sábado, 25 de abril de 2020

Los disruptores hormonales (V)


Exposición a los disruptores hormonales en fetos y niños

Una de las características de las sustancias químicas que actúan como disruptores hormonales es que la exposición a ellas durante los períodos críticos y sensibles del desarrollo (feto, infancia, pubertad, menopausia) puede afectar a los individuos haciéndolos más propensos a padecer un extenso abanico de enfermedades (Schug et al. 2011; Tabb & Blumberg 2006). En efecto, los disruptores hormonales pueden provocar cambios sutiles en la expresión de los genes y los procesos moleculares biológicos, acabar alterando así el desarrollo y llegar a producir una disfunción de larga duración (Papalou et al. 2019).
¿Cómo lo logran?
El epigenoma son todas aquellas sustancias químicas que le dicen a los genes, actores básicos intervinientes en mil procesos que se dan en nuestro cuerpo, que deben hacer, donde y como. En principio, estas sustancias químicas, eran de origen natural. Pero desde la entrada en acción de los disruptores hormonales químicos de origen artificial (las sustancias creadas por la especie humana), ellos también pueden jugar el partido como titulares. Al hacerlo contribuyen negativamente, alterando el epigenoma en las células sexuales (células germinales) que son las encargadas de transmitir los genes a la siguiente generación, y por tanto los cambios llegan hasta la siguiente generación (Crews & McLachlan 2006).
El problema de los disruptores hormonales es tan siniestro que una de las exposiciones más importantes para los niños a estos contaminantes es precisamente a través de la madre, ya que las sustancias químicas persistentes acumuladas en la grasa de esta, pasan al niño durante el embarazo y también mediante la leche materna (pág. 302 en Olea 2019).
Durante el primer embarazo las mujeres transfieren al feto más del 50% de los contaminantes acumulados en su cuerpo (pág. 114 en Olea 2019). Olea (2019) nos explica en las páginas 117 y 118 que la exposición de la madre a los disruptores hormonales incide en el feto (el hijo/la hija), y aún peor, en la descendencia del feto (es decir, el nieto o nieta), ya que las células germinales de este también quedarán expuestas. Las células germinales son aquellas que incluyen el material genético que heredará la próxima generación (el nieto o nieta).
Recuerda a la peli Regreso al Futuro pero sin final feliz.
En esta línea, uno de los casos más sonados y bien documentado que se hizo bien popular fue el del DES (Diethylstilbestrol) que se prescribió a multitud de mujeres embarazadas para prevenir abortos (y por otros “supuestos” fines) y causó tantos problemas de salud…entre ellos el cáncer de mama en las hijas (Newbold 2004). El DES fue objeto de diversos estudios, en humanos y animales, y también se describió que predisponía a la obesidad a la descendencia una vez se encontraban en la edad adulta (Hatch et al. 2015; Newbold et al. 2009) ¿No es una maravilla? Es algo genial porqué décadas después vete a buscar culpables e indemnizaciones…han prescrito o han muerto, o a los encargados de ajustar las cuentas no les da la gana de complicarse la vida.
Obviando toda esta mochila que ya de entrada le damos al retoño antes de salir al mundo, una vez que salga del vientre materno, en caso de necesitar ayuda de cuidados intensivos…le espera otra dosis de exposición en un centro de salud. Un estudio detectó que el Bisfenol A estuvo presente en el 65% de los artículos de las unidades de cuidados intensivos pediátricos de los recién nacidos (pág. 209-2010 en Olea 2019), incluidos los chupetes. Después el recién llegado al mundo continuará a lo largo de toda su vida sumando y sumando exposiciones a BPA y a otros disruptores. Y es que los niños españoles y los europeos mean, por ejemplo, BPA cada día (pág. 239 en Olea 2019), otro logro del progreso.
Claro que esto
¿En qué se puede traducir?
En el mismo libro, Nicolás Olea menciona la asociación que habían descubierto en Barcelona unos investigadores entre la presencia de BPA en la orina de las mujeres embarazadas y el riesgo de la descendencia a sufrir asma e infecciones respiratorias (pág. 240 en Olea 2019). No penséis los de otras regiones que estáis a salvo, la globalización hace común lo malo así que aproximadamente el 93% de los norteamericanos tienen niveles de BPA en la orina (Papalou et al. 2019).
Otras evidencias científicas del efecto transgeneracional del BPA incluyen, además de los estudios en personas, los de exposición de animales en laboratorio. Por ejemplo, se ha estudiado la exposición transgeneracional del BPA induciéndola en ratones y la exposición en las madres se asoció con la disfunción mitocondrial y los niveles de citoquinas proinflamatorias en el páncreas de los machos descendientes a lo largo de dos generaciones (Bansal et al. 2017).
Otros estudios con ratones, sobre exposición de los fetos a BPA, dieron lugar a alteraciones en genes que tienen que ver con el cáncer de próstata (Ho et al. 2006; Tang et al. 2012). También con ciertos plaguicidas se han realizado experimentos en ratones, dando lugar a evidencias científicas de alteración en las siguientes generaciones. Son ejemplos del riesgo para las próximas generaciones de ciertos disruptores hormonales…
y los seres humanos tenemos una capacidad superior de almacenaje de contaminantes, ya que vivimos muchos más años que los roedores.
La relación de los plaguicidas y otras fuentes de disruptores hormonales con la orquidopexia (que uno o dos testículos se queden suspendidos, fuera del saco escrotal), con la pérdida de calidad seminal y con la alteración de los niveles de testosterona ha sido motivo de investigación de diversos científicos en latitudes europeas muy alejadas entre sí, con resultados que apuntan en una misma dirección (pág. 175-186 en Olea 2019). El problema no es si el niño es más o menos varonil, es que la alteración de los niveles de las hormonas acaba teniendo unas repercusiones en cascada en el organismo que seguro que no son gratuitas y acabaran incidiendo en la salud de ese ser humano.
