lunes, 5 de agosto de 2024

¡BIENVENIDOS A KINKILANDIA!

 

El Buitre Leonado es una de las especies de aves que se puede avistar con facilidad en Gósol.

Llega el verano y se producen las típicas migraciones desde las ciudades importantes de la provincia de Barcelona hacia Gósol. De unos 200 habitantes empadronados se pasa a los 1000 largos entre segundas residencias, camping y otros alojamientos turísticos, aunque Gósol tan solo cuente con los recursos y medios para gestionar (a medio gas) una población de 200 habitantes.

Gósol se sitúa a 47 minutos de la comisaria más cercana de los Mossos d’Esquadra y no dispone de policía local, al igual que el resto de los pueblos vecinos (Saldes, Josa i Tuixen, Vallcebre, Gisclareny, etc.) en un radio de decenas de kilómetros.

 

Si bien años atrás estos pueblos de montaña eran un oasis, alguno de ellos gracias a los intereses privados de los nuevos negocios que se han ido implantando y a que sus propietarios han metidos sus zarpas en la política local (ocupando cargos políticos inclusive) se ha transformado en un artefacto turístico sobredimensionado y sin armonía, en una máquina que produce ingentes cantidades de dinero para unos pocos a costa de la calidad de vida de sus habitantes.

 

Además del salto cuantitativo, en los últimos tiempos se ha producido un fenómeno que ha ocasionado un cambio cualitativo. El Covid provocó que el quinqui (en su acepción menos literal) y el gárrulo incívico descubrieran masivamente la montaña. Estas formas primitivas de vida percibieron que en estos lugares podían hacer más holgadamente lo que les daba la puta gana sin tener que temer a ninguna autoridad, sin ningún freno. Salvando las distancias guarda cierta similitud con el descubrimiento de las Américas por parte de los europeos y la relación “amigable” que establecieron con los nativos.

 

En Gósol, debido a que nadie a escala política ha puesto interés en cumplir sus funciones desde los diferentes estamentos de las administraciones públicas, el efecto de llamada de los quinquis y gárrulos (aquí no pasa nada, etc.) ha dado sus frutos y, actualmente, la proporción de estos debido al reclutamiento social se ha multiplicado exponencialmente. Lógicamente, a su vez, el incremento de esta cultura logra que parte de los cívicos dejen de venir y busquen otros lugares donde pasar el verano tranquilamente, sin sobresaltos, tensiones y conflictos…y muchos otros todavía están aquí, aguantando, todo y que te expresan su malestar creciente y, en próximos años, cambiarán de destino. Es lo que os decía, el cambio cualitativo.

 

¿QUÉ HAY DE MALO?

De entrada, los caminos rurales que utiliza la gente (gente mayor, familias con niños, etc.) para hacer excursiones dejan de ser seguros debido a coches, quads, motos, buggies y etc. a altas velocidades. Este año, cómo novedad, también hemos tenido hasta una agrupación excursionista de St. Adrià del Besós yendo y viniendo del pueblo a su lugar de acampada con sus furgonetas alquiladas de la empresa SIXT a toda mecha.

 

Por supuesto, tendremos suciedad y basuras por cualquier lugar donde pare nuestra vista y, entre otros, los campamentos excursionistas que antes eran un ejemplo de respeto por la naturaleza ahora (al menos en Gósol) son otra cosa bien distinta (no todos, pero si bastantes).

 

Luego tenemos otra fuente de inseguridad. Es la afluencia de los quinquis/incívicos con sus perros. Por supuesto, los van a llevar sueltos y dado que suelen ser perracos (de razas peligrosas también) y los amos (¿quién imita a quién?) tienden por igual a la pelea y la agresión (sea verbal y/o física) acaban consiguiendo que la gente normal acabe saliendo con miedo y evitando gran parte de las zonas de paseo. Doy cuenta de unos pocos de los hechos que se han producido durante las últimas semanas:

  • A un vecino le atacan las gallinas en su domicilio...una forma extraña de animalismo.
  • A un ganadero le molestan a las vacas (cuando no las atacan) en los prados que están cercados para la ganadería.
  • A otros que llevan su perro atado se lo atacan 5 perros sueltos de gente de fuera y se lo dejan fatal.
  • Una pareja lleva su perro pastor alemán hembra siempre suelto por núcleo urbano (incluida la plaza del pueblo) y esta muestra una clara actitud agresiva hacía otros perros, aunque sean pacíficos y vayan atados y lejos de ella. Se les reprende educadamente su actitud y el hombre se pone agresivo e insulta enseguida al interlocutor.

Cuando avisas a los Mossos d’Esquadra por algún altercado violento o incívico te atienden bien, pero te aclaran que son pocos efectivos, tienen mucho trabajo y no saben cuando van a poder ir a Gósol atendiendo que esta población, por añadidura, está lejos de su oficina. Evidentemente, ellos no tienen la culpa de que nuestra clase política no quiera aumentar el número de efectivos en épocas cómo esta, en la que en comarcas de veraneo del estilo de la del Berguedà la población se multiplica por no sé cuántos números. Los efectivos tienen que ajustarse al tamaño real de la población en cada momento del año. Es de sentido común…eso de lo que carece nuestra clase política.

 

Lo que se produce, ni más ni menos, es una clara dejación de funciones y obligaciones por parte de varias administraciones públicas (la local y la autonómica) y ello conduce a una situación de inseguridad que va in crescendo. Están promoviendo la ley de la selva, la violencia, y no actúan hasta que se vierte sangre.

 

Si uno se pone a ver los documentales de TV3 sobre los sucesos de Tor y su historia más contemporánea, es fácil que vislumbre un similar modus operandi de las administraciones públicas entre uno y otro lugar. Son las administraciones públicas las que abandonan, a sabiendas de lo que puede ocurrir, a los ciudadanos.

 

Evidentemente, cosas así sobre Gósol en TV3 o en el Regió7 no te las contarán porqué ahí los que tienen acceso para relatar son los políticos (SuperWoman y etc.). En caso de ocurrir algo grave del estilo Tor ya se preocuparán de no enfocar la desidia e inacción de las administraciones públicas y desviar la atención hacía cómo era el vecino menganito y fulanito, empleando las técnicas del Reality Show si es menester.

 

Entristece la falta de capacidad de reacción soberana de un pueblo para no perder el control de lo que quieren ser. La gente se indigna con cuatro palabras intercambiadas con el vecino, se lamenta, pero no va más allá. No existe un solo intento de acción social en grupo. Todo está perdido. O, tal vez, es que verdaderamente, en el fondo, quieran ser una dictadura del incívico.

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