domingo, 10 de octubre de 2021

Terapia cognitivo-conductual

 

Al visitar una cumbre y pausar el tiempo, se recuperan los referentes, los puntos cardinales, la fugacidad insignificante de nuestra existencia en el tiempo y la conciencia de lo que somos y hacemos ¿Por qué no les pagan expediciones al Everest a ciertos profesionales de la salud?

 

De las primeras frases que una persona afectada por los síndromes de la sensibilización central (encefalomielitis miálgica/síndrome de la fatiga crónica, fibromialgia, sensibilidad química múltiple) escuchará de boca de los doctores y de las doctoras de la sanidad pública es la célebre “no hay tratamiento”. Dicho esto, es demasiado habitual que se deje al paciente abandonado a sus síntomas y dolencias asociadas, sin diagnosticar estas y sin paliar, elucubrando el profesional en particular que cualquier síntoma o dolor se debe a la Sensibilización Central y haciéndoselo saber así al paciente.

 

Todo y que dicen que no hay tratamiento, los denominados expertos de la sanidad pública en esta materia, alguno de ellos profesor de universidad pública también (todo queda atado y bien atado) recomiendan la afamada terapia cognitivo-conductual para cualesquiera de los Síndromes de la Sensibilización Central (SSC). Por el contrario, no se les aplica un esquema de fisioterapia con el que combatir los problemas musculares y de articulaciones, y mejorar la calidad de vida, la movilidad, el estado físico y la salud en general. Y en esa línea, podría mencionar otras cosas que a la postre se les niegan.

 

Su recomendación de terapia cognitivo-conductual la dan en charlas, documentos oficiales cómo informes de diagnóstico, publicaciones técnicas editadas y pagadas por las administraciones públicas, etc. Paradójicamente, a su vez, fenómeno a estudiar, en las mismas charlas, documentos y publicaciones hablan de una etiología desconocida.

 

Cuando las entidades de enfermos y los profesionales en Catalunya esgrimen que en los últimos años la atención sanitaria a estos enfermos ha mejorado, no sé si viven en una realidad paralela. Uno de los ejemplos más vergonzosos y evidentes del retroceso en el trato a enfermos de SSC en Catalunya lo constituye la involución del Hospital Clínic. Este hecho quedó reflejado en el post del 31 de octubre de 2020 (Hospital Clínic (V)) en el que se exponían las recomendaciones de atención a los enfermos de SQM del año 2020 que contravenían las recomendaciones para los enfermos de SQM del año 2008. Tanto les da que el tema haya dado la vuelta a España, no han corregido su postura. Aquí tenéis el enlace al post entero:

 

https://perroverdeweb.blogspot.com/2020/10/hospital-clinic-v.html

 

Como la mayoría de los pacientes son mujeres, y dentro de nuestra moderna sociedad y el mundo de la medicina por tradición se las ha ido etiquetando de quejicas, histéricas y débiles, tal vez la mejora referida se deba a que ahora se describe a las enfermas de SSC en esos círculos, supuestamente científico-profesionales del mundo de la medicina pública, con unos términos más higiénicos, cómo “trastornos somatomorfos”, o bien se les atribuye a sus patologías un origen “psicogénico”.

 

¿Se ha avanzado? Ahora las formas son más finas, aunque yo diría que la esencia se sigue asemejando al final de la fábula del escorpión y la rana, ese momento cumbre en el que el escorpión le dice a la rana “Está en mi naturaleza” —después de matarla tras haberle hecho la rana el favor de cruzarlo al otro lado del rio—. O tal vez, podríamos rememorar la típica frase que dice el mafioso en las pelis “No es nada personal, son negocios” —justo antes de pasar por la piedra a un antiguo compadre que ya no le interesa.

 

Ni que decir tiene que ciertas actitudes de los doctores (y las doctoras) les van de perlas a los políticos corruptos. Nunca va mal una cortina de humo con la que evitar molestias a los señores feudales de la industria petroquímica. No vaya a ser que luego, cuando se queden sin la poltrona, no tengan un mendrugo de pan que llevarse a la boca, que los yates andan muy caros. No conviene cerrarse las puertas giratorias, sino tenerlas bien engrasadas.

 

Imaginaos el agravio para la industria en caso de que las administraciones públicas (la sanidad pública, las universidades, la seguridad social, etc.) admitieran que estas enfermedades tienen un desencadenante físico (las sustancias tóxicas, la contaminación). Correría la alarma social, y se consolidaría entre la muchedumbre el hecho de que autorizan la venta de productos peligrosos de uso cotidiano y que estamos rodeados de ellos. Por supuesto, bajarían significativamente las ventas de infinidad de productos y sería un drama que no pudieran ganar tantos millones durante un tiempo, hasta que cambiaran a una producción en sintonía con la salud y el medio ambiente.

