domingo, 10 de mayo de 2020

Los disruptores hormonales (VII)


Es hermosa pero tóxica y peligrosa. Lo reconocemos sin titubeos...nadie lo niega, nadie lo oculta.

El próximo martes día 12 de mayo se celebra el Día de los llamados Síndromes de la Sensibilización Central (SSC):
  •       Fatiga Crónica y Fibromialgia
  •       Sensibilidad Química Múltiple
  •       Electrohipersensibilidad

También es el Día Internacional de la Enfermería o Enfermera.
Cabria que estas conmemoraciones fueran divulgadas por todo tipo de webs de la administraciones locales (ayuntamientos, etc.), administraciones autonómicas y del gobierno central…al igual que se hace con el Día de la Mujer, máxime teniendo en cuenta que este tipo de enfermedades golpean, según las evidencias publicadas, con mayor incidencia en el género femenino. Se ruega no nos cuenten más mentiras ni tergiversaciones (aquello del origen psíquico y el trastorno psicosomático) y no escondan las causas físicas que disgustan a los de la industria petroquímica y de las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación).
  •      Tóxicos de la limpieza del hogar (lejía, salfumán, etc.), de la higiene corporal y la cosmética (la fragancia, entre otros)
  •       Los plaguicidas
  •       Los ingredientes de la ropa creados a partir de la química de síntesis
  •       Las ondas electromagnéticas
  •       Etc.

En resumen, toda esa vorágine de contaminación masiva cotidiana constante a la que nos someten por orden y voluntad de los descerebrados de arriba (los que dirigen las marionetas).
Habréis visto la intensidad ante la más mínima oportunidad con la que nos quieren colar aplicaciones de móvil y demás ingenios de las TICs…legitimado mediante una motivación de salud (¿?).
NO, majetes, NO.
NO son los móviles los que nos van a curar.
Nuestra pasta no se la regaléis a esta industria.
Viene de paso reconocer el papel de la enfermería siempre, este año más que nunca, y con ello reivindicar un reconocimiento real (no el del aplauso) en materia de dignidad laboral, unas condiciones y un trato adecuado en el plano laboral.
¡AQUÍ ES DONDE HAY QUE INVERTIR LA PASTA PÚBLICA!
 EN SANIDAD, EN LO QUE CURA.
Ya puestos, después de dos meses y pico de aguantar burradas, conviene sacar a relucir otro de las abundantes muestras del absurdo en la gestión del COVID-19:
La desinfección masiva con lejía u otros productos ultranocivos cuando el agua oxigenada es igual de efectiva con los virus y con escasa capacidad tóxica para nuestro organismo…
Ayuntamientos y otras administraciones
¿Tomáis nota?
¿Cómo?
¿Seguís empecinados en fabricar más enfermos de SSC y otras patologías, y hacer empeorar a los que ya son afectados?
No será que no ha habido avisos y comunicados de prensa al respecto por parte de asociaciones y demás; a continuación os muestro dos:
Maria Argentina Rey Fernández (Asociación SQM-EHS Galícia; Miembro del Foro Español de Pacientes). 08-05-20. Opinión “Vidas en cuarentena”. Redacción médica.
Comunicado Asociación SFC:SQM Madrid “Lo que mata al COVID19, nos enferma a nosotros”. 07-05-20. Europa Press.
Maria Argentina Rey Fernández es Doctora, afectada de SQM…por si este detalle aporta más luz a los abogados del diablo.
Como dice aquel refrán catalán:
Ja pots xiular, si l’ase no vol beure
Ya puedes silbar, si el burro no quiere beber
Al margen de si hay o no para alquilar sillas (“Hi ha per llogar cadires”) y del si tienes burros irás a caballo (“Si tens ases aniràs a cavall”) pasamos al contenido de las alternativas para evitar los disruptores hormonales…haberlas, haylas, y no tienen que ver con las meigas.
