Al visitar una cumbre y pausar el tiempo, se recuperan los referentes, los
puntos cardinales, la fugacidad insignificante de nuestra existencia en el tiempo y la
conciencia de lo que somos y hacemos ¿Por qué no les pagan expediciones al Everest
a ciertos profesionales de la salud?
De las primeras frases
que una persona afectada por los síndromes de la sensibilización central
(encefalomielitis miálgica/síndrome de la fatiga crónica, fibromialgia,
sensibilidad química múltiple) escuchará de boca de los doctores y de las doctoras
de la sanidad pública es la célebre “no hay tratamiento”. Dicho esto, es
demasiado habitual que se deje al paciente abandonado a sus síntomas y
dolencias asociadas, sin diagnosticar estas y sin paliar, elucubrando el
profesional en particular que cualquier síntoma o dolor se debe a la
Sensibilización Central y haciéndoselo saber así al paciente.
Todo y que dicen que no
hay tratamiento, los denominados expertos de la sanidad pública en esta
materia, alguno de ellos profesor de universidad pública también (todo queda
atado y bien atado) recomiendan la afamada terapia cognitivo-conductual para
cualesquiera de los Síndromes de la Sensibilización Central (SSC). Por el
contrario, no se les aplica un esquema de fisioterapia con el que combatir los
problemas musculares y de articulaciones, y mejorar la calidad de vida, la
movilidad, el estado físico y la salud en general. Y en esa línea, podría
mencionar otras cosas que a la postre se les niegan.
Su recomendación de
terapia cognitivo-conductual la dan en charlas, documentos oficiales cómo
informes de diagnóstico, publicaciones técnicas editadas y pagadas por las
administraciones públicas, etc. Paradójicamente,
a su vez, fenómeno a estudiar, en las mismas charlas, documentos y
publicaciones hablan de una etiología desconocida.
Cuando las entidades
de enfermos y los profesionales en Catalunya esgrimen que en los últimos años
la atención sanitaria a estos enfermos ha mejorado, no sé si viven en una realidad
paralela. Uno de los ejemplos más
vergonzosos y evidentes del retroceso en el trato a enfermos de SSC en
Catalunya lo constituye la involución del Hospital Clínic. Este hecho quedó reflejado
en el post del 31 de octubre de 2020 (Hospital Clínic (V)) en el que se
exponían las recomendaciones de atención a los enfermos de SQM del año 2020 que
contravenían las recomendaciones para los enfermos de SQM del año 2008. Tanto
les da que el tema haya dado la vuelta a España, no han corregido su postura. Aquí
tenéis el enlace al post entero:
https://perroverdeweb.blogspot.com/2020/10/hospital-clinic-v.html
Como la mayoría de los
pacientes son mujeres, y dentro de nuestra moderna sociedad y el mundo de la
medicina por tradición se las ha ido etiquetando de quejicas, histéricas y
débiles, tal vez la mejora referida se deba a que ahora se describe a las
enfermas de SSC en esos círculos, supuestamente científico-profesionales del
mundo de la medicina pública, con unos términos más higiénicos, cómo “trastornos
somatomorfos”, o bien se les atribuye a sus patologías un origen “psicogénico”.
¿Se ha avanzado? Ahora las formas son más finas, aunque yo diría
que la esencia se sigue asemejando al final de la fábula del escorpión y la
rana, ese momento cumbre en el que el escorpión le dice a la rana “Está en
mi naturaleza” —después de matarla tras haberle hecho la rana el favor de
cruzarlo al otro lado del rio—. O tal vez, podríamos rememorar la típica frase
que dice el mafioso en las pelis “No es nada personal, son negocios”
—justo antes de pasar por la piedra a un antiguo compadre que ya no le
interesa.
Ni que decir tiene que ciertas
actitudes de los doctores (y las doctoras) les van de perlas a los políticos
corruptos. Nunca va mal una cortina de humo con la que evitar molestias a
los señores feudales de la industria petroquímica. No vaya a ser que luego,
cuando se queden sin la poltrona, no tengan un mendrugo de pan que llevarse a
la boca, que los yates andan muy caros. No conviene cerrarse las puertas
giratorias, sino tenerlas bien engrasadas.
Imaginaos el agravio
para la industria en caso de que las administraciones públicas (la sanidad
pública, las universidades, la seguridad social, etc.) admitieran que estas
enfermedades tienen un desencadenante físico (las sustancias tóxicas, la
contaminación). Correría la alarma social, y se consolidaría entre la
muchedumbre el hecho de que autorizan la venta de productos peligrosos de uso
cotidiano y que estamos rodeados de ellos. Por supuesto, bajarían
significativamente las ventas de infinidad de productos y sería un drama que no
pudieran ganar tantos millones durante un tiempo, hasta que cambiaran a una
producción en sintonía con la salud y el medio ambiente.
