miércoles, 1 de abril de 2020

Los disruptores hormonales


Tanto en esta entrada como en las siguientes en las que se tratará el tema de los disruptores hormonales, vais a ver entre paréntesis citas bibliográficas. Las reseñas las encontraréis, con los detalles correspondientes de publicación, en un apartado final de bibliografía para cada una de las entradas.
Llevo unas semanas absorbido por la lectura de artículos científicos sobre los disruptores hormonales y el magnífico libro Libérate de tóxicos de Nicolás Olea.


Ciertamente, en parte importante la ciencia actual está envuelta y arropada en un manto de conservadorismo y para la que está cayendo pocos científicos hay que abran camino investigando y publicando contenidos en revistas científicas que son altamente impertinentes para los intereses económicos del sector industrial. Cuando un reputado investigador opta además por hacer accesible el conocimiento científico “conflictivo” a la población en general y lo divulga, y además este es alarmante para la población, no queda otra salida que reconocer su valentía y su entrega al bienestar colectivo. Tengamos en cuenta que hoy en día para investigar se requieren muchos fondos económicos (privados y/o públicos) y le será más fácil tener puertas abiertas a aquel que es “amable” para con ciertos intereses…y recibirá, por supuesto, muchas menos pedradas desde varios frentes, entre ellos el formado por algunos de sus colegas de profesión.
Papalou et al. (2019) acaban su gran trabajo de revisión del efecto de los disruptores hormonales sobre la salud mencionando que la sociedad científica debiera familiarizar a los ciudadanos con los efectos perjudiciales de las sustancias químicas que actúan como disruptores hormonales, y que esta tarea debería ser el enfoque primario de la comunidad científica. 
Hablando claro, que los científicos tendrían que desempeñar un trabajo de divulgación social de los peligros de estos contaminantes. 
No son muchos los que alcanzan un nivel de compromiso e implicación tan destacado. A los políticos y los poderosos les mola más que los científicos y sus descubrimientos “conflictivos” no asomen demasiado fuera del círculo endogámico y pequeño de la ciencia.
Cabe entonces aplaudir a los que dan ese paso extra y salen a la palestra a decir unas cuantas verdades incómodas, por el bien de la mayoría, arriesgándose además a recibir ataques desde diversas procedencias.
Libérate de tóxicos es un viaje necesario para cualquier ciudadano, necesario para su seguridad y la de sus seres queridos. Un libro indispensable para descubrir el mundo que entre unos, por desidia y cobardía, y otros, por el lucro, han llenado de amenazas para nuestra salud que se empeñan en ocultarnos, amenazas a las que no quieren poner fin ni enmendar los que tienen el poder de decisión.
A mí me ha asombrado enormemente ver cuantos grandes poderes, cuantos grandes frentes de conflicto han quedado “expuestos” por las investigaciones de Nicolás Olea y otros científicos. Puedo suponer que precio han pagado; las repercusiones, obstáculos y sinsabores en su camino. Y la guinda del pastel es que Olea no solo publique en medios científicos sobre estas historias altamente conflictivas de forma reiterada desde hace años y años, sino que haya participado en el intento de hacer cambiar las cosas mediante la interlocución con cargos públicos o la intervención en diferentes estamentos.
Por eso, aún es más sorprendente que toda esa larga y frustrante amalgama de experiencias y conocimiento, de encontrarse piedras en el camino, lo comparta con todos nosotros en clave de denuncia social. Hay que tener una determinación muy alta, un compromiso hacía su profesión, al servicio público, muy por encima de lo que muchos podemos llegar a contemplar.
En cuanto a los contenidos que os iré ofreciendo sobre los disruptores hormonales o endocrinos y los problemas de salud asociados, el libro es todo un ejemplo que me ha inspirado en gran medida y que citaré a menudo. He ampliado el panorama leyendo artículos científicos de otros investigadores comprometidos en ser decentes para con la salud de todos, personas dispuestas a luchar con bata blanca, probeta y ordenador contra las mil amenazas que planean e imponen los Gigantes de nuestros tiempos.