Las alternativas
Aclarar las ideas con una zambullida en el Morning Glory Pool antes de legalizar sustancias químicas nocivas para la salud ¿por qué no?
Lo peor del panorama alternativo ofrecido por la industria química es que los nuevos productos sintéticos (no naturales, creados en laboratorio) aparecidos como sustitutos seguros también puede que sean perjudiciales para la salud. Con algunos ya se conoce que es así.
En esta línea, los sustitutos de los ftalatos, al igual que los ftalatos, pueden activar receptores (el PXR) e inducir niveles altos de lípidos en la sangre en modelos animales (DeKeyser et al. 2011; Sui et al. 2015; Takeshita et al. 2011). Respecto el sustituto del bisfenol A, el bisfenol S, también se ha descrito científicamente su capacidad como disruptor hormonal (pág. 289 en Olea 2019). Ahora es posible que os plantéis diferentes preguntas:
Después de los conocimientos y experiencias adquiridas con sustancias químicas anteriores en relación al impacto sobre la salud humana
¿No han testado esos nuevos sustitutos para comprobar con todas las garantías que no entrañan un riesgo para la salud?
Es obvio que no suficientemente.
La historia se repite en bucle, pasarán años hasta que se reúnan multitud de evidencias científicas que describan un daño claro contra la salud y muchos más antes de que se prohíban esas sustancias…significara en términos económicos que algunos habrán obtenido un alto rendimiento.
Sin embargo, para el medio ambiente y nuestra salud se traducirá en que como mínimo algunos de los nuevos tóxicos sería plausible que creen problemas de salud seguramente durante décadas incluso después de su prohibición.
Evidentemente, estas situaciones son semejantes a un callejón sin salida, en especial cuando estamos tan y tan acostumbradísimos a los derivados del petróleo y otras sustancias químicas artificiales. No nos hacemos a la idea de que no tenemos porqué depender tanto de esta gran familia de compuestos en la fase de producción de artículos, y tampoco en el día a día de nuestra vida.
Cuando escuchéis una frase del tipo “esto siempre ha existido” o “toda la vida se han utilizado productos químicos”, sabed que no es cierto cuando se trata de derivados del petróleo. El primer plástico comenzó a utilizarse hacía principios del siglo XX pero no fue hacía la segunda mitad del mismo siglo cuando la química de síntesis a partir de los derivados del petróleo comenzó a imponerse alrededor nuestro en cualquier ámbito. Esa exposición ha crecido las últimas décadas hasta lo indecente, acumulándose en la atmósfera, la tierra, el agua y los seres vivos.
 Es fácil entender que cuantos más boletos tengamos más fácil es que nos toque el premio gordo de la lotería.
Desgraciadamente, los diferentes premios sorteados (las enfermedades) no hacen ni puta gracia y además, queramos o no, participamos en el sorteo.
Un camino diferente sería el de utilizar estrictamente las sustancias que se sabe que son seguras, volver a los materiales que se utilizaron durante siglos sin consecuencias nefastas, y reducir al mínimo los que no lo son.
Esto no va a ocurrir a no ser que haya una masa social revolucionada pidiéndolo. Y todos sabemos una cosa: no tiene pinta de que las enfermedades cuyas cifras de afectados superan con creces al COVID-19 vayan a pasar a ser un tema más prioritario que el fútbol.
Como tampoco va a existir en cuanto a los tóxicos un cambio en el comportamiento político ni de los que mueven los hilos… contamos con una preocupación política por la salud quizá un pelín selectiva y caprichosa.


