sábado, 23 de julio de 2022

EL FUEGO Y LAS BRASAS

 

Hay que adaptarse al cambio climático y por eso al bosque ahora le llaman combustible.

 

Andan con falsa sonrisa
y rondan la oscuridad
No saben de dónde vienen
Y menos adónde van…

 

Soy de caminos de piedras,

de calles sin asfaltar
mi abuela no fue a la escuela,

pero aprendió a luchar
fue una niña de la guerra,

por eso sabe más
que esos intelectuales que hablan en la capital de la izquierda y del progreso
aunque pagan con divisa hasta los besos

Van de revolucionarios
teorizan en lo ajeno
son parte del problema
aunque se nieguen a verlo

 

“Lejos de la ciudad” Pascual María Cantero Fernández (Muerdo)

El avance tecnológico de la especie humana, sus vastos y profundos conocimientos sobre ciencia, del funcionamiento de la física y la química, no la alejan apenas de la esencia del resto de primates. Conseguimos teorizar y acertar sobre el desastre que acontecerá dentro de unas décadas, pero eso no nos hace capaces de dejar de actuar bajo el prisma del beneficio inmediato, del corto plazo y el egoísmo exacerbado.

 

Europa se derrite y España se quema una vez más. El cambio climático se muestra implacable a pasos agigantados y las previsiones de años atrás se quedan cortas. Las consecuencias las sufrimos en nuestra vida y a medida que avance, será más difícil producir alimentos para todos, poder huir de las altas temperaturas, de la sequía y la desertificación, del empeoramiento de las condiciones ambientales (aumento de ozono y otros contaminantes, p. ej.), de la emergencia de las enfermedades que son el pan de cada día y…de los incendios.

 

Sin embargo, nada de lo que pasa delante de nuestras mismas narices va con nosotros. Nos lamentamos un momento y luego continuamos andando hacía el abismo, convencidos de que seguir con nuestra estupidez es el único camino. La excusa que el personal se aplica es la de siempre: “aunque yo haga algo no cambiará nada porqué los demás van a continuar igual.”

 

Las bondades de la desmemoria

Este año acabé leyendo “1984”, una novela escrita por George Orwell (Eric Arthur Blair) a finales de los años 40s del pasado siglo. El libro, lo siento, pero es un peñazo. Su brillantez estriba en que el autor tuvo una clarividencia brillante y se adelantó sabiamente a lo que pasaría décadas más tarde y hasta nuestros días. Lo del gran hermano y tal, proviene del libro, y el inefable programa de televisión que marcó a varias generaciones para mal se inspiró fatídicamente en el libro.

 

El autor vaticinó un mundo gobernado por tres mega países (bloques) que controlaban al ciudadano absolutamente de forma dictatorial y siniestra (el pensamiento, las emociones, la economía, las cosas materiales, la comida, las noticias, contenidos divulgativos, etc.). El sistema no dejaba forma alguna ni lugar para escapar a sus imposiciones y control constante de la intimidad más privada. Uno de los métodos de control del estado eran las telepantallas instaladas en las casas, en la calle y los edificios. En el libro se les describe cómo dispositivos que vigilan cualquier gesto, emoción o palabra de los ciudadanos. El equivalente actual son las cookies, los algoritmos y los programas espía que de una forma u otra nos imponen desde los grandes poderes económicos, con la complicidad y colaboración absoluta de las administraciones públicas.

 

En el libro, el resto del aparato administrativo estatal se dedicaba a monopolizar cualquier mensaje informativo y a cambiarlo radicalmente de un día al otro, según las necesidades del poder, secuestrando a tal efecto todas las publicaciones al respecto y reeditándolas a su gusto cuantas veces fueran necesarias. La diversidad, el criterio independiente, el sentido crítico estaban completamente abolidos y prohibidos. Esos estados no conciben ni un resquicio mínimo para la disidencia o la discrepancia más inocente y sutil. En el libro, los ciudadanos han dejado de tener memoria porqué se les ha educado así desde pequeños y lo que hoy se decía blanco, mañana el mismo estado diría que era negro sin que el ciudadano recordase la versión del día anterior.

 

Sin memoria, estamos acabados.

