Es hermosa pero tóxica y peligrosa. Lo reconocemos sin titubeos...nadie lo niega, nadie lo oculta.
El próximo martes día 12 de mayo se celebra el Día de los llamados Síndromes de la Sensibilización Central (SSC):
- Fatiga Crónica y Fibromialgia
- Sensibilidad Química Múltiple
- Electrohipersensibilidad
También es el Día Internacional
de la Enfermería o Enfermera.
Cabria que estas conmemoraciones
fueran divulgadas por todo tipo de webs de la administraciones locales (ayuntamientos,
etc.), administraciones autonómicas y del gobierno central…al igual que se hace
con el Día de la Mujer, máxime teniendo en cuenta que este tipo de enfermedades
golpean, según las evidencias publicadas, con mayor incidencia en el género
femenino. Se ruega no nos cuenten más mentiras ni tergiversaciones (aquello del
origen psíquico y el trastorno psicosomático) y no escondan las causas físicas
que disgustan a los de la industria petroquímica y de las TIC (Tecnologías de
la Información y la Comunicación).
- Tóxicos de la limpieza del hogar (lejía, salfumán, etc.), de la higiene corporal y la cosmética (la fragancia, entre otros)
- Los plaguicidas
- Los ingredientes de la ropa creados a partir de la química de síntesis
- Las ondas electromagnéticas
- Etc.
En resumen, toda esa vorágine de
contaminación masiva cotidiana constante a la que nos someten por orden y
voluntad de los descerebrados de arriba (los que dirigen las marionetas).
Habréis visto la intensidad ante
la más mínima oportunidad con la que nos quieren colar aplicaciones de móvil y
demás ingenios de las TICs…legitimado
mediante una motivación de salud (¿?).
NO, majetes, NO.
NO son los móviles los que nos
van a curar.
Nuestra pasta no se la regaléis a
esta industria.
Viene de paso reconocer el papel
de la enfermería siempre, este año más que nunca, y con ello reivindicar un
reconocimiento real (no el del aplauso) en materia de dignidad laboral, unas
condiciones y un trato adecuado en el plano laboral.
¡AQUÍ ES DONDE HAY QUE INVERTIR
LA PASTA PÚBLICA!
EN SANIDAD, EN LO QUE CURA.
Ya puestos, después de dos meses
y pico de aguantar burradas, conviene sacar a relucir otro de las abundantes
muestras del absurdo en la gestión del COVID-19:
La desinfección
masiva con lejía u otros productos ultranocivos cuando el agua oxigenada es
igual de efectiva con los virus y con escasa capacidad tóxica para nuestro
organismo…
Ayuntamientos y otras
administraciones
¿Tomáis nota?
¿Cómo?
¿Seguís empecinados en fabricar
más enfermos de SSC y otras patologías, y hacer empeorar a los que ya son
afectados?
No será que no ha habido avisos y
comunicados de prensa al respecto por parte de asociaciones y demás; a
continuación os muestro dos:
Maria Argentina
Rey Fernández (Asociación SQM-EHS Galícia; Miembro del Foro Español de
Pacientes). 08-05-20. Opinión
“Vidas en cuarentena”. Redacción médica.
Comunicado Asociación SFC:SQM
Madrid “Lo que mata al COVID19, nos enferma a nosotros”. 07-05-20. Europa Press.
Maria Argentina Rey Fernández es
Doctora, afectada de SQM…por si este detalle aporta más luz a los abogados del
diablo.
Como dice aquel refrán catalán:
“Ja pots xiular, si l’ase no vol beure”
Ya puedes silbar, si el burro no
quiere beber
Al margen de si hay o no para alquilar sillas (“Hi ha per llogar cadires”)
y del si tienes burros irás a caballo (“Si tens ases aniràs a cavall”)
pasamos al contenido de las alternativas para evitar los disruptores hormonales…haberlas,
haylas, y no tienen que ver con las meigas.
Las alternativas
Aclarar las ideas con una zambullida en el Morning Glory Pool antes de legalizar sustancias químicas nocivas para la salud ¿por qué no?
Lo peor del panorama alternativo ofrecido
por la industria química es que los nuevos productos sintéticos (no naturales,
creados en laboratorio) aparecidos como sustitutos seguros también puede que sean
perjudiciales para la salud. Con algunos ya se conoce que es así.
En esta línea, los sustitutos de
los ftalatos, al igual que los ftalatos, pueden activar receptores (el PXR) e
inducir niveles altos de lípidos en la sangre en modelos animales (DeKeyser et al. 2011; Sui et al. 2015; Takeshita et al.
2011). Respecto el sustituto del bisfenol A, el bisfenol S, también se ha descrito
científicamente su capacidad como disruptor hormonal (pág. 289 en Olea 2019).
