domingo, 27 de diciembre de 2020

Hospital Clínic (la lista del Doctor X (II))

 


Continuo donde lo deje en el anterior post. En la lista bibliográfica del Doctor X figuran cosas que socavan la credibilidad y dignidad de los enfermos. Es el caso de Staudenmayer & Phillips (2007) que publicaron en una revista científica indexada lo siguiente:

Los litigantes de intolerancia ambiental idiopática ( a ) son más defensivos al expresar psicopatología, ( ) expresan angustia a través de la somatización, ( c ) utilizan una tergiversación egoísta de preocupaciones de salud exageradas y ( d ) pueden exagerar síntomas no autenticados que sugieren una simulación.

¿Con que método llegaron a esas conclusiones?

Adivinadlo…¡CON CUESTIONARIOS!

Salvaggio (1991) en una onda parecida arremete contra enfermos y juristas: En el clima social litigioso en el que vivimos, el número cada vez mayor de demandas por discapacidad y lesiones personales y la postura ambigua de la profesión jurídica a menudo dictan un nuevo conjunto de reglas y normas de diagnóstico. Estos deben ser considerados por los alergólogos y otros profesionales al evaluar a los pacientes con molestias polisomáticas supuestamente debidas a trazas de contaminantes ambientales y con poca o ninguna patología identificable por examen macroscópico o microscópico de tejidos o datos de laboratorio. Estos pacientes pueden haber sido declarados totalmente discapacitados y pueden estar buscando o recibiendo grandes cantidades de compensación por lesiones personales. 

A tenor de lo que he ido leyendo de los trabajos de la lista del Doctor X, los enfermos de SQM son catalogados así: egoístas, hipocondriacos, farsantes, vagos fraudulentos y sufren de patologías psicológicas. Me resulta inaudito que semejantes textos subjetivos emitiendo juicios de valor hasta ofensivos hacía los enfermos y fundamentados en la mera especulación, hayan sido publicados por revistas científicas. El Hospital Clínic se autodefine al emplear estos trabajos cómo bibliografía de referencia.

 

Hay quién se salva

Una psiquiatra estadounidense, Iris R. Bell, participó en un libro sobre la SQM en el que explicaba y puntualizaba conceptos esclarecedores que ponían en evidencia los trabajos de investigación publicados por los negacionistas. El libro es una de las pocas referencias dignas de ser leída dentro de la lista del Doctor X.

Decía Bell (1992) que por acuerdo consensuado dentro de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (Manual diagnóstico y estadístico III-revisado, 1987), los diagnósticos psiquiátricos son etiquetas descriptivas solo para la fenomenología, no explicaciones etiológicas o mecanicistas de los síndromes. Así, un diagnóstico psiquiátrico etiqueta un patrón de signos y síntomas, pero no ofrece hipótesis sobre el mecanismo o mecanismos de los fenómenos clínicos (Davidoff et al., 1991)

Es decir, suponiendo que sea así, la existencia de esos signos y síntomas en una proporción de los enfermos de SQM u otros de los SSC, no sustenta ni prueba en ningún modo el origen psicogénico de la enfermedad. Ante la falta de argumentación científica plausible ¿Por qué los negacionistas y sus colegas crearon esa hipótesis? ¿Por qué se ha divulgado tanto en el mundo de la ciencia y la sociedad, en general?

Se agarran a los pretendidos diagnósticos psiquiátricos y lo convierten en un vehículo con el que desacreditar la hipótesis del origen orgánico. Pese a ello, en realidad no tienen base para hablar de la etiología (la causa, el origen de la enfermedad) y lo que hacen finalmente es especular a ciegas y confundir, crear dudas. La gravedad del asunto es la cantidad de artículos científicos publicados en revistas científicas indexadas que entran de lleno en este juego. Los artículos fueron sometidos a revisiones por pares antes de ser aceptados por dichas revistas y esa es la parte que más me chirria.

La revisión por pares es un proceso en el que otros científicos examinan el artículo escrupulosamente, en teoría, y proponen correcciones o no, y finalmente lo aceptan o lo rechazan para su publicación. Quizá algún día la transparencia de la ciencia sea la idónea y los lectores veamos el nombre y apellidos de los revisores en cada artículo publicado.

En cuanto a la metodología de los trabajos publicados, Bell (1992) hace una crítica profunda en varios sentidos en lo referido a la muestra. Voy a ello.

 

La muestra

Bell (1992) argumenta que los estudios que encontraron diagnósticos psiquiátricos en pacientes con SQM han utilizado muestras no aleatorias de la población potencialmente sensible a los químicos. La selección de sujetos de pacientes con SQM para investigación (Simon et al., 1990) y series clínicas (Terr, 1986) a menudo se ha derivado de submuestras de discapacitados con indemnización laboral y otros reclamos de litigios, aquellos que se autoidentificaron con el campo de la ecología clínica (Doty et al., 1988; Black et al., 1990), o incluso a los atendidos en clínicas psiquiátricas (Black et al., 1990). El descubrimiento de problemas psiquiátricos en una muestra extraída en parte de los enfermos visitados en una clínica psiquiátrica (Black et al., 1990) es claramente una representación sesgada de la verdadera prevalencia de problemas psiquiátricos en la población general de SQM. 

Básicamente

¿Jugar con cartas marcadas o con dados trucados?

Donald W. Black es psiquiatra y uno de los autores que más veces aparece en las referencias de la lista del Doctor X ¡Nada más y nada menos que en 11! Sus trabajos abogan por asignar problemas mentales a los enfermos de SQM y barrer la hipótesis del desencadenante orgánico. Entre los méritos de Donald W. Black, para jolgorio y regocijo de la industria, destaca que también se ha dedicado a demostrar que los trabajadores afectados por el Síndrome del Edificio Enfermo (SEE) tienen un problema psicológico (ver Black et al. 2014). La lipoatrofia semicircular es una de las múltiples manifestaciones que se presentan en los enfermos del SEE. La lipoatrofia es una clara depresión del tejido adiposo que salta a la vista y coincide físicamente con la presencia de campos electromagnéticos (situación del cableado, etc.). La lipoatrofia afecta típicamente a las mujeres. El SEE fue reconocido hace décadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) pero no ha recibido demasiada atención divulgativa y muchísima gente no sabe que es, a pesar de ser relativamente común.