 

Sin escarbar demasiado se encuentran similitudes entre el libro y la realidad de nuestros tiempos también en esto de la memoria. A lo largo del siglo XXI las administraciones públicas se han esforzado en marginar y menospreciar la memoria en los procesos evaluativos de los estudiantes. En Catalunya, hemos liderado el proceso, siempre a la cabeza del ultraliberalismo, inspirados más en la África administrativa que en la Europa avanzada situada al norte de los Pirineos. George Orwell acertó de pleno.

 

Ante cualquier obcecación del poder por imponer algo, por sistema hay que tomar el rumbo contrario puesto que será el que nos beneficie a los de abajo.

 

Hoy, más que nunca, es importantísimo tener buena memoria.

 

¿Cómo potenciar los grandes incendios?

La pasividad y la desidia son métodos efectivos cuando se combinan con un único mensaje que suena en todos los medios periodísticos. Estamos acostumbrados a oír al político de turno, o al tecnócrata teledirigido por intereses oscuros, emitir declaraciones y juicios de valor infantiloides y sesgados sobre los incendios. Lo peor es que en este, y en cualquier tema, ya no experimentamos sorpresa al no escuchar ninguna pregunta incómoda por parte del periodista.

 

En efecto, con frecuencia, el periodista se confunde con un personaje de atrezo que aguanta el micro, cómo el mamporrero sujeta el miembro viril con el fin de que se produzca la fertilización de la hembra, solo que, en este caso, los fertilizados, metafóricamente, somos los millones de ciudadanos que recibimos una materia seminal tan improductiva cómo innecesaria.

 

Los mensajes cansinos son siempre los mismos:

  • El bosque está sucio
  • Hay mucho combustible.
  • Hay que cortar

La táctica es muy primaria. Se demoniza el bosque, la culpa del incendio es suya. No se habla de ecosistema forestal, de árboles ni de arbustos, plantas o animales, sino del combustible, algo abstracto y abyecto, para que luego sea más fácil interiorizar la idea de que acabar con todo a golpe de motosierra y buldócer es lo correcto.

 

Los datos los dejan en evidencia: la inmensa mayoría de los incendios son creados por una negligencia humana o provocados directamente. Lo inteligente, entonces, sería concentrarse en eliminar de la ecuación o, al menos, mitigar al mínimo el factor humano desencadenante de los incendios.

 

Métodos

En primer lugar, hay que prohibir fumar dentro de cualquier vehículo (sea moto, coche, camión o tractor) ya que una proporción enorme de los fuegos se originan debido al estúpido o estúpida que lanza el puto cigarrillo por la ventanilla. Eso sí que son una plaga y, maldita sea, muchos se han reproducido ya. Junto a esto tienen que haber campañas informativas de grandes dimensiones sostenidas en el tiempo. En paralelo, se tendría que perseguir a destajo a todo aquel que fume dentro del vehículo, con multas importantes. Con esta línea de acción una parte gigante del problema quedaría eliminada.

 

En segundo lugar, las barbacoas, los fuegos y cualquier otro acto incívico, hay que perseguirlo y multarlo sin ningún tipo de piedad. Es más, quién más y menos es de la opinión de articular una connotación penal más que administrativa ¿Acaso la consecuencia en pérdidas económicas y de, potencialmente, vidas humanas no lo justifica?

 

Lógicamente, las soluciones que eliminan los problemas de raíz no interesan. El político no está por arreglar nada, eso no le da dinero a él y a sus amiguetes.

 

Van en dirección contraria

Cuando sufrimos administraciones públicas que permiten y justifican que a finales de junio se hagan trabajos forestales de prevención de incendios que, precisamente, acaban causando un gran incendio ¿Qué podemos esperar? Eso es lo que pasó este verano en Castell d’Aro, pero, prácticamente, ningún medio periodístico puso en el punto de mira estos hechos. Años atrás no se permitía llevar a cabo trabajos forestales en períodos de calor intensa y no se daban permisos a partir de la primera mitad de junio, o era bien raro que se dieran.

 

Hoy en día, lo malo se ha popularizado.

 

A partir de colegas que trabajan en prevención de incendios y demás, los últimos años me han ido llegando casos de barbacoas y fuegos informados a las autoridades que se dejan impunes, sin sanción, y es común que ni siquiera los agentes de la autoridad actúen en la propiedad privada o acudan al lugar donde se producen estas historias. Si creyera en los ángeles de la guarda, se diría que hacen horas extras para que no haya más incendios.