Ahora es posible que os plantéis diferentes preguntas:
Después de los conocimientos y
experiencias adquiridas con sustancias químicas anteriores en relación al
impacto sobre la salud humana
¿No han testado esos nuevos
sustitutos para comprobar con todas las garantías que no entrañan un riesgo
para la salud?
Es obvio que no suficientemente.
La historia se repite en bucle, pasarán
años hasta que se reúnan multitud de evidencias científicas que describan un
daño claro contra la salud y muchos más antes de que se prohíban esas
sustancias…significara en términos económicos que algunos habrán obtenido un
alto rendimiento.
Sin embargo, para el medio
ambiente y nuestra salud se traducirá en que como mínimo algunos de los nuevos
tóxicos sería plausible que creen problemas de salud seguramente durante
décadas incluso después de su prohibición.
Evidentemente, estas situaciones son
semejantes a un callejón sin salida, en especial cuando estamos tan y tan
acostumbradísimos a los derivados del petróleo y otras sustancias químicas
artificiales. No nos hacemos a la idea de que no tenemos porqué depender tanto
de esta gran familia de compuestos en la fase de producción de artículos, y tampoco
en el día a día de nuestra vida.
Cuando escuchéis una frase del
tipo “esto siempre ha existido” o “toda la vida se han utilizado productos
químicos”, sabed que no es cierto cuando se trata de derivados del petróleo. El
primer plástico comenzó a utilizarse hacía principios del siglo XX pero no fue
hacía la segunda mitad del mismo siglo cuando la química de síntesis a partir
de los derivados del petróleo comenzó a imponerse alrededor nuestro en
cualquier ámbito. Esa exposición ha crecido las últimas décadas hasta lo
indecente, acumulándose en la atmósfera, la tierra, el agua y los seres vivos.
Desgraciadamente, los diferentes
premios sorteados (las enfermedades) no hacen ni puta gracia y además, queramos
o no, participamos en el sorteo.
Un camino diferente sería el de
utilizar estrictamente las sustancias que se sabe que son seguras, volver a los
materiales que se utilizaron durante siglos sin consecuencias nefastas, y
reducir al mínimo los que no lo son.
Esto no va a ocurrir a no ser que
haya una masa social revolucionada pidiéndolo. Y todos sabemos una cosa: no
tiene pinta de que las enfermedades cuyas cifras de afectados superan con
creces al COVID-19 vayan a pasar a ser un tema más prioritario que el fútbol.
Como tampoco va a existir en
cuanto a los tóxicos un cambio en el comportamiento político ni de los que
mueven los hilos… contamos con una
preocupación política por la salud quizá un pelín selectiva y caprichosa.
¿Y qué hacemos para escapar de estas amenazas y acabar con ellas?
¿Cuál es la alternativa?
No nos queda otra opción más que
informarnos bien por nuestra cuenta sobre los contaminantes existentes y el
como evitar la exposición en nuestro día a día, atendiendo a que estos
contenidos muy DIFÍCILMENTE los encontraremos en las televisiones públicas y
privadas, y menos en prime time.
Actualmente, hay diferentes
fuentes fiables de información a las que podéis recurrir, entre ellas, la web
Hogar sin tóxicos.
También tenéis libros
recomendables en este sentido, entre ellos:
Silvestre, E. 2017.
Tu casa sin tóxicos. RBA Libros S. A.
Olea, N. 2019. Libérate de tóxicos. RBA Libros, S. A. Barcelona.
Es vital informarse bien de lo
que llevan los productos, apostar por el ecoetiquetado, por los productos fabricados
a partir de ingredientes de origen natural y evitar, por regla general, los
artificiales (entendidos como artificios de la química de síntesis).
Las fuentes de exposición son tan
diversas que, a priori, nos puede parecer en conjunto surrealista. Para que
captéis el meollo, los espermicidas (condones), los óvulos vaginales, los
lubricantes vaginales, los diafragmas son una fuente de alquilofenoles (pág.
381 en Olea 2019). Las cremas solares y filtros UV suelen contener
benzofenonas, canfenos, oxicinamatos, parabenos…llamados filtros orgánicos, así
que por seguridad es mejor buscar aquellos productos con filtros inórganicos:
dióxido de titanio y óxido de zinc, sin nanopartículas (pág. 381 en Olea 2019).
Sobre todo, consultad fuentes
fiables, con información de calidad y rigurosa.
Lo malo de todo es que cuesta
mucho tiempo aprender a buscar productos seguros. Evitar los disruptores y/o
carcinógenos es altamente complicado, por muchas razones:
-Se encuentran en cualquier
tipología de producto (alimentario, fitosanitario, higiene corporal, de
limpieza doméstica, mobiliario, coches, ropa, etc.).
-Los etiquetados no son claros
(ingredientes difíciles de leer, etc.) y tampoco incluyen todos los componentes
ni de los envases ni de los productos. Efectivamente, el envase podría a veces
ser más perjudicial que el contenido.