¿No habías oído hablar de ello?

¿No sabes bien, bien que es?

¿Por qué?

No es nada fácil encontrar una noticia periodística que trate el SEE con un mínimo de objetividad y rigor, debido a que choca de frente con los macrointereses económicos habituales (construcción, corporaciones de empresas, petroquímicas, etc.). Pero, pesándole a los malvados, ni siquiera el gran esfuerzo invertido ha podido soterrar la SEE del todo y, sin duda, su impacto en los edificios emblemáticos (p. ej. La Torre Agbar de Barcelona) ha cobrado su peso mediático en los medios periodísticos que han querido reflejar esta realidad. Voy a dejaros un artículo periodístico que, en mi opinión, no está nada mal:

Pedro Gargantilla. 05-08-2019. «Síndrome del edificio enfermo»: cuando el foco de la infección es el trabajo. ABC.

https://www.abc.es/ciencia/abci-sindrome-edificio-enfermo-cuando-foco-infeccion-trabajo-201908050147_noticia.html?ref=https:%2F%2Fwww.google.com%2F

 

El breve vistazo a las hazañas de Black acaba con un artículo (Black 2002) de la lista del Doctor X en el que apoyaba el uso de la paroxetina en enfermos de SQM. La paroxetina es un medicamento utilizado para la depresión, trastornos de ansiedad y etc. Sus efectos secundarios son una lista de síntomas que los enfermos de SQM ya suelen sufrir comúnmente, así que más que contribuir a su mejora, aún les puede perjudicar más.

Frente a un negativo siempre surgirá un positivo, así que otros trabajos arrojaron datos diferentes a los de Black y sus colegas negacionistas. Partiendo de una base de 1166 pacientes (eso es una buena muestra) Kutsogiannis & Davidoff (2001) describieron que la mayoría (60-79%) de los enfermos que cumplían con los criterios de SQM no habían estado tratados de ansiedad, depresión u otros problemas psicológicos o mentales, y que el 73% de ellos tuvieron una buena o excelente salud a lo largo de sus primeros 30 años de vida. Claro que si los profesionales de la medicina se entestan en enviarlos al psicólogo o psiquiatra…de cajón, que al final viendo lo que hay, aumenta el riesgo de diagnóstico erróneo en el historial de cada paciente.

Entre la bibliografía aportada por el Doctor X había alguna otra perla, que basaba su investigación en el efecto de la sugestión. Poonai et al. (2000) hicieron un trabajo basado en la exposición a CO2 y a un placebo, y el típico cuestionario posterior. Habían centrado el estudio en 104 personas (según ellos, con SQM) de las que descartaron 68 por trastorno de ansiedad, por migrañas, etc. Ah, también habían excluido personas con asma o problemas respiratorios, convulsiones, etc.

El tamaño de muestra utilizado finalmente fue de broma.

Y además ¿Era heterogénea y representativa la muestra?

Las convulsiones, los problemas respiratorios, las migrañas que yo sepa…forman parte del patrón de la SQM.

El tiempo de exposición al CO2 fue bastante pobre, hecho que observo en todos los trabajos similares que he leído hasta ahora. Poonai et al. (2000) antes de exponer a los participantes al experimento les sugestionaron contándoles que la inhalación podía producir cierto nivel de ansiedad. Y al final concluyeron su trabajo explicando que los resultados obtenidos sobre la exposición y el cuestionario de los enfermos de SQM eran similares a los pacientes con trastorno de pánico. 

¡¡Olé!! ¡¡Bravo!!

Desde luego, la idiosincrasia de una facción de los científicos que se dedican a los Síndromes de la Sensibilización Central no deja de fascinarme. Hannonen et al (1998) aplicaron experimentalmente dos fármacos utilizados para la depresión en mujeres con fibromialgia sin problemas psiquiátricos. Según el estudio, durante el experimento, las pacientes mejoraron en dolor, calidad y cantidad de sueño y salud en general. El estudio fue financiado por Roche Oy, una de las superempresas que engloba 592 empresas en su familia corporativa, dedicada, entre otros, al comercio al por mayor de productos farmacéuticos. El período del estudio es muy, muy cortito (3 meses), aspecto que resulta extraño puesto que en una enfermedad crónica, grave, invalidante y extendida cómo la fibromialgia, y contando los autores con un apoyo corporativo tan potente detrás, no se entiende el por qué no hicieron un trabajo exhaustivo. Por cierto, si buscáis los efectos secundarios de la amitriptilina, no os causarán simpatía. Erróneamente, la lista del Doctor X incluyó este artículo que no trata la SQM, sino la fibromialgia…en efecto, se trata de la misma estrategia para unos y otros.

Después del largo viaje por la angustiosa oscuridad, vuelvo a la luz. Continua Bell (1992) con sus comentarios en relación con la muestra en las investigaciones de SQM: Si los efectos se limitan a un subconjunto de una población, la menor certeza que tenemos para identificar estos casos a tener en cuenta en el estudio requiere el uso de tamaños de muestra más grandes para evitar el error de Tipo H (perder un efecto que realmente está presente al no elegir suficientes personas para la muestra).

En el mundo científico es un error clásico entre los pardillos.

O tal vez un sesgo premeditado en el caso de gente experimentada entregada a una intencionalidad no convergente con la búsqueda de la verdad.

Referente a la muestra, Goudsmit & Howes (2008) hicieron una gran revisión de los experimentos de provocación publicados y entre los muchos puntos críticos que revelaron, dieron especial relevancia al reducido tamaño de la muestra “Quizás la mayor debilidad que no se abordó es el tamaño de la muestra. De los 34 estudios incluidos en la revisión, 19 (56%) involucraron a 20 sujetos o menos. Las limitaciones de las muestras pequeñas son analizadas por Davidoff & Fogarty (1994). Dado que muy pocos de los participantes fueron diagnosticados utilizando los criterios disponibles para SQM, se trata de un defecto grave que dificulta aún más sacar conclusiones firmes sobre los mecanismos subyacentes a este trastorno (Bartha et al. 1999, Graveling et al. 1999)”. La crítica de Goudsmit & Howes (2008) abarcaba unos cuantos de los autores negacionistas incluidos en la lista del Doctor X. Goudsmit & Howes (2008), Davidoff & Fogarty (1994), Bartha (et al. 1999) y Graveling et al. (1999) tampoco están en dicha lista.