 

No obstante, el político y el tecnócrata, haciendo gala del cinismo más exasperante, después de no hacer nada de nada, no se cortan y apelan públicamente a la prudencia del ciudadano ¿Un agente de la autoridad que se ponga duro reiteradamente con hechos así, recibirá una zanahoria o una samanta de palos?

 

Una vez abordada las causas de los incendios y cómo reducirlas a la mínima expresión, existe otro factor clave ¿Cómo se evita que un incendio se convierta en algo preocupante?

 

La vigilancia sobre el terreno: eje indispensable

Si se quiere evitar que un pequeño incendio se convierta en una tragedia, el primer paso es disponer de una buena red de vigilancia (observadores) distribuidos homogéneamente por el territorio con el objeto de detectar cualquier conato.

 

Unido a esto tienen que haber suficientes dotaciones terrestres y aéreas, también distribuidas homogéneamente por el territorio, con el objeto de actuar con celeridad sobre esos pequeños incendios recién “creados”. Ambos factores son los que permiten que no se produzcan grandes incendios y es archiconocido.

 

La historia reciente en Cataluña nos ejemplariza sobre la importancia de disponer una buena red de vigilancia. El año 1994 se vivió una situación totalmente dramática. Tal y cómo se aprecia en la siguiente gráfica, el número de incendios y de hectáreas se disparó absolutamente.

 


Evolución del número de incendios y la superficie forestal quemada en Catalunya (Observatori Forestal Català)

https://www.observatoriforestal.cat/incendis-forestals/

 

Dichos incendios acabaron afectando, directa o indirectamente, a zonas con alta densidad de población, en las cercanías de Barcelona ciudad y otras grandes ciudades. Fue un infierno irrespirable. Es una situación que, de momento, con esa magnitud no se ha vuelto a producir ¿Por qué? Porqué hubo unas críticas abundantes y encarnizadas en los medios periodísticos y desde los políticos de oposición (todavía existía esto de la oposición, después evolucionaron al corporativismo mafioso) lo cual provocó que se invirtiera abundantemente en planes de prevención de incendios, al menos en las zonas más pobladas (Barcelona y kilómetros a la redonda).

 

Una pregunta que a las mentes avispadas les surgirá observando la gráfica es si la evolución histórica de los incendios es de decremento ¿Por qué están inflamando continuamente la opinión pública y preocupando tanto al personal con este problema, llenando tantos minutos informativos con el tema la última década? ¿Es que a los políticos o a los medios periodísticos les interesa realmente la naturaleza y las tragedias humanas? ¿No oís un gato encerrado maullando?

 

Poco más abajo tenéis una tabla que concreta las hectáreas quemadas por comarca en Catalunya. Si centramos nuestra atención en las hectáreas quemadas por comarca, se acaban viendo desigualdades importantes. Se observan comarcas densamente pobladas, con altas temperaturas y clima mediterráneo seco y a su vez con mucha disponibilidad forestal (p. ej. Vallés Oriental y Occidental) que acumulan muchas menos hectáreas en comparación con otras mucho más húmedas y con menos población y, por lo tanto, menor potencial de inicio de un incendio. Es el caso del Berguedà.

 



Global de hectáreas quemadas por comarcas en el período 1986-2021 (Observatori Forestal Català)

https://www.observatoriforestal.cat/incendis-forestals/

 

 

A través del mismo enlace del Observatori Forestal Català que encontraréis bajo la tabla se accede a un buscador que por comarca nos informa sobre el número de incendios y el total de hectáreas quemadas. Haciendo la comparativa entre las comarcas del Vallés Occidental y Oriental con la del Berguedà, nos precisa 471 incendios en el Berguedà con un total de 20.256 hectáreas quemadas, frente a 1601 incendios y 8.483 hectáreas (Vallés Occ.) y 819 incendios y 3.214 hectáreas (Vallés Or.). Dividiendo el número de hectáreas quemadas entre el número de incendios nos arroja que en el Berguedà se queman de promedio 43 hectáreas por incendio, en el Vallés Occ. 5 hectáreas y el Oriental 4.