Nuestra libertad como consumidor
para elegir un producto sano NO ES REAL, porqué en muchos casos no tenemos
medio de conocer con concreción que ingredientes reales tiene. Os pongo un
ejemplo.
- En una empresa fabrican tubos de plástico. Estos tubos serán vendidos a una marca de cosméticos que será la encargada de fabricar y rellenar los tubos con una crema para la piel. Antes de fabricar los tubos alguien habrá tenido que limpiar con un disolvente el interior de la extrusora, de cara a preparar la máquina para ese nuevo material plástico con la intención de evitar la aparición de las impurezas (rugosidades, granos, etc.) en la textura del envase (algo meramente ESTÉTICO). Podrían quedar algunos restos del disolvente en el plástico extruido y como consumidores el disolvente no podremos llegar a conocer cual es. El plástico puede llevar aditivos como el colorante que se habrán añadido en una tolva aparte y que no conoceremos. Luego, una vez fabricado el tubo pasará por la máquina de inyección que inyectará la cabeza (donde va alojado el tapón). Quizá en los moldes en los que se inyecta el plástico a altas temperaturas, los operarios hayan aplicado un spray de aceite o algún otro producto con el objeto de evitar que el plástico inyectado se quede adherido.
En definitiva, la presencia de sustancias tóxicas que no podremos conocer, con potencial de interacción con
los químicos de la crema, del contenido en si.
Además, casi tendremos que hacer
una carrera universitaria antes de ir al super si queremos cerciorarnos que los
ingredientes “anunciados” de cada producto son sanos. Por último, recordad que
en el caso de las colonias, los perfúmenes, algunos suavizantes y otros muchos productos,
tras la palabra “FRAGANCIA” se le da
opacidad a químicos no presentes en la lista de ingredientes, con toda la garantía
legal y seguridad jurídica para el productor y una peineta “Bárcenas style” para el
consumidor.
Ya que no quieren prohibir ese
gran surtido de ingredientes nocivos para la salud, al menos debiéramos
disponer como ciudadanos de salidas o escapatorias a su ingesta y exposición. A
mí se me ocurre una forma de acabar con las complicaciones que sufre el
consumidor porqué supongo que las empresas estaban al servicio de la gente, y
no la gente al servicio de las empresas. Yo lanzo la idea, igual algún político
va y la propone (JAJAJAJAJA). Podrían agrupar los productos en una gran división,
con el objeto de facilitar la libre elección del consumidor, optimizar su
tiempo, evitarle sufrimientos y ahorrar gasto público en sanidad:
- Un enorme apartado de metros de estanterías con un gran cartel que diga “Productos nocivos para la salud (con carcinógenos, con disruptores hormonales, etc.)”.
- Un minúsculo apartado que especifique “Productos cuyos ingredientes no están considerados como nocivos para la salud (sin carcinógenos, sin disruptores hormonales, etc.)”.
Evidentemente,
en tal situación plausiblemente utópica, propia de unos países responsables que
cuidan del medio ambiente y la salud de sus ciudadanos, los reponedores de los
supermercados y las tiendas podrían clasificarlos sin problemas porqué cada
producto tendría que llevar incorporado un distintivo CLARO E INEQUÍVOCO haciendo referencia a esas dos categorías.
En un país normal, esto sería
lógico…aunque ¿Existe algún país normal?
Siguiendo con la lógica, uno
imagina que los productos más seguros y sostenibles debieran ser los más
baratos. De nuevo otra fatalidad, no es así. Por ejemplo, un producto en un
envase de vidrio va a costar mucho más que un producto en un envase de
plástico. Un envase de vidrio si que es reutilizable al 100%; con una buena
política detrás, imponiendo mayores impuestos a los productos que dañan más al
medio ambiente y a la salud…y bajándolos en los más seguros, se contribuiría al
cambio en el consumo y, consecuentemente, en la producción. Esto incluiría un
ahorro desde otros puntos de vista (gasto en la salud pública, evitar un daño
sobre el medio ambiente y los recursos naturales “servicios ecosistémicos”, etc.).
Y ¿por qué iban a hacer algo así
desde las administraciones, cuando el bienestar, el medio ambiente y la salud del
ciudadano no son los objetivos principales?
Comenzando desde la producción
primaria, el inicio de la cadena de la industria agroalimentaria:
¿Se priman las prácticas
ecológicas?
O
¿Las convencionales con gran
aplicación de plaguicidas y fertilizantes químicos?
Lo respondo rápido. Cuando un
agricultor quiere pasar de una gestión agrícola convencional a una ecológica,
primero tendrá que transcurrir un período de reconversión de unos 6 años sin
utilizar los plaguicidas y fertilizantes químicos convencionales. Durante ese
tiempo no va a poder vender sus productos con la etiqueta de agricultura
ecológica, tendrá que venderlos a precios bajos, como productos convencionales.