Otro fragmento clave de Bell (1992) es el siguiente: También está claro que el cegamiento y la selección de las condiciones de placebo son cuestiones difíciles en una muestra de sujetos muy sensible. Desafortunadamente, sería fácil generar un placebo que fuera fisiológicamente activo, aunque por lo demás indistinguible del agente activo pretendido. La investigación de Lorig en sujetos humanos normales sugiere una posible estrategia, que implica un procedimiento de dos pasos: (i) determinación de los umbrales olfativos para cada sustancia de prueba en los sujetos de estudio, (ii) experimentos que utilizan concentraciones por debajo del umbral del agente de prueba (Lorig et al., 1990, 1991). Este enfoque evita la conciencia sensorial y las expectativas, así como la complicación de una posible reactividad biológica a los olores enmascaradores añadidos que pretenden estar inactivos mientras se oculta el agente de prueba activo real.

Con el ruido de fondo de la sintomatología crónica y las exposiciones químicas diarias crónicas, el enfoque experimental en SQM también sugiere formas de maximizar la aparición de reacciones de prueba en condiciones de investigación. Es decir, los investigadores necesitan (a) utilizar múltiples desafíos repetidos durante períodos prolongados de tiempo en lugar de un solo desafío en un día (Kahn et al., 1988, 1989; Kaplan et al., 1989); y (b) emplear agentes químicos múltiples en lugar de uno solo para las pruebas (Kaplan et al., 1989).

Yo que no he participado jamás en investigación en ciencias de la salud había llegado a las mismas conclusiones que Bell, sin ser ningún cerebrito. Los métodos de estas investigaciones se basan en exposiciones de unos pocos minutos a cantidades muy pequeñas de un producto. Los enfermos de SQM más graves si reaccionarán quizás en estas circunstancias de forma visible a ese producto, pero no todos. Es más, es conocido que no todos los enfermos reaccionan negativamente ante los mismos productos y no se hizo ningún trabajo previo para adaptar el experimento de exposición a las particularidades de la muestra de enfermos. Al menos en los estudios que he podido leer no se utilizan colonias ni ambientadores potentes con derivados del petróleo como sustancia de exposición, cuando este grupo de productos acostumbran a inducir, generalmente, los síntomas a los enfermos de SQM. Por otro lado, no se considera el efecto de la mezcla de contaminantes durante la exposición, algo que se aleja del día a día del mundo real.

Un patrón repetido en esta clase de experimentos publicados es que tampoco se proporciona ningún detalle en cuanto a varios aspectos cruciales acerca del control ambiental:

  • ¿El laboratorio donde se hicieron las pruebas estaba completamente libre de sustancias químicas que pudieran ejercer un efecto sobre los participantes de la prueba? Esto incluye los productos de limpieza.
  • ¿Los investigadores o el personal que los ayudó estaban libres de productos químicos en su cuerpo o ropa (detergentes, after-shave, colonias, desodorantes, suavizantes, maquillaje, etc.)?
  • ¿Estuvieron los investigados en ambientes neutros, controlados ambientalmente los días anteriores?
  • ¿Tuvieron que trasladarse en transporte público, o en sus vehículos, etc.?

En definitiva, no me explican detalles esenciales que me hagan sentir seguro de que el experimento no estuvo sesgado desde el principio por fuentes diversas de exposición no controlada.

Cómo ninguno de los estudios que he consultado me explica que tomaron en cuenta estas precauciones tan sumamente importantes, interpreto que no lo hicieron. De forma que los resultados provendrían de un método mal diseñado, debido a una falta de habilidad.

¿Por qué iba a creer en sus resultados y menos aún en sus conclusiones, entonces?

Antes de llevar a cabo un estudio, cualquier investigador está obligado a pensar detenidamente durante mucho tiempo en el diseño del método, corregir los detalles que puedan sesgar el estudio, tomar precauciones, etc. Eso ocupa en ocasiones meses de trabajo, basados en la lectura de bibliografía, en la consulta a gente experta, y requiere disponer de un equipo multidisciplinar y pensar y pensar, día y noche. El que quiera publicar chapuzas tiene opciones, sí, pero tarde o temprano, su trabajo va a quedar obsoleto, y a ser pasto de la crítica feroz.

Los referees (los revisores) que tuvieron que revisar los artículos, los editores de las revistas, los propios investigadores

¿No es su función la de advertir los tremendos errores de diseño de los experimentos?

El día en que todas las revistas científicas publiquen los referees que han revisado cada artículo, la ciencia ganará buena parte de la transparencia que necesita.

Los negacionistas están obcecados en tomar en cuenta el olor y el problema respiratorio, los neurocognitivos o el del pulso, pero no se ocupan del problema de la piel, de los oculares y muchos otros constatables físicamente, etc. Enfocan la argumentación en que es el olor lo que hace empeorar a un enfermo de SQM.

La realidad es que no son sensibles a cualquier olor dulzón. Por ejemplo, suelen empeorar por productos con tóxicos derivados del petróleo, pero pueden tolerar el de ciertas sustancias naturales sin problemas. Hay flores que durante la floración pueden estar liberando compuestos orgánicos volátiles, cómo los terpenos (p. ej., las lavandas) y estas son potencialmente capaces de desencadenar los síntomas del enfermo en su etapa intensa de floración en lugares donde sean abundantes. Pero, sin embargo, otras flores que huelen de forma penetrante no les van a empeorar. Y existen diferencias de unos enfermos a otros, un componente individual.

Probablemente, el trasfondo de la cuestión no sea la percepción sensorial superficial del olor, si les molesta o desagrada el olor en sí, sino las propiedades de la sustancia en sí, la capacidad del compuesto orgánico volátil (natural o químico) en provocar una respuesta física del organismo en ese enfermo. De hecho, existen muchos enfermos a los que les siguen agradando los olores de productos químicos, y los acaban evitando porqué les desencadenan síntomas inmediatos, y a medio y largo alcance.