 

¿A qué se debe toda esta diferencia de datos entre el Vallés Oriental y Occidental y el Berguedà? En las zonas más pobladas (las comarcas del Vallés) cómo hay muchos más habitantes se producen muchos más incendios que en el Berguedà, pero los planes de prevención de incendios disponen de muchísimos más efectivos (gente patrullando, torres de observación, etc.) y eso provoca que los avisos de incendios se produzcan cuando son aún de pequeñas dimensiones. La rapidez del aviso comporta una actuación más rápida y se logra que el incendio queme menos hectáreas.

 

En cuanto a disponibilidad de bomberos entre comarcas, no puedo hablar con propiedad, aunque no sería descabellado pensar que en las comarcas más pobladas se cuente con una cantidad bastante más superior de efectivos y medios, cubriendo de forma más homogénea el territorio ¿Por qué iba a funcionar en este caso de otra forma el centralismo (en este caso el catalán) de siempre?

 

En resumen, es radicalmente importante invertir en vigilancia sobre el terreno uniformemente distribuida a lo largo de todos los meses de calor ¿Se hace? Pues no. Fuera de lo que son las áreas más pobladas (metrópolis y zonas metropolitanas de alrededor) la inversión es ridícula o inexistente. Estos hechos son fáciles de apreciar puesto que las patrullas en coche de prevención de incendios o las torres de observación se ven fácilmente en aquellas regiones donde existen más, y son cómo los gamusinos (ni se ven ni se oyen) en las regiones alejadas de las metrópolis, que, por otro lado, son las más forestales.

 

Además, la tendencia de los ultimísimos tiempos ha sido la de recortar, a pesar de que la experiencia con los dispositivos de vigilancia ha dejado bien clarito que esta estrategia es la que mejor funciona. Cómo ejemplo de recortes, tenemos a la Diputación de Barcelona que todavía el año 2010 tenía oteadores desde puntos de observación fijos que empezaban la temporada de prevención de incendios en abril y la acababan hacía finales de septiembre, cubriendo cada jornada con dos turnos por punto de observación. A principios de la siguiente década, coincidiendo con la entrada de CIU en el gobierno de la Diputación de Barcelona, los oteadores comenzaron a trabajar a partir de junio y en la actualidad, por ejemplo, las patrullas del plan de prevención de incendios solamente cubren de 12,30 a 19,30 horas del día, a partir del 20 junio y terminan el 1 de septiembre.

 

Esta recortada flagrante en medios humanos, en esos ojos tan vitales que nos preservan de los grandes incendios, significa dejar sin vigilancia la mayor parte de la franja peligrosa del día y una fracción del calendario en la que se desencadenan muchos incendios. Mayo y septiembre son meses realmente peligrosos.

 

Es decir, ante la emergencia climática, el incremento de las olas de calor más salvajes y la sequía galopante, los políticos han decidido invertir mucho menos en la estrategia de prevención de incendios más efectiva y eficiente. Y en este escenario de la Diputación que os explico no solamente hay que señalar a la ultraderecha catalana puesto que después el tema ha seguido igual con los de Esquerra Republicana y los del Partit Socialista de Catalunya en el gobierno de los últimos años de la Diputación. En lo malo están de acuerdo y la oposición silba al aire.

 

Efectivos y medios de extinción de incendios

El segundo eje indispensable en la lucha contra los incendios que un país avanzado tiene que disponer es el de unos buenos medios y efectivos suficientes con los que mitigar y apagar un incendio.

 

En Catalunya tenemos unos efectivos de bomberos ridículos, con unos medios terrestres y aéreos insuficientes típicos de un país tercermundista que en vez de adaptarse a la nueva realidad se rasca el ombligo con complacencia. Prueba de ello es que, ante cualquier incendio mediano, los pocos medios y efectivos quedan hipotecados. Lo hemos vivido en innumerables ocasiones y acuden en nuestro rescate desde otras comunidades autónomas o desde el propio gobierno central (el ejercito) ya a principio de temporada.

 

¿Qué explicación tendría que en un incendio en Montcada i Reixac (a 15 kilómetros de Barcelona) tarden 45 minutos en llegar los bomberos habiendo en Mollet del Vallés, a 10 minutos, una base de bomberos?

 

El tercermundismo.

 

Lo más ridículo es que ahora se esté tratando de menoscabar, obstaculizar o marginar la labor de algunas Asociaciones de Defensa Forestal que acuden antes a apagar los incendios que los propios bomberos ¿Molestan ciertos ojos sobre el terreno? Las vergüenzas, según las circunstancias, conviene esconderlas y controlar que no salgan a la superficie ¿Es eso?