Pese a estas
consideraciones, no me quiero apartar del hilo principal del post, que giraba
alrededor de la terapia cognitivo-conductual. Pretendo subiros un poquillo más
la mala leche y creo que lo voy a conseguir una vez leáis líneas más abajo en
que patologías está indicada la terapia cognitivo-conductual.
Vamos allá.
La terapia cognitivo-conductual
Básicamente, esta
terapia es aplicada por psicólogos y psiquiatras como tratamiento de trastornos
mentales o problemas psicológicos. Se utiliza con el objeto de que el paciente aprenda a enfrentarse y
gestionar problemas emocionales (traumas, estrés, etc.) y trastornos mentales
(depresión, esquizofrenia, trastorno obsesivo compulsivo, adicciones, ansiedad,
etc.).
Resumiendo, en el
momento en qué un profesional de la medicina o una asociación de enfermos de
SSC centra su labor en recomendar a las y los afectados la terapia
cognitivo-conductual, está apoyando con fervor la tesis falsa de que la
patología tiene su origen en un problema mental o psicológico y que el
mecanismo que la desencadena no es orgánico, sino mental o psicológico.
Tal conducta la
desempeñan sin disponer de certeza ni evidencias científicas robustas que puedan
sostener esta hipótesis del origen psicogénico. Recordemos que los mismos doctores y las asociaciones
que promueven la terapia cognitivo-conductual, están proclamando y publicando
que la etiología de estas enfermedades (los SSC) es desconocida. Es el
absurdo incongruente en su máximo esplendor. Lo más rocambolesco es que,
además, hay una ausencia total de rigor científico en cuanto a la efectividad
de la terapia cognitivo-conductual en los SSC, puesto que no existen evidencias
claras de que funcione ni tan solo de forma empírica. Tampoco se preocupan en
medir objetivamente parámetros físico-químicos antes y después de las terapias con
la intención de evaluar si existe algún tipo de cambio significativo en la
situación física del paciente.
Es paja y más paja, y
lo peor, los pacientes sufren una estigmatización al ser catalogados
sistemáticamente, poco más o menos, cómo enfermos mentales. El agravante añadido en la Sensibilidad Química
Múltiple es que conllevará un empeoramiento de la salud de la persona afectada
al exponerla a aquellos productos que provocan daños, atendiendo a que el
doctor o doctora nunca va a recomendar a la enferma que haga un control
ambiental en casa y evite cualquier fuente de contaminación (productos de
limpieza e higiene personal con ingredientes no seguros, ambientadores, humos,
plaguicidas, ozono atmosférico, etc.). Supongo que es una buena fórmula con la
que evitar meterse en líos: que otros profesionales de mala sombra y poder
intenten desacreditarlos, que un cargo de confianza del político de turno lo envíe
a galeras, etc.
La corrupta y egoísta
ingenuidad de cortas miras contempla cómo primera regla que los principios condenan
a caminar por la cuerda floja y, por el contrario, olvidarlos conlleva que se
despliegue bajo nuestros pies una tentadora y cómoda alfombra roja con la que correr
hacía la felicidad de la vergüenza y el perdón. El “si no lo hago yo, lo hará
otro; no es culpa mía”.
La estrategia de la
terapia cognitivo-conductual suele tener un beneficiario directo: el psicólogo
que cobra por sus servicios. Cómo había dicho, la recomiendan los profesionales
de la sanidad pública, aunque habitualmente, y de forma extrañísima, este tipo
de terapias no las desempeñan desde la sanidad pública, sino que suelen ser
privadas y en muchos casos llevadas o recomendadas a cabo desde asociaciones de
afectados de SSC, cobrando el profesional en cuestión de estas, o utilizando
las asociaciones cómo una vía de promoción hacía su clientela potencial. Sin
ánimo de lucro, pero sí de beneficio; el abandono de la sanidad pública abona
los intereses privados.
Presas fáciles
Pongámonos en el lugar
de la enferma de SSC con el típico patrón: mujer mayor, con la salud hecha
trizas y una calidad de vida horrible, con un nivel cultural bajo, desatendida
por la sanidad pública, no escuchada ni considerada por la familia porqué
siempre se queja y ya no sirve cómo utensilio doméstico.
Dicha mujer conoce a gente de una asociación de enfermas de SSC. Allí la escuchan y una persona en esa situación se agarra un clavo ardiendo, así que acaba accediendo a una terapia cognitivo-conductual donde alguien la escucha en privado y le da apoyo emocional. Esa mujer es muy fácil que acabe manifestando en agradecimiento que está mejor desde que va a esa terapia, pero si le preguntáramos con concreción y de forma absolutamente imparcial sobre:
- Sus dolores
- Las horas que duerme al día
- La actividad física que hacía antes y ahora
- El resto de los problemas asociados a los SSC que sufre: cardíacos, digestivos, oculares, etc.