Una vez que un enfermo desarrolla la patología, su sensibilidad también puede abarcar los compuestos orgánicos volátiles de origen natural. El mecanismo de evitación de las exposiciones aparece cuando el enfermo ha comprobado una y otra vez conscientemente que enferma con el contacto y mejora sin él, y eso significará que la enfermedad está ya en un estado avanzado. Con frecuencia, esa persona se habrá tirado años sin saber por qué se siente mal y cómo es que sufre tantos problemas físicos dispares (derrames oculares, reacciones cutáneas potentes, etc.) a los que los doctores no otorgan explicación alguna que los relacione.

Existen experimentos publicados en revistas científicas en los que se tapó la nariz a los enfermos de SQM y se aseguró que el olor del desodorante (producto de la exposición en el experimento) no pasara al epitelio nasal (Joffres et al., 2005; Millqvist & Lowhagen, 1996; Millqvist et al., 1999). Los enfermos en esos trabajos reaccionaron de todas formas a la exposición química.

Acabo comentando que la profunda crítica de Bell (1992) hacía la metodología de los experimentos que relacionan la SQM con un origen psicológico es demasiado larga. La publicación entera está disponible gratuitamente en internet, con este enlace:

https://www.ncbi.nlm.nih.gov/books/NBK234798/


En la próxima entrega de la Lista del Doctor X os hablaré de los contaminantes artificiales y la SQM, además de su prevalencia, proporcionando para ello datos de países avanzados.

Bibliografía

Bartha L, Baumzweiger W, Buscher DS, Callender T, Dahl KA, Davidoff A, Donnay A, Edelson SB, Elson BD, Elliott E, Flayhan DP, Heuser G, Keyl PM, Kilburn KH, and et al. 1999. Multiple chemical sensitivity: A 1999 consensus. Arch. Environ. Health, 54.

Bell IR. 1992. Neuropsychiatric and biopsychosocial mechanisms in multiple chemical sensitivity: an oflactory-limbic system model. In: Multiple Chemical Sensitivities, National Academy Press, Washington DC.

Black DW. 2002. Paroxetine for múltiple chemical syndrome. Am J Psychiatry, 159.

Black, DW, A. Rathe & RB Goldstein. 1990. Environmental illness. A controlled study of 26 subjects with “20th century disease”. JAMA, 264.

Black DW, Manlick C, Fuortes J, Stein MA, Subramanian P, Thorne PS, Reynolds SJ. 2014. Psychological distress, job dissatisfaction, and somatic symptoms in office workers in 6 non-problem buildings in the Midwest, Ann Clin Psychiatry, 26.

Davidoff AL, Fogarty L. 1994. Psychogenic origins of multiple chemical sensitivities syndrome: a critical review of the research literature. Arch Environ Health, 49.

Doty, RL, DA Deems, RE Frye, R. Pelberg, A. Shapiro. 1988. Olfactory Sensitivity, Nasal Resistence and Autonomic Function in Patients with Multiple Chemical Sensitivities. Arch Otolaryngol Head Neck Surg., 114 (12).

Goudsmit E & Howes S. 2008. Is multiple chemical sensitivity a learned response? A critical evaluation of provocation studies. Journal of Nutritional & Environmental Medecine, 17 (3).

Hannonen P, Malminiemi K, Yli-Kerttula U, et al. 1998. A randomized, double-blind, placebo-controlled study of moclobemide and amitriptyline in the treatment of fibromyalgia in females without psychiatric disorder. Br J Rheumatol, 37.

Joffres, M. R., Sampalli, T. and Fox, R. A. 2005. Physiologic and symptomatic responses to low-level substances in individuals with and without chemical sensitivities: a randomized controlled blinded pilot booth study. Environmental Health Perspectives, 113.

Kahn, A., G. Francois, M. Sottiaux, E. Rebuffat, M. Nduwinana, M.J. Mozin, J. Levitt. 1988. Sleep characteristics in milk-intolerant infantsSleep, 11.

Kahn, A., M.J. Mozin, E. Rebuffat, M. Sottiaux, M.F. Muller. 1989. Milk intolerance in children with persistent sleeplessness: a prospective double-blind crossover evaluationPediatrics, 84.

Kaplan, B.J., J. McNicol, R.A. Conte, H.K. Moghadam. 1989. Dietary replacement in preschool-aged hyperactive boysPediatrics, 83.

Kutsogiannis DJ, Davidoff AL. 2001. A multiple center study of multiple chemical sensitivity syndrome, Arch Environ Health, 56(3).

Lorig, T.S. 1989. Human EEG and odor responseProgress in Neurobiology, 33.

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Lorig, T.S., K.B. Herman, G.E. Schwartz. 1990a. EEG activity during administration of low-concentration odorsBulletin Psychonomic Soc., 28.

Lorig, T.S., E. Huffman, A. DeMartino, J. DeMarco. 1991. The effects of low concentration odors on EEG activity and behaviorJ. Psychophysiology, 5.

Millqvist, E. and Lowhagen, O. 1996. Placebo-controlled ¨ challenges with perfume in patients with asthma-like symptoms. Allergy, 51.

Millqvist, E., Bengtsson, U. and Lowhagen, O.  1999. Provocations with perfume in the eyes induce airway symptoms in patients with sensory hyperreactivity. Allergy, 54.

Poonai N, Antony MM, Binkley KE, et al. 2000. Carbon dioxide inhalation challenges in idiopathic environmental intolerance. J Allergy Clin Immunol, 105.

Salvaggio, JE. 1991. Clinical and Immunology approach to patients with alleged environmental injury. Ann Allergy, 66.

Simon, GE, WJ Katon y PJ Sparks. 1990. Allergic to life: psychological factor in environmental illnessAM J Psychiatry, 147.

Staudenmayer H, Phillips S. 2007. MMPI-2 validity, clinical and content scales, and the Fake Bad Scale for personal injury litigants claiming idiopathic environmental intolerance. J Psychosom Res, 62.

Terr, AI. 1986. Environmental illness: Enfermedad ambiental: a clinical review of 50 cases. 50 casos . Arch Intern Med146.

domingo, 20 de diciembre de 2020

Hospital Clínic (La lista del Doctor X (I))

 


Leo artículos científicos desde principios de la década de los 90s. Sorpresas desagradables había tenido y me equivocaba cuando creía que estaba curado de espanto. No era así. Hasta finales del 2019 no había topado con una temática tan vergonzosamente tratada cómo los conocidos en el mundo de la ciencia cómo Síndromes de la Sensibilización Central (SSC): Fibromialgia (FM), Síndrome de la Fatiga Crónica/Encefalomielitis miálgica (SFC/EM), Sensibilidad Química Múltiple (SQM) y Electrohipersensibilidda (EHS).