Olea (2019) nos cuenta que la OMS clasifica los PFAS/PFOA bajo sospecha de ser cancerígenos, tóxicos para la reproducción y nocivos para población vulnerable (niños, etc.). Uno de los artículos cotidianos con los que se contribuye a la absorción de estos contaminantes por parte del organismo son las sartenes, recubiertas por estas sustancias para evitar la adherencia de la comida. Que sepáis que hay alternativas, ollas y sartenes sin sustancias con conocida capacidad nociva para la salud, por ejemplo de cristal, pirex, hierro colado (sin esmaltes nocivos), etc.
Olea (2019) remarca en las páginas 350-351 la importancia de los primeros 1000 días, desde el inicio del desarrollo de la nueva vida hasta el segundo año de edad. Una etapa, nos cuenta, en la que el cerebro es capaz de activar y desactivar mil conexiones neuronales por segundo…¡¡a los 3 años el cerebro es el doble de activo que el de un adulto!!
Un infante es asombroso
¡Cuesta hasta de imaginar tal capacidad!
Después de todo lo que si sabemos
¿Vamos a dudar de lo que puedan representar para su futuro los impactos que le estamos preparándoles en herencia?
Ante la cada vez más insignificante duda sobre la inocuidad de determinadas sustancias
¿Vamos a continuar mirando hacía otro lado?
El cáncer y los disruptores hormonales
Los cánceres relacionados con las hormonas son otro de los grandes problemas de salud modernos que se asocian a los disruptores hormonales. No me voy a extender con ello todo y que esta temática ha generado multitud de trabajos científicos que apuntan nuevamente a la disrupción hormonal de sustancias químicas artificiales.
El efecto de los pesticidas y otros químicos hace ya tieeeempo que está descrito en la bibliografía científica. Olea (2019) menciona por ejemplo un trabajo (López-Abente 1990) en el que se índica una probabilidad mayor de los agricultores españoles a padecer una muerte debida a unos determinados tipos de cáncer (estómago, leucemia, linfoma no Hodgkin y tumores cerebrales).
Y bueno, a estas alturas de la película hace falta casi ser memo para creerse que la culpa de todo es del código genético cuando tantos estudios e investigadores han revelado al mundo que es el código postal (las exposiciones a tóxicos del lugar donde vives) y también tú ocupación laboral quiénes mejor explican el cáncer que sufrirás.
Quién desee aumentar su nivel de conocimiento respecto la asociación entre el código postal y la incidencia de cada tipo de cáncer en España, puede consultar López-Abente et al. (2014).
Entonces
¿Por qué se empeñan en insistir en el código genético como clave para la lucha contra el cáncer?
Toda esta historia de achacar todos los males modernos en aumento al código genético tiene un punto muy en línea con el DETERMINISMO de la religión monoteísta. Porqué si todo está escrito en los genes (la enfermedad que vamos a sufrir, etc.).
¿Para que ponerse a cambiar hábitos de producción de las industrias y otras fuentes de exposición a agentes tóxicos? 
Alea jacta est, nuestro destino está escrito, no nos metamos en líos, no nos hagamos daño entrando en conflicto con los grandes intereses de las industrias. Por supuesto, mirar cuales son los contaminantes que alteran la expresión genética, eso siempre va a ser un camino lleno de minas, abrupto y sin facilidades.
Por el contrario, zambullirse en el determinismo genético, ahí si que hay pasta para investigar y una autopista sin límites de velocidad.
Bisfenol A (BPA)
Como estrella invitada dedico un apartado a esta maravilla del ingenio humano. El Bisfenol A es reconocido como estrógeno sintético desde 1936 (pag. 234 en Olea 2019). Se viene conociendo su capacidad de alterar el equilibrio hormonal en el individuo expuesto y su descendencia desde hace muuuucho.
  • La EPA (Agencia Americana del Medio Ambiente) clasifica los efectos de las emisiones procedentes de la fabricación de BPA como materiales peligrosos que pueden afectar al sistema nervioso y los órganos causando cáncer, además de desórdenes reproductivos y defectos de nacimiento (pág. 237 en Olea 2019).
  • La Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas lo considera “Tóxico para la reproducción” (pág. 242 en Olea 2019).
  • El año 2017 el BPA se incluye en la Lista Europea de sustancias de muy alta preocupación porqué también se considera oficialmente un disruptor endocrino (pág. 242 en Olea 2019).
Por cierto, la quema de plásticos puede generar BPA a la atmósfera (incineradoras, plantas que consiguen energía con la combustión de residuos, y quemas de particulares en huertos y demás). Pensad que el BPA se encuentra en muebles e infinidad de artículos…lo digo por la manía de quemar cualquier tipo de madera en los huertos.
Reitero, no es el único químico artificial que anda relacionado con muchas de las patologías emergentes…pero está en todos lados y hay una gran colección de evidencias científicas que lo señalan como culpable.
En la próxima entrega tocaré el tema de la evaluación toxicológica de las sustancias, ese paso previo para poder utilizar un químico de forma legal en la fabricación y comercialización de productos. Veréis como nos podemos sentir tranquilos…
Bibliografía
Bansal A, Rashid, C., Xin, F., Li, C., Polyak, E., Duemler, A., van der Meer, T., Stefaniak, M., Wajid, S., Doliba, N., Bartolomei, M. S. & Simmons, R. A. 2017. Sex-and dose-specific effects of maternal bisphenol A exposure on pancreatic islets of first and second generation adult mice offspring. Environ. Health Perspect., 125 (9).