 

Cayendo en un esfuerzo de candidez extremo, valoraría la gran suma de carencias y decisiones dignas de personas con bajas capacidades, cómo un tremendo y craso error. Me jode que me venga a la cabeza que, realmente, a ciertas personas tal vez les interese esto de los incendios y si se hacen grandes, mucho mejor.

 

Porqué aquí que aplicamos tan bien lo de “No hay mal que por bien no venga”, se acaban abriendo más y más las oportunidades del negocio de la madera. Y así, a golpe de talonario público, legitimado por el incendio descontrolado y los bosques satánicos que son todo combustible, se van repartiendo millones entre los propietarios forestales y las empresas que se dedican al tema. Los colaboracionistas imprescindibles, los cuentacuentos (la tele, los periódicos, la radio, etc.), ponen imagen y mensaje, y con el melodrama han lavado el cerebro a la masa social que se cree todo lo que le cuentan y repite el mantra “el bosque está sucio”.

 

Cavamos nuestra propia tumba y ni nos enteramos.

 

Todos los millones que se recortaron en la vigilancia, todo el esfuerzo no invertido en perseguir y multar y encarcelar al culpable, se dedican a esquilmar y rematar unos bosques cada vez más dañados por la sequía, las altas temperaturas y la contaminación. Y lo peor es la falta de transparencia. Ciñéndonos a Catalunya, es imposible saber cuantos millones dedican las administraciones públicas a subvencionar las cortas cada año porqué es un descontrol absoluto y no se cuelgan los datos en abierto (Excel o formato CSV) en internet ¿Por qué será?

 

Hay más cosas intrigantes ¿Cómo es que los cuentacuentos no nos informan de si se mete a alguien en la cárcel o que sanciones se le imponen por causar un incendio premeditadamente o de forma negligente? Eso nos interesa a muchos ¿Por qué no lo cuentan? ¿Es que nadie pringa? ¿El colaboracionismo de nuevo?

 

Me causa sorpresa que se hable tantas veces de intencionalidad de los incendios y no aparezcan culpables. Cuando hay un asesinato se utilizan los datos de las antenas de telefonía móvil para identificar presuntos culpables y de esta manera se han metido en la jaula a los autores. No concibo que la investigación de un incendio no se tome con suficiente seriedad cómo para utilizar esta y todas las técnicas y estrategias posibles con la finalidad de enganchar al culpable.

 

Ante todo, el verdadero culpable de lo que pasa, es el político que vela por qué la situación siga igual.

 

LAS SOLUCIONES BENDECIDAS



Una corta en un lugar de nidificación de azor (especie protegida) en Catalunya, dentro de red natura (espacio protegido a escala europea). La corta acabó incluso con uno de los nidos conocidos por el órgano gestor del parque durante la época reproductiva. En la Serralada Litoral se esquilman montañas enteras a golpe de talonario público.

 

La verdad es siempre más complicada de entender y explicar que la mentira. Es por este motivo que las argumentaciones sencillas y muy mecánicas repetidas hasta la saciedad, tienen éxito.

 

¿Qué pasa cuando se ejecuta una actuación de las de hoy en día con maquinaria pesada y motosierras en el bosque?

  • Una de las cosas más evidentes es que se elimina el sotobosque radicalmente. Esto conlleva una pérdida brutal de humedad ambiental en el bosque y los árboles además quedan más desprotegidos.

De hecho, uno de los grandes errores en la gestión forestal subvencionada es que incluso en lugares protegidos a nivel europeo, se elimina a matarrasa el bosque de encinas y robles (hábitat de interés comunitario) que está brotando bajo el pinar maduro. Ese bosque de encinas y robles era el encargado de sustituir al de pinos. Una vez arrasado, cuando los pinos vayan muriendo, no habrá bosque de sustitución durante décadas. Nunca un leñador competente haría algo así; sería cómo pegarse un tiro en el pie.

 

  • Otra de las cosas que ocurre es que se cortan gran cantidad de los árboles maduros (los que dan más dinero) que son, en realidad, los que estructuran el bosque y los de genética más fuerte y, por consiguiente, aquellos que conviene que sigan produciendo semillas. A su vez, muchos de los que quedan en pie, están ya heridos de muerte al haber sido dañados por la maquinaria pesada (excavadoras y camiones).