Ciertamente, leyendo literatura científica sobre otras ramas del conocimiento científico se intuyen y ven los tentáculos de lobbies del poder económico y quién los abraza amorosamente. Todo y esto, la costumbre es guardar ciertas formas y hay más o menos un equilibrio de fuerzas, entre los que se juegan el físico defendiendo digamos el interés general y los que no.

A guardar las formas me refiero al estilo en el redactado de un artículo, al diseño del método, a la muestra utilizada, etc. Primeramente, en ciencia la moderación, la prudencia y el rigor son esenciales. Esto es así porqué es mayor el tamaño de lo desconocido que lo que se conoce, y a medida que se avanza en investigación lo que años atrás parecía cercano a la certeza se acaba viendo que era erróneo, o sólo parcialmente cierto. La historia de la ciencia está repleta de ejemplos que lo atestiguan. Por esto mismo, una vez que uno o varios científicos publican un trabajo en el que han llegado a unas conclusiones estadísticas, el lenguaje que se emplea se caracteriza por ser conservador y prudente. Es poco elegante y desaconsejable emitir conclusiones rotundas que en unos años podrían ser el hazmerreír y acabar con el prestigio de los autores. Por ejemplo, en ciencia es habitual construir frases de este tipo:

“La asociación que hemos encontrado en nuestra investigación entre los enfermos y su ocupación profesional sugiere que el síndrome de la sensibilidad química múltiple (SQM) podría estar relacionado con la exposición laboral reiterada a productos derivados del petróleo”

“La prevalencia de enfermos de SQM, según nuestro estudio, se asocia a regiones donde los niveles de contaminación atmosférica son mayores y, en particular, a las inmediaciones de las industrias petroquímicas. Todo ello sería consistente con un origen orgánico de la enfermedad.”

Daos cuenta del empleo de verbos en modo condicional, y los verbos utilizados, etc. Eso es ser un científico prudente y RIGUROSO, máxime especialmente en temáticas polémicas en las que existen muchos interrogantes y se carece de un consenso basado en una colección de evidencias concluyentes en la misma dirección. Pues respecto a trabajos de investigación de los SSC, lo que he observado frecuentemente después de revisar más de 100 artículos es justamente lo contrario: sentencias rotundas sin base científica sólida, especulaciones y hasta juicios de valor vergonzosos. Justamente, se suelen prodigar en ello los que niegan una base orgánica de los síndromes y apuntan a un trastorno mental en calidad de desencadenante y/o mediador.

 

La lista del Doctor X

En el post del 28 de noviembre (Hospital Clínic (VI)) colgué la lista de referencias que un doctor del Hospital Clínic adjuntaba a la respuesta dirigida a la reclamación de FXMV en relación con el informe diagnóstico de SQM redactado por el mismo doctor. De aquí en adelante me referiré a la lista con el nombre de lista del Doctor X.

Llega el momento de hablar de esos trabajos citados en la lista. En total eran 105 referencias, 95 artículos científicos de 45 revistas diferentes. Entre los artículos había algunos que no trataban la SQM y 6 referencias más que tampoco lo hacían. El resto eran unos pocos libros.

De los 95 artículos científicos, en 76 (el 80% del total) hay autores que son psicólogos o psiquiatras, y en algunos hasta están presentes ambos. Es digno de estudio el cómo un profesional de un Hospital público de referencia (Hospital Clínic) que está destinado a la Unidad de toxicología, centra su atención casi exclusivamente en literatura de SQM cuyos autores pertenecen a las especialidades de psicología y psiquiatría. Así no me extrañan sus recomendaciones, informes de diagnóstico, etc. Imaginemos a un oncólogo (cáncer) que focaliza su atención en leer artículos de investigación sobre el cáncer que hacen los psicólogos y psiquiatras …nos causaría estupor, desconfianza y escalofríos.

En cambio, en cuanto al manejo y abordaje de la SQM hemos normalizado este comportamiento.

Este es el tipo de cosas que uno espera que despierten indignación y crítica feroz en las redes sociales. Sin embargo, en nuestra frívola sociedad andamos obsesionados por el continente y dejamos en el olvido al contenido.

De los 95 artículos de la lista del Doctor X, solamente 84 (88%) tratan puramente la SQM y 14 (17%) de ellos se publicaron en revistas de psicología/psiquiatría. A continuación, os muestro una tabla donde encontraréis un listado de todas las revistas, el número de artículos por revista y el factor de impacto científico de cada revista para el 2019 (según Scijournal). El factor de impacto científico es un indicador que mide la importancia de cada revista, cuanto mayor es, mayor es su prestigio científico.

 


A partir de esta tabla he calculado la proporción de artículos, según diferentes categorías del impacto científico de las revistas donde fueron publicados (ver tabla siguiente). Se aprecia que 56 (el 67%) de los artículos fueron publicados en revistas con un factor de impacto más bien bajo (inferior a 5), 26 (el 31%) en revistas de impacto inferior a 3. Un 33% se publicaron en revistas con un impacto entre 5 y 12. Ninguno de ellos se publicó en revistas que superaran el factor 12.


Cuando la ciencia hace trampas (una mirada en profundidad sobre esos trabajos)

Leyendo diferentes trabajos encuentras datos abrumadores que apuntan hacía un origen orgánico de la SQM y otros graves problemas de salud crónicos que se engloban en los Síndromes de la Sensibilización Central. Thomas et al. (2006) hicieron un trabajo centrado en los veteranos de la Guerra del Golfo y encontraron que eran aproximadamente tres veces y media más propensos que lo veteranos que no fueron a esa guerra a informar SQM o una enfermedad crónica de síntomas múltiples.

La Guerra del Golfo se caracterizó por la megaexposición a derivados del petróleo y otras sustancias tóxicas.

