Por Francesc Xavier “Xesco” Macià
El día 12 de marzo de 2021 las aves del
Vallès se quedaron huérfanas. Falleció Josep Ribas Falomir, por COVID.
No era futbolista, torero, o cantante de
Operación Triunfo, ni ningún subproducto con el que entretener a las masas. Era
ornitólogo honrado de los que gastan las botas en el campo, lejos de los
ambientes almidonados del esnobismo, a leguas de los despachos y los salones.
Consagró su vida a la corología de las aves
de la comarca del Vallès Oriental y Occidental, cubriendo también una porción
del Maresme y de Osona. La corología busca conocer la distribución de las
especies y el por qué de la distribución.
Comenzó su labor cuando apenas se conocía
nada en su zona de estudio y no existían medios, picó piedra casi desde cero. Abrió
el camino buscando respuestas, estudiando las poblaciones de aves, las
abundancias y sus cambios, y nos regaló su saber. Su existencia transcurría censando
aves. Una hora antes de que amaneciese empezaba el censo de nocturnas y después
seguía con el censo de aves diurnas que duraba alrededor de unas 5 horas más.
Por la tarde digitalizaba los datos. Tal disciplina férrea marcó su día a día a
lo largo de décadas, centrado en una misma zona de estudio enorme muestreada en
detalle, minuciosamente, una auténtica rara avis entre los ornitólogos.
El conocimiento que obtuvo sobre las
abundancias de todas las especies presentes estaba grabado en su cerebro de tal
forma que podía darte cifras de cualesquiera de los cuadrados UTM de 1 x 1 km
en los que había dividido su ámbito de estudio. Alcanzó la sabiduría.
Su primer libro (Els Ocells del Vallès
Oriental) lo publicó el año 2000. Los cuatro locos que mirábamos aves en
aquellos entonces en su zona de estudio lo convertimos en una obra básica de
consulta. Ante cualquier duda, cualquier inquietud, acudíamos a su libro y
absorbíamos lo que él había plasmado. Hoy en día, sigo haciendo lo mismo y es,
con diferencia, el libro más gastado de mí biblioteca. Es de esos libros
entrañables que se nota están hechos con amor. Sus textos son sencillos,
concisos, precisos, con rigor y un léxico a su vez que ralla lo poético, introduciendo
palabras innovadoras en una obra sobre aves. Un equilibrio y un estilo que en
un libro de ornitología que versa sobre la distribución, la abundancia y la
evolución de las poblaciones aves era y es extraño de ver en el siglo XXI.
Sin Josep nos quedaremos sin conocer a fondo
que tal le ha ido a esta o a la otra especie en el Vallés durante los próximos
años, un agujero inquietante del conocimiento que nos recordará que una sola
persona es capaz de marcar la diferencia. Este sería el sentido frío de la pérdida
en el mundo ornitológico.
En el plano personal, a los que lo conocimos,
nos queda acostumbrarnos a no poder disponer de su conversación, las largas
charlas que giraban entorno a anécdotas, experiencias, observaciones,
conocimientos y curiosidades sobre estos seres alados y nuestras correrías de chalados
por el campo. Compartir la alegría de una nueva observación de un reproductor
escaso o raro en la comarca, o la frustración, tristeza e impotencia por un
nuevo atentado contra la naturaleza, son cosas que no se pueden hacer con
cualquiera ¿Quién nos iba a comprender en profundidad más que él?
Personalmente, significó mucho en la última
década. La gran mayoría de ornitólogos y naturalistas catalanes me habían
girado la espalda, coincidiendo con mí etapa más intensa de activismo por la
conservación de la naturaleza vallesana. La falsa moral de siempre; te expones
en público, pones la cara por algo colectivo y te encuentras con el premio del
ostracismo más completo. Fue entonces cuando él más me apoyó y creyó en mí. En
el 2019-2020, cuando enfermé gravemente, estuvo ahí. Vino a verme y continuó el
contacto conmigo. Me sobran dedos de una mano para contar los naturalistas u
ornitólogos que hicieron eso. Su calidad humana sobresalía.
Estos últimos días recordaba cómo lo conocí;
fue cuando estaba preparando su primer libro. Cómo hizo con otros naturalistas
y ornitólogos, pidió datos de interés con los que poder complementar su vasta
información. La vida es extraña; nuestra última conversación se produjo a raíz
de su próximo libro sobre el Vallés en el que estaba trabajando. Me pidió
colaboración, igual que a tantas otras personas. Desgraciadamente, este último capítulo
de la historia se ha quedado incompleto. No podremos ver nunca más un libro
verdaderamente suyo.
En un momento tan tierno, lamentablemente,
suceden comportamientos fuera de lugar que forman parte ya de la normalidad en nuestra
sociedad alienada. Esta vez se me giró el estómago, no lo esperaba. La actitud
de sacar partido, autopromocionarse en el escenario mediático aprovechando cualquier
oportunidad es grotescamente vomitiva. Pero incluso, en los peores momentos, la
miseria de estar en el escaparate en el momento más inadecuado, el afán de
protagonismo inmediato, en definitiva, la esencia del fastfood llevada a
cualquier expresión y circunstancia de la vida, borran por completo el sentido
de la decencia, el pudor y la sensibilidad. Unos cuantos conocemos a quién va dirigida mí crítica y otros lo acabarán descifrando a poco que piensen. Es de imaginar que esta crítica las generaciones más jóvenes no alcancen
tal vez a comprenderla porqué tienen otra escala de valores, la de los hechos
consumados y el plantar primero la bandera al precio que sea.
Desde el principio, Josep Ribas enriqueció
sus publicaciones con la aportación complementaria de multitud de
colaboradores, una generosidad y humildad que es la base de la ciencia bien
hecha porqué lo que en realidad debe mover a una persona de ciencia es conocer.
Quizá la noche y los focos confundan a unos pocos que no conciben la vida así.
¿Quién sabe si se podrán trabajar los datos
inéditos de Josep en el futuro? A pesar de ello, sin el profundo conocimiento
sobre el terreno de Josep, sin experiencia suficiente en la aplicación de su
particular metodología, la interpretación estará cercana a la imprecisión y el
error. Sería el peor legado a su memoria. De cualquier modo, se fue demasiado
pronto, es una gran lástima que nos dejara tan temprano. Es lo que debiera
importar ahora y nada más.
Otra espina punzante, la estocada final
en una pérdida, es no poderse despedir. Es de los aspectos más malditos del
COVID y descubres la dimensión de ello cuando una persona especial en tú vida
desaparece, de repente. Sin embargo, el consuelo que nos abraza al recordar a
Josep Ribas es saber que fue de esas pocas personas con la suerte de ejercer su
tan sentida vocación a diario, alimentarse de la observación de aves durante
casi toda su vida. Su vida estuvo repleta de intensidad y emociones, la de los colores de las plumas, los cantos y los paisajes de la geografía que tanto amó.
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