Aún habiendo superado los 6 años aplicando correctamente la gestión ecológica
de sus campos, va a tener que hacer frente regularmente a analíticas de control
de las tierras por parte del ente administrativo que certifica que esa
producción es ecológica…esas pruebas las debe sufragar el agricultor.
Imaginemos que el agricultor de
al lado cultiva convencional y tiene un descuido, a raíz del cual su plaguicida
llega a las tierras de agricultura ecológica, o que las aguas de escorrentía
(las de después de las lluvias) bajan del campo de agricultura convencional
hasta el de agricultura ecológica. ¿Qué pasaría? Si las analíticas demuestran
una carga tóxica no permitida en cultivo ecológico, el producto no se va a
certificar como ecológico. Lógicamente, quién sufragará la pérdida será el
agricultor ecológico.
Claro, nadie le obligó a preocuparse
por hacer las cosas mejor; eso en este país es ser un excéntrico y un
extravagante.
Los precios de los productos
ecológicos son prohibitivos para los pobres al menos en este país, adecuados al
bolsillo de las clases medias y altas, con un salto importante respecto al
producto convencional. Cuestión esta que un país avanzado se empeñaría en
equilibrar en alguna medida de cara a que el consumidor elija LIBREMENTE en cuanto a su salud y no
coaccionado por el tamaño de su bolsillo.
Algo que me rompe absolutamente
los esquemas es cuando observo un producto ecológico en un envase de plástico.
O cuando veo estos productos en el mismo aparador o refrigerador y al lado
mismo de los productos convencionales…cuando es de sobras conocido que los
tóxicos pueden ser volátiles y que una gran parte de las verduras, hortalizas y
frutas convencionales llevan restos de plaguicidas cuando esperan a ser
vendidos. En este sentido, os recomiendo leer o al menos ojear el informe de
Ecologistas en Acción:
García, K.,
Romano, D. & Hernández, K. 2018. Directo
a tus hormonas. Guia de alimentos
disruptores. Residuos de plaguicidas con capacidad de alterar el sistema
endocrino en los alimentos españoles.
Volviendo al tema…
¿Os imagináis a un artesano
creando con suma habilidad y cuidado una frágil pieza de cristal de Bohemia y
luego que el de la tienda con sus manazas la acabe vendiendo rota, en trozos?
Otras historias de consumidor
tocanarices es comprobar que aproximadamente un tercio de los supermercados
está destinado a productos que incorporan tóxicos volátiles (productos de limpieza,
de higiene, cosmética, etc.) que viajan a través de las estanterías hasta el
lugar donde se exponen la fruta, las verduras y demás…ya ni hablemos de los
malditos ambientadores. Esos olores a químicos que nos tenemos que tragar
obligadamente al entrar a comprar alimentos y que pueden haber contaminado los
productos de alimentación…se me ocurre un buen lugar donde meterlos.
Antes, esos productos con tóxicos
se vendían en establecimientos específicos donde no había comida: las DROGUERÍAS. Digo yo que si los
supermercados los quieren vender, al menos lo hagan en habitáculos estancos
aparte que impidan la contaminación de los alimentos.
Además, los productos más seguros
debieran ser los más fáciles de encontrar en general. Evidentemente, no es así
y cuando una persona quiere tener un hogar con productos seguros (mobiliario,
etc.) se ve obligada a rebuscar en internet y encargarlos a la Conchinchina.
La próxima
semana seguimos con los disruptores hormonales, nos acercamos al desenlace final de la
serie.
Bibliografía
DeKeyser, D. J.
Laurenzana, E. M., Peterson, E. C., Chen, T. & Omiecinski, C. J. 2011. Selective phtalate
activation of naturally occuring constituive androstane receptor splice
variants and the pregnane X receptor. 2011. Toxicol.
Sci., 120.
Olea, N. 2019. Libérate de tóxicos. RBA Libros, S. A. Barcelona.
Silvestre, E. 2017. Tu casa sin tóxicos. RBA Libros S. A.
Silvestre, E. 2017. Tu casa sin tóxicos. RBA Libros S. A.
Sui, Y.,
Helsley, R. N., Park, S. H., Song, X., Liu, Z. & Zhou, C. 2015. Intestinal pregnance x
receptor links xenobiotic exposure and hypercholesterolemia. Mol. Endocrinol, 29.
Takeshita, A.,
Igarashi-Migitaka, J., Nishiyama, K., Takashashi, H., Takeuchi, Y. &
Koibuchi, N. 2011. Acetyl
tributyl citrate, the most widely used pthalate substitute plasticizer, induces
cytocrhome p450 3a through steroid and xenobiotic receptor. Toxicol. Sci., 123.
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