Afortunadamente, dentro de la bibliografía que aportaba el Doctor X algún trabajillo había, casi excepcionalmente, que mostraba datos sugiriendo un origen orgánico o la necesidad de investigar en esa línea. Megs et al. (1996) encuestaron a 1027 personas elegidas al azar en Carolina del Norte, 336 individuos (el 33%) informaron sensibilidad química. Los síntomas de sensibilidad química que ocurrieron diariamente fueron reportados por 3,9% de la población total. Finalmente, Megs et al. (1996) razonaban que si la prevalencia de la sensibilidad a los irritantes químicos, tal y como corroboraba el estudio, era equivalente a la de la alergia, esto apoyaba el estudio científico de la sensibilidad química.

Un hecho que huele asquerosamente mal es el cómo un problema de salud tan grave y emergente apenas ha recibido atención científica de calidad, buenas fuentes de inversión con las que profundizar en aspectos moleculares y parámetros físico-químicos. Ese es el camino adecuado, los métodos objetivos, con el que identificar los mecanismos fisiológicos que median esta enfermedad y los desencadenantes.

¿La SQM es una patología nueva? No, fue el año 1956 cuando el concepto de SQM fue introducido por primera vez en una revista científica (Randolph 1956). Posteriormente, Cullen Randolph ya lo definió como un problema adquirido, con síntomas que afectaban a varios sistemas de órganos, promoviendo la idea del origen debido a la exposición a una sustancia tóxica y cuyos síntomas eran provocados por dosis muy bajas de ciertas sustancias. Fijaos que la fecha del 1956 es algo posterior a la del inicio creciente y generalizado del uso de derivados del petróleo en la vida cotidiana y su fabricación a gran escala, con el aumento de la exposición a sustancias de esa tipología.

 

Negar y desacreditar

Entre los artículos que abogan por el negacionismo del origen orgánico de la SQM, hay un artículo del listado del Doctor X que incluso duda de la relación entre los síntomas de algunos enfermos y las amalgamas bucales de mercurio (Bornschein et al. 2001). Antes del 2001 era de común conocimiento que el mercurio poseía una capacidad tóxica bestial…pero esos autores dudaban de la relación.

Hay un matiz que los negacionistas olvidan. Es bien conocido que muchas sustancias tienen potencial para desencadenar ciertos síntomas psicológicos y neurocognitivos en caso de intoxicación. Cómo muestra un botón:

¿Quién no ha experimentado lo que ocasiona el alcohol en el momento de la ingesta abusiva y al día siguiente?

Los síntomas psiquiátricos en los pacientes con SQM, que algunos autores se empeñan en resaltar con tanto afecto, son considerados por otros investigadores como signos directos de los efectos tóxicos de las sustancias químicas ambientales (Adamec 1994, Bell 1994, Bell et al. 1997; ninguno de estos trabajos aparece en el listado del Doctor X). De hecho, se conoce comúnmente que las exposiciones a sustancias químicas neurotóxicas como pesticidas, pegamentos, disolventes, etc. inducen sintomatología neurológica y psiquiátrica, y se ha demostrado que la exposición a pesticidas y solventes puede provocar Flujo Sanguíneo Cerebral disminuido (Heuser et al. 1994).

En la literatura técnica se encuentran artículos científicos focalizando la atención en los efectos neuronales y conductuales derivados de la exposición a insecticidas y la relación entre ello y la SQM (Davidoff & Keyl 1996) ¡Vaya! Este artículo tampoco estaba en la lista del Doctor X. Un estudio de SQM (Andersson et al. 2016), realizado por suecos y daneses, concluía que los enfermos de SQM diferían de las personas no enfermas en cuanto a respuestas del sistema nervioso autónomo (respuestas no conscientes ni voluntarias), síntomas y percepción quimiosensorial durante la exposición a sustancias químicas. Ósea, aquello de la sugestión y los problemas psicológicos cómo desencadenantes, pues cómo que no.

Por otro lado, incluso entre el colectivo de psicólogos/psiquiatras se han publicado artículos científicos que plantean un factor orgánico para la SQM (Bell et al. 1995; ¡Este trabajo estaba en la lista del Doctor X!). Otras investigaciones de psicólogos/psiquiatras arrojan unos resultados que contradicen la hipótesis hiperfamosa de la experiencia traumática cómo desencadenante de la SQM. Así, Bailer et al. (2007) compararon 54 personas con IEI (Intolerancia Ambiental Idiopática, una etiqueta eufemística de los negacionistas para la SQM), 44 personas con SFD (Trastornos Somatomorfos, ídem que el anterior) y 54 sin estos problemas. No encontraron evidencia clara de mayores tasas de experiencia traumática en IEI y SF.

Adicionalmente, cabe interiorizar que la frontera entre lo que es un síntoma psiquiátrico y lo que no, acostumbra a ser muy ambigua y no existe ningún marcador fiable, ninguna prueba objetiva indiscutible que sirva en el diagnóstico certero de una depresión, por ejemplo. Un enfermo de SSC con un problema neurocognitivo importante y con una crisis de dolores, de falta de energía, etc., puede ser diagnosticado erróneamente cómo paciente con depresión debido a la similitud superficial entre su estado y el de una depresión. Un buen y experimentado profesional tiene que saber distinguir una cosa de la otra, igual que harían si tienen delante un enfermo de cualquier otra enfermedad crónica que provoque dolor y le deje en un estado similar.

Una persona con cáncer que reciba un duro tratamiento de quimioterapia estará fatal y tendrá problemas neurocognitivos por su estado. 

¿Será etiquetada de depresiva?

Este comportamiento, en cambio, se aplica frecuentemente a los enfermos de SSC. Por este motivo, cuando leo un artículo científico en el que me cuentan que una alta proporción de pacientes con SQM tenían antecedentes de enfermedad mental, directamente lo pongo en tela de juicio. Los enfermos de SSC que conozco no me cuadran con ese patrón: tienen ganas de hacer cosas, pero su dolor, su falta REAL de energía, su estado neurocognitivo y otros muchos síntomas y patologías asociadas, les dejan KO. Sin embargo, siguen peleando.

Otro empeño de los negacionistas que me llama mucho la atención es la fijación por intentar cambiarle el nombre a la SQM. Al leer a esos autores uno percibe el fastidio que les provoca el nombre de SENSIBILIDAD QUÍMICA MÚLTIPLE porqué ellos niegan un origen orgánico de los síntomas basado en la exposición a sustancias artificiales. Es solamente una hipótesis (no está demostrado) pero ellos defienden categóricamente que la SQM está desencadenada por desórdenes mentales, sugestión, etc.; es la hipótesis psicógena. Una de las explicaciones que esgrimen es la quimiofobia: la percepción del olor a químico desencadena una reacción de pánico, de ansiedad en los enfermos de SQM, algo así como simple sugestión.