 

Pese a estas consideraciones, no me quiero apartar del hilo principal del post, que giraba alrededor de la terapia cognitivo-conductual. Pretendo subiros un poquillo más la mala leche y creo que lo voy a conseguir una vez leáis líneas más abajo en que patologías está indicada la terapia cognitivo-conductual.

 

Vamos allá.

 

La terapia cognitivo-conductual

Básicamente, esta terapia es aplicada por psicólogos y psiquiatras como tratamiento de trastornos mentales o problemas psicológicos. Se utiliza con el objeto de que el paciente aprenda a enfrentarse y gestionar problemas emocionales (traumas, estrés, etc.) y trastornos mentales (depresión, esquizofrenia, trastorno obsesivo compulsivo, adicciones, ansiedad, etc.).

 

Resumiendo, en el momento en qué un profesional de la medicina o una asociación de enfermos de SSC centra su labor en recomendar a las y los afectados la terapia cognitivo-conductual, está apoyando con fervor la tesis falsa de que la patología tiene su origen en un problema mental o psicológico y que el mecanismo que la desencadena no es orgánico, sino mental o psicológico.

 

Tal conducta la desempeñan sin disponer de certeza ni evidencias científicas robustas que puedan sostener esta hipótesis del origen psicogénico. Recordemos que los mismos doctores y las asociaciones que promueven la terapia cognitivo-conductual, están proclamando y publicando que la etiología de estas enfermedades (los SSC) es desconocida. Es el absurdo incongruente en su máximo esplendor. Lo más rocambolesco es que, además, hay una ausencia total de rigor científico en cuanto a la efectividad de la terapia cognitivo-conductual en los SSC, puesto que no existen evidencias claras de que funcione ni tan solo de forma empírica. Tampoco se preocupan en medir objetivamente parámetros físico-químicos antes y después de las terapias con la intención de evaluar si existe algún tipo de cambio significativo en la situación física del paciente.

 

Es paja y más paja, y lo peor, los pacientes sufren una estigmatización al ser catalogados sistemáticamente, poco más o menos, cómo enfermos mentales. El agravante añadido en la Sensibilidad Química Múltiple es que conllevará un empeoramiento de la salud de la persona afectada al exponerla a aquellos productos que provocan daños, atendiendo a que el doctor o doctora nunca va a recomendar a la enferma que haga un control ambiental en casa y evite cualquier fuente de contaminación (productos de limpieza e higiene personal con ingredientes no seguros, ambientadores, humos, plaguicidas, ozono atmosférico, etc.). Supongo que es una buena fórmula con la que evitar meterse en líos: que otros profesionales de mala sombra y poder intenten desacreditarlos, que un cargo de confianza del político de turno lo envíe a galeras, etc.

 

La corrupta y egoísta ingenuidad de cortas miras contempla cómo primera regla que los principios condenan a caminar por la cuerda floja y, por el contrario, olvidarlos conlleva que se despliegue bajo nuestros pies una tentadora y cómoda alfombra roja con la que correr hacía la felicidad de la vergüenza y el perdón. El “si no lo hago yo, lo hará otro; no es culpa mía”.

 

La estrategia de la terapia cognitivo-conductual suele tener un beneficiario directo: el psicólogo que cobra por sus servicios. Cómo había dicho, la recomiendan los profesionales de la sanidad pública, aunque habitualmente, y de forma extrañísima, este tipo de terapias no las desempeñan desde la sanidad pública, sino que suelen ser privadas y en muchos casos llevadas o recomendadas a cabo desde asociaciones de afectados de SSC, cobrando el profesional en cuestión de estas, o utilizando las asociaciones cómo una vía de promoción hacía su clientela potencial. Sin ánimo de lucro, pero sí de beneficio; el abandono de la sanidad pública abona los intereses privados.

 

Presas fáciles

Pongámonos en el lugar de la enferma de SSC con el típico patrón: mujer mayor, con la salud hecha trizas y una calidad de vida horrible, con un nivel cultural bajo, desatendida por la sanidad pública, no escuchada ni considerada por la familia porqué siempre se queja y ya no sirve cómo utensilio doméstico.

 

Dicha mujer conoce a gente de una asociación de enfermas de SSC. Allí la escuchan y una persona en esa situación se agarra un clavo ardiendo, así que acaba accediendo a una terapia cognitivo-conductual donde alguien la escucha en privado y le da apoyo emocional. Esa mujer es muy fácil que acabe manifestando en agradecimiento que está mejor desde que va a esa terapia, pero si le preguntáramos con concreción y de forma absolutamente imparcial sobre:

  • Sus dolores
  • Las horas que duerme al día
  • La actividad física que hacía antes y ahora
  • El resto de los problemas asociados a los SSC que sufre: cardíacos, digestivos, oculares, etc.