 

  • Además, se compacta el suelo con el trasiego de la maquinaria, aspecto que dificulta la absorción de humedad por la vegetación a lo largo de los próximos meses o incluso años.

 

  • Se fragmenta todo el hábitat al trazar por todos sitios pistas de desembosque que no se vuelven a recuperar cómo bosque.

 

  • Una vez eliminado el sustrato arbustivo y extraídos los árboles que daban sombra al suelo, existirá una penetración inmensamente mayor de la radiación solar. Esto provocará que los microorganismos del suelo cambien radicalmente, favoreciendo un empobrecimiento y desequilibrios. Cabe añadir que estas nuevas condiciones van a facilitar el crecimiento de especies vegetales pirófitas (romero, estepas, jara, tomillo, gramíneas, etc.), a las que favorece el fuego y que, precisamente, crean condiciones idóneas para que se produzcan los incendios.

 

  • Se favorece la aparición de plagas. Una vez se lleva a cabo una actuación drástica, al eliminar el hábitat indispensable para gran parte de los depredadores que mantienen a ralla a insectos xilófagos y orugas, los próximos años será recurrente que se originen explosiones de esos invertebrados que cuando alcanzan grandes niveles poblacionales se convierten en muy nocivos para el bosque. Esta secuencia la he observado en encinares y alcornocales, en la provincia de Barcelona, con la lagarta peluda (Lymantria dispar). En este caso, las explosiones de población postcorta son radicalmente brutales cuando durante una década antes de la corta no se habían detectado.

 

Cualquiera fijándose un poco tendrá capacidad para ver que un bosque sin actuar, exuberante, desprenderá más humedad al pasear por él y que, por el contrario, un bosque donde se actuado drásticamente (a base de subvención pública) está empobrecido y seco. Básicamente, lo que se está logrando con esas formas drásticas de gestionar el bosque es favorecer la desertificación. Y eso no tiene nada que ver con una explotación tradicional y sostenible del bosque.

 

A pesar de todos los millones regalados a propietarios e industria maderera ¿Es que hay menos incendios? ¿Son menos virulentos? ¿Existe algún estudio científico serio que demuestre que en las zonas de actuación se producen menos incendios o menos virulentos? Pues la respuesta es que no. Será que el problema es otro y empecinarse en una opción que no funciona es otro síntoma de estupidez. Hoy en día, eso que llaman gestión forestal es un negocio privado y punto. Cómo tal, tendría que existir con los medios tradicionales de siempre y sin subvención pública de por medio.

 

Los bosques sufren un estrés hídrico acumulado, una exposición nunca vista a contaminantes y unas altas temperaturas que los ponen en serio riesgo. Ante la situación, uno imagina que se les debiera tratar igual que a un enfermo en la UCI, con suavidad y cuidado.

 

Si lo que se quiere es crear cortafuegos a matarrasa en sectores estratégicamente distribuidos por el territorio con los que poder cortar el avance de incendios en el futuro, ya hablamos de otra cosa, de actuaciones que tendrían que planificarse bien en base a criterios técnicos de gestión de incendios y de los ecosistemas. En esta tesitura, el aprovechamiento privado no tiene que guiar nada porqué sino lo que se fomenta es la picaresca y el sinsentido.

 

Evidentemente, también se pueden plantear a macroescala la diversificación del paisaje, crear espacios abiertos, con prados, alternados con zonas forestales. Darle heterogeneidad al paisaje, crear un paisaje en mosaico. Esta forma de concebir el paisaje conlleva beneficios a nivel de biodiversidad y permite crear zonas desde donde poder parar un incendio y romper su avance. Por encima de todo, la actuación se debe concebir más con bisturí e inteligencia que con buldócer y actitudes cejijuntas. Sobre todo, se debiera evitar confundir lo que es la gestión pública del tema con el interés privado del aprovechamiento y no legitimar la inyección pública de dinero con argumentaciones espurias.

 

Las estrategias de gestión activa, junto con otras, son inteligentes si se aplican correctamente, con criterios puramente de beneficio colectivo y no primando sobre el beneficio privado. Cortar cómo se está cortando los últimos años, empobreciendo montañas enteras de bosque que después ya no son ni bosque ni nada, favoreciendo la aparición de plagas, el empobrecimiento del suelo y la erosión en pendientes muy pronunciadas, la desertificación y todo a partir de ingentes cantidades de dinero público, es una condena para todos.