Por eso, vais a ir viendo una serie de entregas bajo el título de Los disruptores hormonales en Perro Verde que espero os impacten tanto como a mí cuando iba leyendo cada uno de los artículos y el libro de Olea. Además os prometo un desenlace, un final, apropiado para esta serie de contenidos.
¿Qué nos suena sobre los disruptores hormonales?
La verdad es que conocía algo sobre los disruptores hormonales desde hace años, del impacto de este tipo de contaminantes tanto sobre las personas como sobre la biodiversidad. Quizá el caso del insecticida DDT también os suene a vosotros, ya que figura entre los más conocidos por los efectos en las personas y en las aves.
En lo que se refiere a las aves, las rapaces, que siempre han gozado de un mayor impacto social, sufrieron grandes declives poblacionales debido a que el DDT inhibía el metabolismo del calcio. Esto provocaba que las cáscaras de los huevos fueran tan finas que se rompieran mientras las aves los incubaban. El halcón peregrino (Falco peregrinus), el águila pescadora (Pandion haliaetus) o el pigargo cabeciblanco (Haliaeetus leucocephalus), el emblema USA por excelencia, fueron algunas de las especies que sufrieron las consecuencias más graves. Tuvieron que ponerse en marcha ambiciosos planes de recuperación dotados de colosales sumas de dinero para salvar sus poblaciones. En Europa no fuimos inmunes a este gran problema. 
Sobre esta temática, para quién quiera informarse con propiedad, se han publicado muchos artículos científicos que atestiguan el tremendo mazazo que supuso el DDT para las aves rapaces.
Juvenil de águila pescadora en una plataforma de nidificación instalada para apoyar las poblaciones de la especie en USA. Llama la atención lo cerca que se pueden observar estos nidos ocupados, desde zonas transitadas por personas regularmente…algo impensable en la península Ibérica: alguien les lanzaría piedras, petardos, les dispararía, o cortaría el poste, o cruzaría a nado hasta el nido haciendo fracasar la incubación, o haría sonar el claxon para que el águila volase y poder tirar una foto “bonita”...pobrecicos los gañanes.
La historia de la prohibición del DDT fue épica. Tuvo que ser una valiente estadounidense, Rachel Carlson, quién publicara en el año 1962 su libro Primavera silenciosa, destapara a lo grande (otro libro dirigido al gran público) y señalara al DDT como amenaza rotunda para la naturaleza y la vida humana. Lógicamente, como en tantas otras batallas, el bando con intereses económicos en el DDT no se estuvo quieto y Rachel fue machacada. Habían estado publicitando el DDT como producto inocuo, utilizando imágenes en las que aparecían personas que se rociaban literalmente con ese elixir lleno de virtudes para acabar con los parásitos (mosquitos por ejemplo) y se recomendaba tanto para fuera del hogar como para el interior.


Uso del DDT durante la II Guerra Mundial. Fotografías extraídas de Gamboa Fuentes (2014) quién a su vez recurrió a la fuente Centers of Disease Control and Prevention (EE. UU.).
Os podéis hacer una idea del calibre de las ganancias del DDT ya que fue un producto que lo estuvo petando a nivel mundial por todo lo alto. Afortunadamente, tras la dura batalla de una década desencadenada por el libro de Rachel Carson, el uso del DDT se prohibió en USA. Y desafortunadamente, aún décadas después, persiste todavía el rastro del DDT en animales y personas, como algo que habría de hacernos recordar esa historia, provocar una reflexión y un cambio, y dejar atrás las conductas irreflexivas que nos llevan a un precipicio quizá irreversible...el problema hoy en día es muchísimo mayor, como os iré explicando.
 El DDT y otros productos plaguicidas organoclorados dejan clara su persistencia apareciendo todavía de forma habitual en las placentas de jóvenes madres europeas (pág. 155, en Olea 2019).
La especie humana me recuerda al protagonista de aquella película de los hermanos Coen, Fargo. En la peli, el protagonista trata de solucionar un problema adoptando decisiones que ocasionan que se vea envuelto en una situación cada vez peor, la va cagando cada vez más y más…la ciencia (no toda la ciencia se dedica a la benignidad) inventa productos para paliar un problema y mejorar nuestra vida “teóricamente”, y el remedio se convierte en una pesadilla peor, duradera y además nos deja sin opciones para salir de ella.