Voy a hacer de tripas corazón, a imaginar que tengan razón. Aun así, estaríamos delante de un problema de salud ocasionado por unas sustancias químicas artificiales, al margen de si el desencadenante es psicológico o no. Tenga un origen orgánico o psicogénico la SQM, los enfermos sufren una sensibilidad a una gran diversidad de sustancias químicas y de ahí que el término de SQM sería acertado. Pero no les gusta, le tienen manía.

Sea como sea, el listado del Doctor X es casi un compendio de trabajos que te los lees y acabas convencido de que es bueno rodearse de tóxicos. La industria se sentirá comodísima. Con tozudez inusitada, los doctores se empecinan en que los enfermos de SQM tienen que entrar en contacto con las sustancias químicas artificiales…cómo si esto fuera bueno para alguien. Lo llaman terapia cognitivo-conductual.

Ciertos trabajos, informes y recomendaciones se me asemejan a un alegato de defensa de la contaminación masiva de químicos, invitan a que no seamos cautos ¡Y se dedican a la salud humana! Según determinados profesionales de la salud, está mal comer alimentos ecológicos, vivir en una vivienda sin pinturas tóxicas, sin productos cotidianos que contengan derivados del petróleo (detergentes, suavizantes, colonias, ambientadores con carcinógenos o provocadores de problemas respiratorios, etc.).

Está mal intentar vivir sano, no comprar esos productos.

La industria puede estar tranquila.

 

Tengo una inquietud ¿Está descrita en psicología/psiquiatría la adoración, la filia, por los productos químicos artificiales?

Décadas atrás, en los círculos académicos de psicología estadounidenses, corría toda aquella onda de divulgación y experimentación de los supuestos beneficios del ácido lisérgico (p. ej. Timothy Francis Leary).

¿Sigue alguno con esto de los estados alterados de conciencia?

Ahora lo que rompe son las drogas de farmacia.

Gots (1996) aboga para que a los afectados de SQM se les considere enfermos de trastornos psicogénicos (artículo de la lista del Doctor X). Quizá interese saber que Gots es el director del International Center for Toxicology and Medicine (ICTM). El ICTM ya quedó claro que desarrolló un papel importante en el apoyo a la industria del tabaco en lo relativo a los litigios de los demandantes por daños en la salud a principios de los 90s. Otros clientes del ICTM son industrias petroquímicas por ejemplo. El enlace:

https://www.sourcewatch.org/index.php/International_Center_for_Toxicology_%26_Medicine

La desconfianza con según qué resultados es ampliable a otros artículos al averiguar quién está detrás. Por ejemplo, Dalton (1999) encontró, atención, que muchos de los efectos sobre la salud de la exposición a los olores no eran motivados por estos mismos, sino por una subjetivación mental. Es decir, algo así como que no es físico, es imaginado. Evidentemente, el estudio se basó en cuestionarios y es importante saber que Dalton es una psicóloga que llevó a cabo el estudio para Monell Chemical Senses Center. Monell Chemical Senses Center es un centro privado que recibe un gran apoyo económico por parte de la industria (hasta un 22%) y otras ayudas privadas (39%). Aquí lo podéis ver:

https://monell.org/corporate-partners/

https://monell.org/financials/

No me he dedicado a escarbar detrás de cada cita bibliográfica, no pretendo desperdiciar mi tiempo en algo que me resulta de Perogrullo. El que sea tan malpensado cómo yo recordará aquello de la ciencia zombie impulsada por la industrias tabacalera, con el ánimo de salir indemne de las denuncias de la sociedad civil americana. Este tema salió a relucir en la queja de 16 páginas presentada a la Generalitat por FXMV y publicada en Perro Verde el día 17 de junio de 2020 (Hospital Clínic (IV)):

https://perroverdeweb.blogspot.com/2020/06/hospital-clinic-iv.html

La industria tabacalera americana perdió la guerra, en parte, pese a todo su esfuerzo y poder. Pero si la industria tabacalera era un gigante, imaginemos la fuerza que puede desarrollar la industria de la guerra (armamento, equipamiento, etc.) cuando le salen unos forúnculos en el culo cómo lo puedan ser los soldados que regresaron enfermos de la Guerra del Golfo. Ahora añadamos a las petroquímicas, entre las que se incluyen empresas que también se dedican al sector farmacéutico (buscad cómo acabó el caso de las indemnizaciones por glifosato de Bayer; pagaron y no hubo sentencia, ni admitieron el problema). Y después interioricemos que todas las ramas industriales existentes utilizan de forma regular una enorme lista de sustancias derivadas del petróleo. Hablamos de miles y miles de sustancias que nos golpean, cifras de dinero inimaginables y un poder sin control.

En el mundo de la ciencia hubo autores que alertaron de que la ausencia de pruebas y hallazgos consistentes establecidos por la ciencia con el objeto de probar la enfermedad de SQM, podía implicar la suposición de la etiología psicógena y que este camino fuese favorecido por la industria, las aseguradoras y las administraciones públicas (Ziem 1992; Spencer & Schur 2008).

¿Por qué nos extraña que no haya apenas investigación de calidad respecto la SQM en cerca de 70 años?

¿Por qué tenemos que creernos esa larga lista de trabajos científicos publicados por psicólogos y psiquiatras que argumentan un origen psicogénico de la SQM sin tener una base sólida ni demostrar el mecanismo fisiológico desencadenante?

¿A quién le parece extraño que los enfermos de SQM sean tratados vilmente por la medicina y las administraciones públicas?

Algunos trabajos me parecen tan sumamente indecentes que no entiendo cómo una revista científica indexada accedió a publicarlos. Staudenmayer et al. (1993), agarraos bien fuerte a la silla, concluyeron que la prevalencia de abuso infantil físico y sexual fue significativamente mayor (p <0,05) entre la cohorte de mujeres que atribuyeron sus síntomas a enfermedades ambientales o relacionadas con productos químicos. Pues este es otro de los trabajos que el Doctor X añadió en su lista de referencias bibliográficas sobre SQM.