¿Y qué hacemos para escapar de estas amenazas y acabar con ellas?
¿Cuál es la alternativa?
No nos queda otra opción más que informarnos bien por nuestra cuenta sobre los contaminantes existentes y el como evitar la exposición en nuestro día a día, atendiendo a que estos contenidos muy DIFÍCILMENTE los encontraremos en las televisiones públicas y privadas, y menos en prime time.
Actualmente, hay diferentes fuentes fiables de información a las que podéis recurrir, entre ellas, la web Hogar sin tóxicos.
También tenéis libros recomendables en este sentido, entre ellos:
Silvestre, E. 2017. Tu casa sin tóxicos. RBA Libros S. A.
Olea, N. 2019. Libérate de tóxicos. RBA Libros, S. A. Barcelona.
Es vital informarse bien de lo que llevan los productos, apostar por el ecoetiquetado, por los productos fabricados a partir de ingredientes de origen natural y evitar, por regla general, los artificiales (entendidos como artificios de la química de síntesis).
Las fuentes de exposición son tan diversas que, a priori, nos puede parecer en conjunto surrealista. Para que captéis el meollo, los espermicidas (condones), los óvulos vaginales, los lubricantes vaginales, los diafragmas son una fuente de alquilofenoles (pág. 381 en Olea 2019). Las cremas solares y filtros UV suelen contener benzofenonas, canfenos, oxicinamatos, parabenos…llamados filtros orgánicos, así que por seguridad es mejor buscar aquellos productos con filtros inórganicos: dióxido de titanio y óxido de zinc, sin nanopartículas (pág. 381 en Olea 2019).
Sobre todo, consultad fuentes fiables, con información de calidad y rigurosa.
Lo malo de todo es que cuesta mucho tiempo aprender a buscar productos seguros. Evitar los disruptores y/o carcinógenos es altamente complicado, por muchas razones:
-Se encuentran en cualquier tipología de producto (alimentario, fitosanitario, higiene corporal, de limpieza doméstica, mobiliario, coches, ropa, etc.).
-Los etiquetados no son claros (ingredientes difíciles de leer, etc.) y tampoco incluyen todos los componentes ni de los envases ni de los productos. Efectivamente, el envase podría a veces ser más perjudicial que el contenido.
Nuestra libertad como consumidor para elegir un producto sano NO ES REAL, porqué en muchos casos no tenemos medio de conocer con concreción que ingredientes reales tiene. Os pongo un ejemplo.
  •  En una empresa fabrican tubos de plástico. Estos tubos serán vendidos a una marca de cosméticos que será la encargada de fabricar y rellenar los tubos con una crema para la piel. Antes de fabricar los tubos alguien habrá tenido que limpiar con un disolvente el interior de la extrusora, de cara a preparar la máquina para ese nuevo material plástico con la intención de evitar la aparición de las impurezas (rugosidades, granos, etc.) en la textura del envase (algo meramente ESTÉTICO). Podrían quedar algunos restos del disolvente en el plástico extruido y como consumidores el disolvente no podremos llegar a conocer cual es. El plástico puede llevar aditivos como el colorante que se habrán añadido en una tolva aparte y que no conoceremos. Luego, una vez fabricado el tubo pasará por la máquina de inyección que inyectará la cabeza (donde va alojado el tapón). Quizá en los moldes en los que se inyecta el plástico a altas temperaturas, los operarios hayan aplicado un spray de aceite o algún otro producto con el objeto de evitar que el plástico inyectado se quede adherido.
En definitiva, la presencia de sustancias tóxicas que no podremos conocer, con potencial de interacción con los químicos de la crema, del contenido en si.
Además, casi tendremos que hacer una carrera universitaria antes de ir al super si queremos cerciorarnos que los ingredientes “anunciados” de cada producto son sanos. Por último, recordad que en el caso de las colonias, los perfúmenes, algunos suavizantes y otros muchos productos, tras la palabra “FRAGANCIA” se le da opacidad a químicos no presentes en la lista de ingredientes, con toda la garantía legal y seguridad jurídica para el productor y una peineta “Bárcenas style para el consumidor.
Ya que no quieren prohibir ese gran surtido de ingredientes nocivos para la salud, al menos debiéramos disponer como ciudadanos de salidas o escapatorias a su ingesta y exposición. A mí se me ocurre una forma de acabar con las complicaciones que sufre el consumidor porqué supongo que las empresas estaban al servicio de la gente, y no la gente al servicio de las empresas. Yo lanzo la idea, igual algún político va y la propone (JAJAJAJAJA). Podrían agrupar los productos en una gran división, con el objeto de facilitar la libre elección del consumidor, optimizar su tiempo, evitarle sufrimientos y ahorrar gasto público en sanidad:
  •     Un enorme apartado de metros de estanterías con un gran cartel que diga “Productos nocivos para la salud (con carcinógenos, con disruptores hormonales, etc.)”.
  •     Un minúsculo apartado que especifique “Productos cuyos ingredientes no están considerados como nocivos para la salud (sin carcinógenos, sin disruptores hormonales, etc.)”.