Las paradojas de la vida pudieran hacer posible que una misma empresa venda unos químicos que acaben produciéndonos enfermedades que la misma empresa aproveche a través de la venta de unos remedios que no sirven para curar esos males.
El caso es que mientras más leía sobre los disruptores hormonales estas semanas, más me indignaba, y de fondo la pesadilla del Coronavirus (COVID-19) iba cogiendo volumen. Veo las cifras de impacto de este virus sobre la población, la mortalidad, y medito sobre las medidas globales que se están adoptando. Me pregunto ¿Cómo es posible que los políticos y otros colectivos hayan actuado con esta contundencia y con tanta velocidad con un problema de salud reciente y, en cambio, con los disruptores hormonales lleven décadas con una actitud de desidia casi absoluta?
 ¿Acaso los disruptores hormonales no son una amenaza para la vida gravísima y conocida desde hace décadas?
Pongo un solo ejemplo del tremendo drama asociado a los contaminantes:
MEDIO MILLÓN DE MUJERES SUFRIERON CÁNCER DE MAMA EN ESPAÑA DURANTE LOS ÚLTIMOS 20 AÑOS (Olea 2019).
No discuto si se hace bien o no en cuanto a las medidas para gestionar el problema del Coronavirus (COVID-19). Espero que no me malinterpretéis, la cosa no va por aquí. Mí crítica tiene otro sentido que iréis viendo a medida que leáis los diferentes capítulos de esta serie de entradas.
El transfondo potencial en el que no quiero pensar demasiado es que con el COVID-19 las farmacéuticas y laboratorios puedan tener una oportunidad de negocio no despreciable sin que existan repercusiones de conflictos con grandes intereses económicos. Ahora bien, atajar el tema de los disruptores es exponerse a entrar en un conflicto importante con enemigos que nadie querría tener.
Hace unas semanas leí una noticia cacareada en un despliegue importante de atención por parte de los medios de información. Me cabreó bastante el enfoque, el tratamiento de todo ese gran y complejo tema de salud.
¡Cuanto interés en enredar a la gente!
Así que en respuesta, me propuse darle al asunto la luz que merece y contar lo que no quieren contar los pregoneros y tampoco quieren que se cuente los dueños de todo.
Me he propuesto divulgar sobre parte de lo que se conoce acerca de los disruptores hormonales en relación a ese problema de salud del que hablaban los periódicos y de paso también mencionar otros, sobre el gran tamaño de la amenaza a la exposición a estos contaminantes y su impacto en la salud y la vida, basado todo ello en las evidencias científicas y la gran guerra que algunos investigadores comprometidos y valientes (algunos desde hace décadas) están librando de una manera sorda…no por qué no merezcan la atención diaria de los medios de información y los políticos.
Voy a dedicar varias entradas en este blog a difundir esta amplia temática, leed hasta el final y creo que os daréis cuenta de a donde quiero llegar. La temática es muy extensa y los problemas de salud con los que se ha asociado van a exceder los contenidos que voy a colgar. Mí humilde intención es situaros en el escenario, que os hagáis una idea de que todo lo que está pasando. 
El nivel de prevalencia actual de muchas enfermedades emergentes no es normal, ni nunca lo ha sido.
En Perro Verde encontraréis a lo largo de las próximas semanas la parte de la historia que no se suele divulgar fuera del círculo endogámico de la ciencia, la que raramente aparece fuera de las revistas científicas especializadas. La diabetes, la obesidad, los problemas coronarios, las enfermedades intestinales inflamatorias, los problemas de tiroides, el cáncer, etc.
 ¿Os habéis preguntado que hay tras el aumento de estas enfermedades?
¿Las causas?
Os prometo también unas reflexiones sobre los síndromes de sensibilización central (fatiga crónica, fibromialgia, sensibilidad química múltiple).
No obstante, antes de pasar a profundizar sobre los disruptores hormonales, conviene saber que son las hormonas. Los disruptores hormonales os lo presentaré en el próximo capítulo.