Parte de los síntomas de la neurastenia guardan semejanza con los SSC y lo más intrigante es que los que la diagnosticaban (psiquiatras y psicólogos) se basaban en criterios subjetivos. La neurastenia se catalogaba cómo enfermedad con entidad propia pero ante la falta de evidencias fundamentadas, desapareció del manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-II)…pero se ha mantenido en el CIE-10 de la OMS.

Más que una enfermedad, la neurastenia es un conjunto de síntomas típicos de algunas enfermedades, cómo los SSC. Si buscáis “neurastenia” en Google, todavía encontraréis páginas de psiquiatría y psicología en las que dan la brasa con que el que tiene estos síntomas puede verse mejorado ingiriendo esos fármacos legales de la farmacia utilizados por psiquiatras y psicólogos. En algunos de los artículos negacionistas de la lista del doctor X se asigna la neurastenia cómo posible diagnóstico a los enfermos de SQM.

Los negacionistas coinciden en darle una identidad psicológica/psiquiátrica a la SQM, ya que para ellos los pacientes cumplen con criterios de diferentes trastornos mentales. Ellos que cargan contra el origen orgánico de la enfermedad atendiendo a que no hay una prueba diagnóstica objetiva validada científicamente, se basan precisamente en un criterio subjetivo no fundamentado en ninguna prueba de parámetros físico-químicos, sino alcanzado mediante cuestionarios o especulaciones, con un alto grado de subjetividad pura y dura. No disponen de prueba objetiva alguna que demuestre un origen psicogénico de la SQM y apuestan sin rubor por esta explicación, y las revistas publican sus elucubraciones en esa dirección.

Al meditar profundamente me asusta una pregunta:

¿Cuántos enfermos con patologías de origen orgánico han sido diagnosticados errónea e injustamente como enfermos psiquiátricos o con trastornos psicológicos por profesionales incompetentes y de bajo perfil ético?

El negacionismo proviene mayormente de psiquiatras, psicólogos y...toxicólogos.

Recordad lo que expliqué en los posts de los disruptores endocrinos sobre la deficiente evaluación toxicológica de las sustancias antes de ser aprobadas para su uso.

Dan por sentado en sus publicaciones que lo conocen todo, porqué las pruebas convencionales a las que someten a los enfermos no arrojan un resultado irrefutable. Realizan la asunción barata y sin base de que conocen todos los mecanismos del sistema inmune y endocrino, todos los mecanismos bioquímicos existentes. Cualquier persona que lea ciencia sabe que se están descubriendo cosas increíbles, inimaginables y novedosas cada año, porqué los medios tecnológicos existentes hoy en día hacen posible un avance sin precedentes…es cuestión de invertir de buenas dosis de dinero y esfuerzo. 

Tenemos individuos del mundo de la ciencia que negaron, niegan y negaran la relación no monotónica entre dosis y efecto de los disruptores hormonales (derivados del petróleo) sobre nuestro organismo, el daño que causan en nuestro sistema hormonal, su asociación a enfermedades emergentes del mundo occidental (Alzheimer, diabetes, enfermedad inflamatoria intestinal, cáncer, etc.). A pesar de tantos y tantos estudios publicados en revistas de alto impacto científico, de tantos y tantos investigadores repartidos por el mundo que están llegando a conclusiones en la misma dirección…lo negaran y renegaran.

¿Avanzará la ciencia cuando los negacionistas sufran en su propio cuerpo los SSC con su máxima crudeza?

Os esperan diversos posts que se ocuparan de discutir el contenido de la lista del Doctor X paso a paso y contrastarlo con otras publicaciones. Hay para rato...

Bibliografía

Adamec R. 1994. Modelling anxiety disorders following chemical exposures. Toxicol Ind Health, 10.

Bailer J, Witthöft M, Bayerl C, Rist F. 2007. Trauma experience in individuals with idiopathic environmental intolerance and individuals with somatoform disorders. J Psychosom Res, 63(6).

Bell IR. 1994. White paper: Neuropsychiatric aspects of sensitivity to low-level chemicals: a neural sensitization model. Toxicol Ind Health, 10.

Bell IR, Peterson JM, Schwartz GE. 1995. Medical histories and psychological profiles of middle-aged women with and without self-reported illness from environmental chemicals. J Clin Psychiatry, 56.

Bell IR, Miller CS, Schwartz GE. 1997. An olfactory limbic model of multiple chemical sensitivity syndrome: possible relationships to kindling and affective spectrum disorders. Biol Psychiatry, 32.

Bornschein S, Förstl H, Zilker T. 2001. Idiopathic environmental intolerances (formerly multiple chemical sensitivity) psychiatric perspectives. J Intern Med, 250.

Dalton P. 1999. Cognitive influences on health symptoms from acute chemical exposure. Health Psychol, 18.

Davidoff AL, Keyl PM. 1996. Symptoms and health status in individuals with multiple chemical sensitivities síndrome from four reported sensitizing exposures and a general population comparison group. Arch Environ Health, 51.

Gots RE. 1996. Multiple chemical sensitivities: distinguishing between psychogenic and toxicodynamic. Regul Toxicol Pharmacol, 24.

Heuser G, Mena I, Alamos F. 1994. NeuroSPECT findings in patients exposed to neurotoxic chemicals. Toxicol Ind Health, 10(4-5).

Meggs WJ, Dunn KA, Bloch Rm, et al. 1996. Prevalence and nature of allergy and chemical sensitivity in a general population. Arch Environ Health, 51.

Randolph TG. 1956. The specific adaptation syndrome. J Lab Clin Med, 48. 

Spencer TR, Schur PM. 2008. The challenge of multiple chemical sensitivity. J Environ Health, 70(10).

Staudenmayer H, Selner ME, Selner JC. 1993. Adult sequelae of chilhood abuse presenting as environmental illness. Ann Allergy, 71.

Thomas HV, Stimpson NJ, Weightman AL, et al. 2006. Systematic review of multisystem conditions in Gulf War veterans. Psychol Med, 36.

Ziem G. 1992. Multiple chemical sensitivity: Treatment and follow up with avoidance and control of chemical exposures, Toxicol Ind Health, 8(4).