Nos encontraríamos con que
no existe una mejora física de los síntomas ni de la calidad de vida. El único
cambio objetivo y objetivable es que ahora alguien le escucha, que se siente un
pelín más arropada. Solo eso. Es más, si a esa mujer se le hicieran analíticas
completas antes de comenzar la terapia cognitivo-conductual y al cabo de un
tiempo de acudir a ella, no se registraría ninguna mejora significativa en los
parámetros físico-químicos.
La enferma continuará en la misma línea:
- Sin diagnósticos completos de todos sus problemas de salud asociados.
- Sin recibir pautas adecuadas (de dieta, de vida) que le ayuden a mejorar su insomnio y el resto de los problemas de salud ¡FÍSICOS!
- Sin recibir ninguna terapia o tratamiento que le ayude a paliar sus patologías y síntomas, y que no le causen un agravamiento de sus síntomas como efecto secundario.
Pongamos que la mujer
sigue yendo a la terapia cognitivo-conductual y que pasados unos meses empieza
a quejarse de que continua mal, que no duerme bien y que empeora. Al llevar
colgado en su historial médico de la sanidad pública el sambenito de persona
con enfermedad de origen psicogénico, pues también se le administran fármacos
utilizados para la ansiedad, depresión, etc.
En Catalunya, además,
lo más común es encontrarse con enfermas de fibromialgia y síndrome de fatiga
crónica a las que se les ha recetado desde la sanidad pública las típicas
drogas de farmacia (xeristar, tranxilium, diazepam, etc.). Es un procedimiento sistematizado. Esta semana me
encontré con otra enferma más que tomaba xeristar, tranxilium y diazepam. Me
decía que no se acordaba de nada: iba a comprar y se dejaba la compra en el
coche, por ejemplo. Estas enfermas de SSC ya de por si sufren unos problemas
neurocognitivos importantes y se las condena al agravamiento al mantenerlas
dopadas con estas sustancias que además crean hábito. El estado físico empeora
al perder actividad física, ganar en rigidez y dolor muscular. Finalmente, otro
de los hándicaps de una enferma de SSC es la falta de energía hasta en la ejecución
de las tareas más habituales y cotidianas del día a día. De por sí, cualquier persona
no enferma de SSC sufre un desplome de energía al tomar estas sustancias por
separado o combinadas.
¿Cómo se les ocurre
tratar a una enferma de SSC con estos medicamentos a la primera de cambio y prolongar
el tratamiento durante largos períodos, incluyendo incrementos en la
dosificación para nada normales?
¿No decían que no hay
tratamiento?
Las asociaciones
En tal escenario, muchas asociaciones de afectadas y afectados, bajo mi modo de contemplar la película al completo, se han convertido entonces en cómplices en primera línea de una patraña científica que afecta a la dignidad, poniendo en riesgo la salud de aquellas y aquellos a los que debieran estar defendiendo y cuidando.
- Cuando debieran estar denunciando públicamente las posturas vergonzosas de los profesionales, callan.
- Cuando debieran estar ayudando a las enfermas y a los enfermos a registrar instancias de queja, miran a otro lado.
- Cuando deberían plantearse llevar a cabo demandas colectivas, silban.
Participan en este
gran esfuerzo negligente de la administración pública que estigmatiza y
maltrata en todos los sentidos a los pacientes de SSC.
Sin duda, habrá quién
tenga buenas intenciones, no alcance a entender que la labor que desempeñan es
un craso error y no aporta nada en positivo a las afectadas, más bien al
contrario. Otros y otras, con un grado cultural más que suficiente, saben lo
que hacen.
Viene siendo hora ya de
que todas y todos comencemos a denunciar públicamente que la terapia
cognitivo-conductual cómo remedio sistemático para enfermas de SSC es un engaño
absoluto.
No están locas
ellas sino aquellos que obtienen beneficios, directos o indirectos, en
tratarlas como tal. En ese saco hay muchos actores: los políticos, los del
capital, los profesionales mediocres y/o de elástica conciencia, y quizá los
que dirijan algunas asociaciones, etc.
Un día de estos os
hablaré de la electrohipersensibilidad, del por qué la sanidad pública catalana
se niega a diagnosticarla e incluso se niega a incluir en el historial del
paciente cualquier referencia al respecto (así no hay datos oficiales, así
borran lo que no interesa), del por qué no existe ni un solo partido que haya
tocado este tema o se interese, del papel del periodismo bochornosamente a
favor de la industria de las TIC (Tecnologías de la Información y la
Comunicación), etc.
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