Crews D, McLachlan JA. 2006. Epigenetics, evolution, endocrine disruption, health, and disease. Endocrinology, 147.
Hatch EE, Troisi R, Palmer JR, Wise LA, Titus L, Strohsnitter WC, et al. 2015. Prenatal diethylstilbestrol exposure and risk of obesity in adult women. J Devel Orig Health Dis., 6.

López-Abente, G. 1990. Cáncer en agricultores: mortalidad proporcional y estudios caso-control con certificados de defunción. Tesis doctoral. Universidad Autónoma de Madrid. Facultad de Medicina; Universidad Autónoma de Madrid. Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública.
López-Abente, G., Aragonés, N., Pérez-Gómez, B., Pollán, M., García-Pérez, J., Ramis, R. & Fernández-Navarro, P. 2014. Time trends in municipal distribution patterns of cancer mortality in Spain. BMC Cancer, 14.
Newbold RR. 2004. Lessons learned from perinatal exposure to diethylstilbestrol. Toxicol. Appl. Pharmacol., 199.
Olea, N. 2019. Libérate de tóxicos. RBA Libros, S. A. Barcelona.
Papalou O, Kandaraki EA, Papadakis G & Diamanti-Kandarakis E. 2019. Endocrine Disrupting Chemicals: An Occult Mediator of Metabolic Disease. Frontiers in Endocrinology, 10.
Schug TT, Janesick A, Blumberg B, Heindel JJ. 2011. Endocrine disrupting chemicals and disease susceptibility. J. Steroid Biochem. Mol. Biol., 127.
Tabb MM, Blumberg B. 2006. New modes of action for endocrine-disrupting chemicals. Mol. Endocrinol., 20.

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