Las hormonas
La mayoría de la población ha oído hablar de ellas pero desconoce la enorme importancia que tienen para el funcionamiento de nuestro cuerpo.
El cuerpo humano es un organismo formado por infinidad de células que mantienen una cierta “independencia” entre sí. Uno podría imaginar que el caos en ese organismo sería una posibilidad bien lógica, y en cambio, hay una armonía, funciona, ya que todas esas células desempeñan multitud de funciones en un equilibrio y sincronía ajustada casi a la perfección.
 ¿Y cómo es posible ese funcionamiento ordenado?
El cuerpo humano (y el de los animales) es como una gran orquesta filarmónica que para tocar una melodía que suene bien necesita una partitura que seguir y un buen director pautando a los diferentes músicos.
A groso modo, las hormonas serían como parte de la partitura y el director al mismo tiempo.
Las hormonas evitan el caos y lo armonizan, son los mensajeros químicos que llegan a cualquier rincón (tejidos y órganos) utilizando las carreteras, autovías y autopistas (la sangre) e imparten las órdenes necesarias (estímulos) en el momento y lugar que toca. Intervienen en la regulación de:
  •       El crecimiento y desarrollo del cuerpo (tejidos, órganos, músculos, sistema nervioso e      inmunitario)
  •       El metabolismo
  •       La sexualidad y la reproducción
  •       Los estados de ánimo y el comportamiento
  •       La presión arterial
  •       El neurodesarrollo y la inteligencia

Una niña se transforma en adulta por la intervención de las hormonas, y…
 ¿Verdad que no es normal que tenga la menstruación con 8 o 9 años?
Pues no, pero los disruptores hormonales también están implicados en la pubertad precoz.
Este mecanismo de las hormonas no es único de los seres humanos, sino que es el mismo que guía transformaciones tan mágicas del reino animal como la del paso de un renacuajo a rana o sapo adulto. Es más, las mismas hormonas T4 y T3 que intervienen en la metamorfosis de los anfibios y los peces, a su vez también son esenciales en el cuerpo humano.
Los seres vivos basamos nuestra existencia en las relaciones químicas y las hormonas desempeñan su función, al igual que las células, mediante mecanismos químicos. La ciencia que estudia la composición material y los procesos químicos de los seres vivos es la bioquímica.
 Olea (2019) nos explica que se conocen más de 50 hormonas en el cuerpo humano…hasta ahora.
La llave y la cerradura
La bioquímica es difícil de entender y de explicar. No obstante, hay un ejemplo que expone Nicolás Olea en “Libérate de tóxicos” muy esclarecedor para comprender el mecanismo químico, la relación entre las hormonas y las células. La hormona debe pasar la barrera de la célula, debe abrir la cerradura y penetrar hasta su núcleo para que se ponga en marcha el mecanismo capaz de crear un tejido o cualquier otra función que deba desempeñarse. Es como una llave maestra perfecta capaz de abrir la puerta y activar el cambio adecuado. Además, una misma hormona activará un cambio u otro dependiendo del tipo de célula donde actúe.
A su vez, en conjunto, las glándulas endocrinas que secretan las hormonas se reparten por todo el cuerpo y digamos que se “influencian” entre sí, como un megacomplejo mecanismo de reloj donde cada pieza tiene una parte fundamental de participación en una interacción continua. Como cualquier mecanismo de precisión, el sistema endocrino es sensible y delicado, y si tenemos a un energúmeno o varios metiendo palitos en las ruedas del reloj continuamente, seguro que al final atrasa la hora, la adelanta o directamente las agujas quedan paradas.
Los energúmenos son los disruptores hormonales; los que los permiten, los apoyan (por pasiva o activa) y los que se lucran con ellos igual es mejor que vosotros mismos les pongáis calificativos.
Bibliografía
Gamboa, Fuentes, N. 2014. DDT, una revisión histórica. Revista de Química PUCP, 28.
Olea, N. 2019. Libérate de tóxicos. RBA Libros, S. A. Barcelona.
Papalou O, Kandaraki EA, Papadakis G & Diamanti-Kandarakis E. 2019. Endocrine Disrupting Chemicals: An Occult Mediator of Metabolic Disease. Frontiers in Endocrinology, 10.

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