Evidentemente, en tal situación plausiblemente utópica, propia de unos países responsables que cuidan del medio ambiente y la salud de sus ciudadanos, los reponedores de los supermercados y las tiendas podrían clasificarlos sin problemas porqué cada producto tendría que llevar incorporado un distintivo CLARO E INEQUÍVOCO haciendo referencia a esas dos categorías.
En un país normal, esto sería lógico…aunque ¿Existe algún país normal?
Siguiendo con la lógica, uno imagina que los productos más seguros y sostenibles debieran ser los más baratos. De nuevo otra fatalidad, no es así. Por ejemplo, un producto en un envase de vidrio va a costar mucho más que un producto en un envase de plástico. Un envase de vidrio si que es reutilizable al 100%; con una buena política detrás, imponiendo mayores impuestos a los productos que dañan más al medio ambiente y a la salud…y bajándolos en los más seguros, se contribuiría al cambio en el consumo y, consecuentemente, en la producción. Esto incluiría un ahorro desde otros puntos de vista (gasto en la salud pública, evitar un daño sobre el medio ambiente y los recursos naturales “servicios ecosistémicos”, etc.).
Y ¿por qué iban a hacer algo así desde las administraciones, cuando el bienestar, el medio ambiente y la salud del ciudadano no son los objetivos principales?
Comenzando desde la producción primaria, el inicio de la cadena de la industria agroalimentaria:
¿Se priman las prácticas ecológicas?
O
¿Las convencionales con gran aplicación de plaguicidas y fertilizantes químicos?
Lo respondo rápido. Cuando un agricultor quiere pasar de una gestión agrícola convencional a una ecológica, primero tendrá que transcurrir un período de reconversión de unos 6 años sin utilizar los plaguicidas y fertilizantes químicos convencionales. Durante ese tiempo no va a poder vender sus productos con la etiqueta de agricultura ecológica, tendrá que venderlos a precios bajos, como productos convencionales. Aún habiendo superado los 6 años aplicando correctamente la gestión ecológica de sus campos, va a tener que hacer frente regularmente a analíticas de control de las tierras por parte del ente administrativo que certifica que esa producción es ecológica…esas pruebas las debe sufragar el agricultor.
Imaginemos que el agricultor de al lado cultiva convencional y tiene un descuido, a raíz del cual su plaguicida llega a las tierras de agricultura ecológica, o que las aguas de escorrentía (las de después de las lluvias) bajan del campo de agricultura convencional hasta el de agricultura ecológica. ¿Qué pasaría? Si las analíticas demuestran una carga tóxica no permitida en cultivo ecológico, el producto no se va a certificar como ecológico. Lógicamente, quién sufragará la pérdida será el agricultor ecológico.
Claro, nadie le obligó a preocuparse por hacer las cosas mejor; eso en este país es ser un excéntrico y un extravagante.
Los precios de los productos ecológicos son prohibitivos para los pobres al menos en este país, adecuados al bolsillo de las clases medias y altas, con un salto importante respecto al producto convencional. Cuestión esta que un país avanzado se empeñaría en equilibrar en alguna medida de cara a que el consumidor elija LIBREMENTE en cuanto a su salud y no coaccionado por el tamaño de su bolsillo.
Algo que me rompe absolutamente los esquemas es cuando observo un producto ecológico en un envase de plástico. O cuando veo estos productos en el mismo aparador o refrigerador y al lado mismo de los productos convencionales…cuando es de sobras conocido que los tóxicos pueden ser volátiles y que una gran parte de las verduras, hortalizas y frutas convencionales llevan restos de plaguicidas cuando esperan a ser vendidos. En este sentido, os recomiendo leer o al menos ojear el informe de Ecologistas en Acción:
García, K., Romano, D. & Hernández, K. 2018. Directo a tus hormonas. Guia de alimentos disruptores. Residuos de plaguicidas con capacidad de alterar el sistema endocrino en los alimentos españoles.
Volviendo al tema…
¿Os imagináis a un artesano creando con suma habilidad y cuidado una frágil pieza de cristal de Bohemia y luego que el de la tienda con sus manazas la acabe vendiendo rota, en trozos?
Otras historias de consumidor tocanarices es comprobar que aproximadamente un tercio de los supermercados está destinado a productos que incorporan tóxicos volátiles (productos de limpieza, de higiene, cosmética, etc.) que viajan a través de las estanterías hasta el lugar donde se exponen la fruta, las verduras y demás…ya ni hablemos de los malditos ambientadores. Esos olores a químicos que nos tenemos que tragar obligadamente al entrar a comprar alimentos y que pueden haber contaminado los productos de alimentación…se me ocurre un buen lugar donde meterlos.
Antes, esos productos con tóxicos se vendían en establecimientos específicos donde no había comida: las DROGUERÍAS. Digo yo que si los supermercados los quieren vender, al menos lo hagan en habitáculos estancos aparte que impidan la contaminación de los alimentos.
Además, los productos más seguros debieran ser los más fáciles de encontrar en general. Evidentemente, no es así y cuando una persona quiere tener un hogar con productos seguros (mobiliario, etc.) se ve obligada a rebuscar en internet y encargarlos a la Conchinchina.
La próxima semana seguimos con los disruptores hormonales, nos acercamos al desenlace final de la serie.
Bibliografía
DeKeyser, D. J. Laurenzana, E. M., Peterson, E. C., Chen, T. & Omiecinski, C. J. 2011. Selective phtalate activation of naturally occuring constituive androstane receptor splice variants and the pregnane X receptor. 2011. Toxicol. Sci., 120.
Olea, N. 2019. Libérate de tóxicos. RBA Libros, S. A. Barcelona.

Silvestre, E. 2017. Tu casa sin tóxicos. RBA Libros S. A.
Sui, Y., Helsley, R. N., Park, S. H., Song, X., Liu, Z. & Zhou, C. 2015. Intestinal pregnance x receptor links xenobiotic exposure and hypercholesterolemia. Mol. Endocrinol, 29.
Takeshita, A., Igarashi-Migitaka, J., Nishiyama, K., Takashashi, H., Takeuchi, Y. & Koibuchi, N. 2011. Acetyl tributyl citrate, the most widely used pthalate substitute plasticizer, induces cytocrhome p450 3a through steroid and xenobiotic receptor. Toxicol. Sci., 123.


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