conclusiones y resultados de infinidad de estudios publicados
durante las últimas décadas. Ya no me refiero solamente a los que hacen
referencia a la biodiversidad, sino también a los que tratan aspectos de la
salud humana.
En este sentido,
dentro de la Unión Europea, nuestro país, fiel a su línea de cuanto peor,
mejor, es de los que más apuesta por la agroganaderia intensiva y el consumo de
plaguicidas y fertilizantes químicos.
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