 

Estoy hablando sobre todo de Catalunya. Sin embargo, podría mencionar que a lo largo de la península Ibérica se cometieron (y cometen) atrocidades siguiendo el criterio de los ingenieros forestales y de montes, esos que dictaron repoblar con pinos o eucaliptos montañas enteras, en lugares en los que las especies propias eran otras, guiados por el criterio del aprovechamiento económico, sin tener en cuenta lo que es un ecosistema forestal o el ciclo del agua, el empobrecimiento del suelo y de los acuíferos, la desertificación, etc.

 

Por supuesto, no aprendimos del error y seguimos creyendo a pies juntillas que ese criterio del metro cúbico de madera a tanto el euro nos va a sacar del atolladero. Donde habría que concebir un ecosistema forestal vivo, sano y diverso, sombra, filtrado de contaminantes, humedad ambiental, suavización de las temperaturas, ellos ven combustible, biomasa y tablones.

 

Es siempre lo mismo: se gastan nuestro dinero en favor de sectores minoritarios en detrimento del bien colectivo.

 

Y ¿EL CAMBIO CLIMÁTICO?


En la fotografía un roble centenario. Es apropiado que el ciudadano se pregunte ¿Por qué en Catalunya no tenemos bosques maduros formados por árboles de varios cientos de años? Muy fácil, por qué una vez son de un buen diámetro se aniquilan sin contemplaciones.

 

Todas las soluciones que desde hace décadas se tendrían que haber adoptado, nadie las ha querido adoptar. Entre ellas, está la imposición y el despliegue masivo de los transportes públicos y su abaratamiento. Se ha apostado por el transporte privado y hacer cada vez más carriles de autopista y autovía, y más carreteras. Ha sido una tónica de izquierdas y derechas que nos ha conducido al colapso requeteanunciado durante décadas.

 

En paralelo, se ha desarrollado una logística sobredimensionada, a base de camión, barco y furgoneta. Los cuentacuentos nos hablan del colapso de la AP7 y lo relacionan con la supresión del pago del peaje cuando, en realidad, vemos cómo cada día el verdadero protagonista de esa autopista es el camión, circulando por el carril que les da la gana y a la velocidad que quieren.


Lo sabe y lo ve todo el mundo a diario.

 

Todo el modelo del país hace aguas. Vemos a los cuentacuentos hablando del cambio climático en invierno yendo en “manga corta” dentro del plató de televisión y en verano con chaqueta. Es el imaginario del no te resistas; sucumbe por qué no hay nada que hacer.

 

Mientras tanto, los monos que deciden, los que se benefician, siguen pensando que ellos están por encima de todo y nada les afecta ¿Son sus hijos inmunes a las enfermedades respiratorias, al cáncer, a los problemas autoinmunes, a los golpes de calor, etc.? La altura que se alcanza en la pirámide social es inversamente proporcional a la falta de escrúpulos, de responsabilidad moral, de inteligencia y talento, y de capacidad para tomar y poner en práctica decisiones a medio y largo plazo.

 

Pasando del plano catalán al estatal, el desastre nos pisa los talones y ellos se dedican a gastarse un pastizal en armas. La de medios aéreos y terrestres que tendríamos con ese dinero para poder apagar incendios, y miles de oteadores para los planes de prevención repartidos por absolutamente toda la península. No me olvido de la triste comparsa que a veces palmea y otras hace pucheros, de los esperpentos que presumen de pacifismo (ya lo vimos en Cádiz), pero siguen apoltronados cobrando del erario sin querer romper el pacto de gobierno, tragando los sables, aunque sin el misterio o la gracia del faquir.

 

Hablan de que nos concienciemos de la emergencia climática y ayudando al ciudadano a instalar placas solares en toda España, por ejemplo, se lucharía más efectivamente contra el cambio climático que ayudando a montar a las empresas privadas los cuatros megaparques solares. Tampoco están por la labor de intervenir a las energéticas con el sangrado al que nos están condenando. Tenemos al país vecino, Francia, que va a nacionalizar a una de las más fuertes…claro, que al sur de los Pirineos empieza África y aquí los políticos acaban de altos cargos en las grandes empresas.