Nos encontraríamos con que no existe una mejora física de los síntomas ni de la calidad de vida. El único cambio objetivo y objetivable es que ahora alguien le escucha, que se siente un pelín más arropada. Solo eso. Es más, si a esa mujer se le hicieran analíticas completas antes de comenzar la terapia cognitivo-conductual y al cabo de un tiempo de acudir a ella, no se registraría ninguna mejora significativa en los parámetros físico-químicos.

 

La enferma continuará en la misma línea:

  • Sin diagnósticos completos de todos sus problemas de salud asociados.
  • Sin recibir pautas adecuadas (de dieta, de vida) que le ayuden a mejorar su insomnio y el resto de los problemas de salud ¡FÍSICOS!
  • Sin recibir ninguna terapia o tratamiento que le ayude a paliar sus patologías y síntomas, y que no le causen un agravamiento de sus síntomas como efecto secundario.

Pongamos que la mujer sigue yendo a la terapia cognitivo-conductual y que pasados unos meses empieza a quejarse de que continua mal, que no duerme bien y que empeora. Al llevar colgado en su historial médico de la sanidad pública el sambenito de persona con enfermedad de origen psicogénico, pues también se le administran fármacos utilizados para la ansiedad, depresión, etc.

 

En Catalunya, además, lo más común es encontrarse con enfermas de fibromialgia y síndrome de fatiga crónica a las que se les ha recetado desde la sanidad pública las típicas drogas de farmacia (xeristar, tranxilium, diazepam, etc.). Es un procedimiento sistematizado. Esta semana me encontré con otra enferma más que tomaba xeristar, tranxilium y diazepam. Me decía que no se acordaba de nada: iba a comprar y se dejaba la compra en el coche, por ejemplo. Estas enfermas de SSC ya de por si sufren unos problemas neurocognitivos importantes y se las condena al agravamiento al mantenerlas dopadas con estas sustancias que además crean hábito. El estado físico empeora al perder actividad física, ganar en rigidez y dolor muscular. Finalmente, otro de los hándicaps de una enferma de SSC es la falta de energía hasta en la ejecución de las tareas más habituales y cotidianas del día a día. De por sí, cualquier persona no enferma de SSC sufre un desplome de energía al tomar estas sustancias por separado o combinadas.

 

¿Cómo se les ocurre tratar a una enferma de SSC con estos medicamentos a la primera de cambio y prolongar el tratamiento durante largos períodos, incluyendo incrementos en la dosificación para nada normales?

 

¿No decían que no hay tratamiento?

 

Las asociaciones

En tal escenario, muchas asociaciones de afectadas y afectados, bajo mi modo de contemplar la película al completo, se han convertido entonces en cómplices en primera línea de una patraña científica que afecta a la dignidad, poniendo en riesgo la salud de aquellas y aquellos a los que debieran estar defendiendo y cuidando.

  • Cuando debieran estar denunciando públicamente las posturas vergonzosas de los profesionales, callan.
  • Cuando debieran estar ayudando a las enfermas y a los enfermos a registrar instancias de queja, miran a otro lado.
  • Cuando deberían plantearse llevar a cabo demandas colectivas, silban.

Participan en este gran esfuerzo negligente de la administración pública que estigmatiza y maltrata en todos los sentidos a los pacientes de SSC.

 

Sin duda, habrá quién tenga buenas intenciones, no alcance a entender que la labor que desempeñan es un craso error y no aporta nada en positivo a las afectadas, más bien al contrario. Otros y otras, con un grado cultural más que suficiente, saben lo que hacen.

 

Viene siendo hora ya de que todas y todos comencemos a denunciar públicamente que la terapia cognitivo-conductual cómo remedio sistemático para enfermas de SSC es un engaño absoluto.

 

No están locas ellas sino aquellos que obtienen beneficios, directos o indirectos, en tratarlas como tal. En ese saco hay muchos actores: los políticos, los del capital, los profesionales mediocres y/o de elástica conciencia, y quizá los que dirijan algunas asociaciones, etc.

 

Un día de estos os hablaré de la electrohipersensibilidad, del por qué la sanidad pública catalana se niega a diagnosticarla e incluso se niega a incluir en el historial del paciente cualquier referencia al respecto (así no hay datos oficiales, así borran lo que no interesa), del por qué no existe ni un solo partido que haya tocado este tema o se interese, del papel del periodismo bochornosamente a favor de la industria de las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación), etc.


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